Contracultura pop | Pobre U2

Ciudad

La semana pasada hablábamos de la polémica que había causado en redes sociales y en algunos medios la participación de la banda irlandesa en el disco de Kendrick Lamar, a pesar del buen resultado. ¿Cuál es entonces el problema? Que U2 es un grupo tan odiado como amado

La banda U2 se ha ganado el desprecio de las nuevas generaciones que no solo ponen su mejor cara de guácala cuando se menciona a Bono y compañía, sino que además han optado por ni siquiera escuchar los brillantes discos que los convirtieron en uno de los grupos de rock más populares de todos los tiempos. No se puede decir que U2 sea la banda más odiada del mundo, pero sí es la más polarizadora.

Hay buenas razones para que el cuartero irlandés caiga mal. La primera es, según este humilde columnista, la más importante: sus discos recientes son espantosos. En particular, me atrevo a decir, el No Line In The Horizon, de 2009. Ni siquiera lo pude terminar de escuchar cuando llegó a mis manos. Tuve que salir corriendo al estéreo para detenerlo. El siguiente, Songs Of Innocence, de 2014, es un poco mejor. Sin embargo, al mundo le pareció putrefacto que Apple lo metiera en todas las librerías de iTunes sin preguntarle a sus dueños. Automáticamente, el álbum se convirtió en una especie de correo chatarra musical. Gracias, pero no gracias. Y quien pagó el precio de esta maniobra de mercadotecnia sin puntería fue U2. Las críticas fueron directo contra ellos; los iPhones se siguieron vendiendo como pan caliente, como si los de la manzana no tuvieran la culpa.

Otra de las razones para odiar a U2: Bono. Está empeñado en salvar al mundo, aunque nadie se lo ha pedido. Y, obviamente, siempre y cuando no se vea obligado a sacrificar su vida de billonario. Tiene, además, una bocaza épica. Es cierto que muchas veces habla con una lucidez trascendental, pero también es capaz de decir tonterías sorprendentes. En una cena durante su última visita a México —esto no me lo contaron, estaba ahí— se le escuchó decir que el entonces presidente Felipe Calderón (a quien Bono había conocido horas antes) le parecía un hombre brillante, sensible y de buen corazón. Por ejemplo.

Se le acusa de presumido, pomposo y grandilocuente. Son adjetivos que no le van mal a ninguna estrella de rock. Salvo a una que se quiere hacer pasar como santurrón.

Y los millennials son quienes más odian a U2. Quizá en parte porque fue el grupo favorito de la generación que los antecedió. Pero estoy seguro que también porque no le han dado una oportunidad a los mejores álbumes del grupo. Se han perdido el postpunk rabioso del Boy. Los himnos inocentes de War. Sus obras consagratorias hechas de la mano de Brian Eno, The Unforgettable Fire y The Joshua Tree. Y, por supuesto, los discos en los que hacen alarde de su capacidad de reinvención (los favoritos de su servibar): Achtung Baby y Zooropa. Quizá si les dieran una oportunidad todo sería diferente.