Cada mujer y cocina, tantos universos y procesos

Ciudad Comida

Fotografía: Tony Petate

Flórida Antonio Ordaz y Ofelia y Rosalía Jiménez Ríos de Asunción Ixtaltepec, así como Alma Delia Ortiz Morales de San Blas Atempa, y Francisca Bartolo Regalado y Esperanza Regalado Sánchez de Juchitán, fueron las cocineras invitadas por Aurora Toledo Martínez, originaria de San Miguel Chimalapa, para celebrar el XX aniversario de Zandunga este 2022, restaurante en la capital oaxaqueña. 

Istmeñas, pero de diferentes zonas, comenzaron días antes las preparaciones: fogones pacientes para lograr el estofado y el relleno de puerco, lisas y lobinas secadas al sol antes de hornearse, guisos como el mole rojo removiéndose enérgicamente, espumas resultantes del cacao y maíz con güiechachi o flor de mayo como poema aromático y líquido en el bupu… la cocina aloja tantos universos y procesos, habla en muchos lenguajes, intensidades y sensaciones. Hubo colectividad, y a la vez, particularidad. 

“Sin duda alguna creo que la cocina abre corazones (…) He seguido aprendiendo de las cocineras, de mi mamá y toda la gente”, dice Aurora quien, durante su discurso, también agradeció a sus abuelas y abuelos, a sus personas ancestras y a la vez, a Marcos y Germán Jiménez, sus hijos y socios, y a su nieta y nieto, como presente y futuro. 

Aurora comparte que para su negocio viene “desplegar sus nuevas alas” con proyectos como la línea de productos, la tienda, la mezcalería y las clases de cocina, así como que sus hijos tomen las riendas y escriban los nuevos capítulos de Zandunga a su manera. Pero, para sí misma, quiere dejar salir a las otras mujeres que la habitan: la sanadora, la escritora, así como volver a la tierra, a platicar con sus paisanas, a investigar e ir sin prisa: “ya me toca disfrutar”. 

Durante el festejo, Flórida, Ofelia y Rosalía bailaban a falda revoloteada, mientras que Alma, Francisca y Esperanza disfrutaban en su mesa conversando. Su sazón no es lo único que habla por ellas: tienen personalidades diferentes, algunas son agricultoras, otras bordan, unas son comerciantes, pueden ser o no esposas, son tías, madres, hijas, en un largo etcétera de posibilidades.

El discurso del sacrificio es algo esperado de adentro y hacia afuera y visceversa, pero además de cocinar, también son mujeres con múltiples facetas y necesidades. Si existe un campo sujeto a romantización, generalización, violencias y cargas simbólicas y explícitas es el de la cocina y sobre todo, el de las cocineras tradicionales, aunque a la vez este es un espacio de libertad económica y para generar lazos con la otredad. 

Se les quiere maternales, amorosas, “guardianas”, “auténticas”, “guerreras”, así entre comillas, porque dudo del uso de esta triada cuando no viene de ellas mismas el nombrarse así ya que las más de las veces son instituciones o intermediarios quienes afianzan esa narrativa idílica, de tokenismo, a favor de intereses y usos folklóricos que ni por error toman en cuenta las desigualdades de género, sociales y étnicas. 

Cada una puede identificarse o no con esos adjetivos: las hay tímidas, extrovertidas, enérgicas, tranquilas… me gusta escucharlas, observar que cada quien tiene su temperamento e ideas: escucharlas con atención implica saber eso. De nuevo, generalizar no ayuda a comprender contextos, de ahí que repetirlo sea necesario. 

Fotografía: Las Quince Letras.

También Las Quince Letras cumplió tres décadas este año. Durante el evento, Celia Florián expresó que ha dedicado su vida entera a este negocio junto con Fidel Méndez, su esposo. Cocineras de diferentes regiones oaxaqueñas como Anel Hernández, Hilda Guzmán, Elena Sánchez, Gladys Calvo, María Ruiz, Lucía López, Rosario Cobos, Zoila Palacios y Elizabeth Monter ofrecieron sus platillos como parte de la relación que han generado con esta restaurantera.  

Al platicar con Celia considera que de los mayores aprendizajes que ha tenido es la sororidad de las mujeres de su tierra en todos los aspectos: “podemos sumar, somos un frente muy poderoso. Ver como la infancia de mi mamá fue tan difícil y saber cómo hemos crecido me llena de orgullo”. Su local vive cambios como certificaciones sustentables, así como trabajan en un huerto: “para que pueda tu negocio crecer, no te puedes enfadar de servir, eso es una constante”.

Personalmente, mis aprendizajes sobre perspectiva de género han cambiado no solo a nivel teórico sino personal: la experiencia te hace apreciar detenidamente algunos temas gracias a lo acuerpado, a fin de ofrecer textos y reflexiones que salgan de la tóxica y limitada visión del empoderamiento, de los afanes etnicistas y nacionalistas, del girl power privilegiado y acrítico o del absurdo separatismo de quién sí puede nombrarse como mujer o quien no. 

Hay una idea que quiero compartir, tal vez te haga sentido: entender que cada mujer tiene devenires y deseos individuales es parte de buscar discursos más amables, menos cerrados y diversas maneras de construirlos. bell hooks escribió en el ensayo “¿Acaso no soy mujer?” lo siguiente:

“El feminismo no es simplemente una lucha para poner fin al machismo ni un movimiento para asegurar que las mujeres tengan derechos iguales a los de los hombres; es el compromiso con la erradicación de la ideología de dominación que permea la cultura occidental en varios niveles -sexo, raza, clase, entre otros- y el compromiso a reorganizar la sociedad […] para que el desarrollo individual de las personas predomine sobre el imperialismo, la expansión económica y los deseos materiales”.

Precisamente, el patriarcado homologa. Como apunta Marcela Lagarde en “Claves feministas para la autoestima de las mujeres”: la democratización de la sociedad civil y del estado, una cultura del diálogo e interlocución y el respeto a las libertades individuales crean condiciones para la eliminación de formas de opresión. Buscar eso en Oaxaca es fundamental pues ahí se repite que hay “matriarcado”, pero eso solo es un instrumento machista más, en una realidad donde, durante el sexenio de Alejandro Murat, hubieron 700 feminicidios y las familias siguen en espera de justicia.

Finalizo con esta reflexión de la socióloga Paloma Villagómez: las experiencias no son historias lineales y definitivas, existen claroscuros y subjetividades que se desdoblan en varios aspectos, unos negativos, otros positivos. Muchas encuentran realizacion, prestigio, reconocimiento, redes, formas de vincularse, orgullo y satisfaccion al tener un ingreso personal, al cocinar fuera de su hogar como quehacer. Por eso, me alegra profundamente saber que Aurora y Celia; cada una a su manera, se busque y construya su existencia y labor desde sus valores y motivos, que sus equipos y familias celebren sus logros.

Por Mariana Castillo Hernández