“La pasión me sacó adelante”: Horacio Franco

Ciudad

El músico habla sobre sus años de formación, sus jornadas de trabajo y los puntos de coincidencia entre la música barroca y la tradicional

Con más de tres décadas de trayectoria, no es gratuito que Horacio Franco sea conocido como “el mejor flautista del mundo” y una de las principales figuras de la música clásica contemporánea en el país. El dominio de la flauta dulce, su interés por los maestros del Barroco y la música tradicional mexicana son elementos inconfundibles en el trabajo del concertista.

Entre sus principales influencias, el músico enlista a “Bach, Vivaldi, Monteverdi —el genio de genios, el más revolucionario y consumado compositor del siglo XVII—, Telemann, Händel y Rameau”. Así como los holandeses Walter van Hauwe y su maestro Frans Brüggen, “quienes me dieron la identidad musical actual”.

Tuviste una formación extremadamente precoz, ¿me cuentas cómo fueron esos primeros años?

En realidad, descubrí mi talento a los 11 años, una edad tardía si, por ejemplo, mi instrumento hubiera sido el violín o el piano. Mi caso no es el del niño prodigio de cinco o seis años, y lo que me sacó adelante fue una pasión que me llevó a tratar de comerme el mundo. Mi vida musical y mi carrera comenzaron muy rápido. A los 13 años entré al Conservatorio Nacional de Música, y a los 16 fui nombrado como el maestro más joven que ha tenido el conservatorio. A los 17 tomé mis ahorros y me fui a Holanda, un viaje planeado con poca anticipación. Walter van Hauwe, el mejor maestro del mundo, me aceptó como alumno. Podría decir que me preparé para ir con el mejor maestro del mundo y aprendí mucho de la metodología de los holandeses, lo cual me ha permitido vivir la vida con muchísima congruencia. Creo que en mi vida nunca he sacrificado nada y desde muy pequeño la he pasado muy bien. Siempre he sido consciente de lo que hago, por eso nunca la he pasado mal por ser gay o por ser músico.

¿Cuáles son tus jornadas de trabajo?

No funciono muy bien en la noche, soy una persona diurna, por lo que prefiero trabajar por la mañana. Desde que era estudiante fui igual de tempranero (llegaba, por ejemplo, a las siete de la mañana para ganar salón). Mi jornada de estudio siempre ha sido sagrada. Llevo más de 30 años estudiando diario, muy temprano, como estos monjes benedictinos que se paran a rezar durante horas. En mis años mozos estudiaba 7 u 8 horas diarias. Ahora estudio menos porque ya tengo mi técnica dominada. Mis horas de tocar flauta las comparto con mi carrera como director.

¿Tienes algún ritual?

No hay ningún ritual. Lo único que experimento es una sensación de gozo profundo y placer al salir al escenario, porque la incertidumbre respecto a cómo sería ese concierto ha terminado y los obstáculos que implica una pieza por sí misma han sido vencidos. Al final, en todos los conciertos uno está caminando sobre la cuerda floja.

A partir de tu exploración musical, ¿has detectado un punto de coincidencia entre la música barroca, las folías, y la música tradicional?

Mucha de la música de danza del Barroco vino de música tradicional que se bailaba en las cortes. La llamada Chacona es una danza que se bailaba en México, en el pueblo de Chacona, y está comprobado que es de origen novohispano —la bailaban indios y esclavos y estaba prohibida por la Inquisición—. Estas músicas clandestinas siguieron en México y se relacionan con el son jarocho. La Inquisición prohibió las danzas del Nuevo Mundo, pero, al hacerlo, provocaron que los europeos las refinaran y capitalizaran su influencia musical de una manera fenomenal. Es muy probable que la zarabanda, la Chacona y la folía provengan de la Nueva España. Las folías, particularmente, eran bailadas en Canarias por hombres vestidos de mujer, mientras que aquí dicha práctica estaba prohibida bajo pena de muerte.

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Fotos: Antonio Saldaña