Cuando la tierra escribe memorias

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Por: Redacción

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La capital ha aprendido a contar sus sacudidas a través del arte, un ejemplo de esperanza y unidad

Desde hace mucho tiempo y además de ser fenómenos geológicos, los sismos en la capital son capas que se suman a nuestra identidad colectiva. Pensando en manifestaciones artísticas, al respecto podemos encontrar murales y pinturas que homenajean la resiliencia; rituales comunitarios de conmemoración; proyectos que reflexionan sobre el antes y el después de la ciudad; canciones o poemas que guardan los recuerdos con fuego en el pecho. Por estos productos culturales es que sucesos tan dolorosos se han convertido en arte, en literatura y en espacios simbólicos para que la historia se recuerde desde la resistencia.

1957: el temblor del Ángel

El terremoto del 28 de julio de 1957 de una magnitud estimada de 7.8 dejó severos daños estructurales y la aparatosa caída del Ángel de la Independencia. Además de los daños físicos, este suceso se convirtió en material simbólico para la cultura visual y literaria. El poema “Avenida Juárez” de Efraín Huerta, publicado años antes del sismo, adquiere con el tiempo una dimensión casi profética debido a sus metáforas sobre la ciudad “en llamas” que muchos interpretan como alusiones poéticas al desastre. También, la exposición de fotografía albergada en el Museo Archivo de la Fotografía muestra, a través del lente documental, tanto la destrucción como los gestos de solidaridad.

1985: el sismo que reconfiguró la ciudad

El 19 de septiembre de 1985 a las 07:18, un terremoto de magnitud 8.1 marcó un antes y un después: del colapso y la tragedia surgió un despertar de conciencia social y solidaridad ciudadana como no se había visto. En la cultura, el sismo se tradujo pronto en literatura testimonial, poesía urbana, canciones y memoriales visuales. El músico Rockdrigo González, quien murió ese día, se transformó en leyenda al simbolizar el dolor colectivo. Otro ejemplo vivo es el “Corrido del terremoto” de La Mafia del Norte, que habla directamente del desastre. En “Las ruinas de México”, el escritor José Emilio Pacheco reconoce a quienes actuaron en la emergencia y cómo la ciudad quedó transformada por el espanto. Y Chico Che, en su tema “¿Dónde te agarró el temblor?” que evoca el sismo, dice: “anoche cuando bailaba… era que estaba temblando” como forma de recordar que la cotidianidad puede alterarse de súbito.

2017: abrir cicatrices pero estrechar compromisos

El 19 de septiembre de 2017, exactamente 32 años después de 1985, otro terremoto de magnitud 7.1 volvió a estremecer la ciudad. Éste tuvo su propio volumen cultural. Murales surgieron en las colonias afectadas: iniciativas como #VaPorLaRoma pintaron murales en memoria de víctimas del 19-S, como el de Noemí, mujer mazahua que fue atrapada entre escombros.

En lo institucional, desde el gobierno de la CDMX se lanzó el portal “Hacer memorias” como espacio digital para que ciudadanos participen enviando obras visuales, audiovisuales, escritas, como testimonios del sismo y la reconstrucción. Asimismo, se publicó Tiembla, una antología de crónicas de 35 autores que narran vivencias, y reflexionan sobre las pérdidas y la reconstrucción emocional y colectiva. Y el sitio web reconstrucciones.ambulante.org documenta diversas piezas audiovisuales que interpelan tanto al recuerdo del desastre como a los actos de reconstrucción de diversas comunidades no sólo de la ciudad.

El temblor como metáfora

Todas estas obras, registros o piezas son apenas una mínima parte de una multitud de creaciones (desde lo plástico y literario, hasta lo musical y cinematográfico) que han abonado a preservar y sanar la memoria. Los sismos en la Ciudad de México dejan cicatrices profundas pero también han abierto caminos inesperados hacia la creación cultural.

Los terremotos han mostrado que la reconstrucción de una comunidad, además de necesitar de materiales, organización e infraestructura, también requiere del recordatorio de que el arte es, en muchos casos, como una segunda arquitectura de nuestra integridad. No se trata de “embellecer” la tragedia: es reconocer que las obras desplazan el miedo y lo convierten en mensajes necesarios de escuchar.

Del miedo a la imaginación

El arte surge donde parece que domina el miedo. Si los sismos parten en dos la vida cotidiana, la cultura ofrece la posibilidad de unir las piezas en un nuevo mosaico. Esa metáfora repetida en novelas, películas o canciones, recuerda que lo frágil y lo sólido necesitan coexistir siempre. Cada archivo que preserva testimonios es parte de un mismo coro indispensable porque en ellos se aprende la lección fundamental de que frente a lo terrible, la respuesta no solamente debería ser individual.

A diferencia de las cicatrices que se difuminan con el tiempo, la memoria cultural persiste y cada generación encuentra su propia forma de narrar; lo que cambia son los lenguajes, no la necesidad de hacerlo.

  • 1985: Héroes entre ruinas de Jeanette Russ Moreno, es un documental que muestra cómo los ciudadanos organizaron labores de auxilio en los días siguientes al desastre
  • 8.1, la magnitud del cambio es otro documental que reflexiona sobre cómo los sismos de 1985 y 2017 transformaron las políticas de prevención, los protocolos de emergencia y la estructura social urbana

Los terremotos han mostrado que la reconstrucción de una comunidad también requiere del recordatorio de que el arte es, en muchos casos, como una segunda arquitectura de nuestra integridad