Yo tampoco estudié psiquiatría

Opinión

“No estudié psiquiatría para entenderla, diputada”.

Esta frase del secretario de Desarrollo Social provocó un escándalo en redes sociales y medios por la respuesta indigna e intolerante de un funcionario de gobierno. Miranda recurrió a la injuria como escapatoria a un encuentro que desnudó su ignorancia en el tema social, su soberbia y peor que la ignorancia, una escalofriante falta de preparación: balbuceó dos, tres, cuatro veces cifras erróneas sobre esperanza de vida igual que un mal estudiante recurre al de tín marín de dos pingué para responder un examen.

La diputada Araceli Damián le había sugerido a Miranda estudiar más porque no tenía claros conceptos como la pobreza alimentaria, una recomendación suficiente para que el compadre del presidente Peña reaccionara sin inteligencia, decencia y responsabilidad, porque al referirse así a la diputada —eso se supone— no le hablaba a ella, sino a millones de mexicanos que son sus representados.

Si un funcionario de gobierno que vive de nuestros impuestos tiene el cinismo de responder así a una legisladora, a mí por lo menos me causa escozor darme en las narices con el desprecio de los funcionarios a los ciudadanos que padecemos las consecuencias de las decisiones extravagantes, absurdas, oscuras y corruptas surgidas del poder.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE WILBERT TORRE: EN LA CABEZA DE PRESIDENT TRUMP

 

El triste aforismo de Miranda me llevó a pensar en frases con las que un ciudadano de a pie, común y como cualquiera de nosotros que vive de su sueldo y paga impuestos pudiera reclamar en los mismos términos de Miranda a los miembros de una clase política que no se mira al ombligo para comprender la molestia de los ciudadanos:

–No estudié psiquiatría para entender por qué Miranda confunde conceptos elementales de pobreza y otros básicos de su trabajo de secretario de Desarrollo Social.

–No estudié psiquiatría para entender cómo Raúl Salinas, uno de los ejemplos más claros de corrupción e impunidad, está en la calle después de los millones de dólares que se llevó del país.

–No estudié psiquiatría para entender qué pecado cometimos los mexicanos para tener presidentes como Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Zedillo, Salinas, Fox y Calderón y, que varios de ellos, encima de hundir aún más al país, cobren una pensión de lujo como si la merecieran.

–No estudié psiquiatría para entender por qué López Portillo dijo que no nos volverían a saquear y el gobierno del presidente Peña se convirtió en cómplice del saqueo de Javier Duarte, al ignorar las advertencias de la Auditoría Superior de la Federación sobre el robo en las arcas veracruzanas.

–No estudié psiquiatría para entender por qué el presidente Peña confunde la reprobación de la ciudadanía con mal humor.

–No estudié psiquiatría para entender por qué Miranda —como la mayoría de altos funcionarios de gobierno— tiene privilegios injustos y desvergonzados como utilizar en beneficio personal choferes, asistentes,  guardias y recursos —dinero, vehículos, gasolina, aviones, alimentos— a cuenta de nosotros los ciudadanos.

–No estudié psiquiatría ni creo que exista un conocimiento tan hondo para entender cómo el presidente Peña defendió la legalidad de la casa de los 7 millones de dólares y a la vez se disculpó por la percepción de corrupción, desvergüenza e impunidad que su comportamiento provocó en la sociedad.

–No estudié psiquiatría para entender por qué Salinas nos ofreció el primer mundo y terminamos en el séptimo infierno.

–No estudié psiquiatría para entender cómo los presidentes, los secretarios, los diputados y senadores, los alcaldes, los altos funcionarios y los periodistas que adulan al poder son tan ahorradores y amasan fortunas, y los demás seguimos tan jodidos como siempre.

–No estudié psiquiatría para entender que los caciques y el viejo PRI eran un monumento de honestidad junto a los hombres y mujeres del nuevo PRI.

–No estudié psiquiatría para entender en qué amaneció pensando el presidente cuando invitó a Donald Trump y le dio aire a su candidatura, y ahora su gobierno está paralizado —aterrado— ante la incertidumbre de lo que será capaz de hacer el monstruo racista e ignorante al que ayudó a ganar.

–No estudié psiquiatría para entender por qué hago periodismo tratando de digerir, comprender y traducir todos estos absurdos.