Bernardo Esquinca y su interés por el lado oscuro de la CDMX

Ciudad

El lado oculto de la Ciudad de México, la escritura de Carne de ataúd y los autores que más lo han influido son algunos de los temas que aborda Esquinca

 

La tercera y más reciente entrega de la saga sobre el periodista de nota roja Eugenio Casasola, Carne de ataúd, fue publicada durante el 2016 bajo el sello de editorial Almadía. En marzo de este año, también se reeditó La octava plaga, cuya primera edición se lanzó en 2011; a caballo entre el policíaco y el terror, esta novela es el inicio de uno de los proyectos narrativos más ambiciosos del escritor nacido en Guadalajara.

¿Cuánto tiempo te tardaste en escribir Carne de ataúd?

Entre el proceso de investigación y el trabajo en el primer manuscrito, Carne de ataúd me llevó alrededor de un año. Creo que uno debe permitir que los libros descansen; el hecho de ponerles punto final y corregirlos no significa que se los puedas enviar al editor. Antes de entregar la versión final, procuro que mis novelas reposen durante al menos un año para que la trama se asiente.

Carne de ataúd es una mezcla entre la novela histórica y el género fantástico. La historia ocurre en la época del Porfiriato, al final del siglo XIX y al principio del XX. Como marco de fondo, tomo la figura de Francisco Guerrero Pérez “El Chalequero”, un asesino serial que vivió en aquel tiempo. En esta novela me interesó mucho abordar algunos personajes históricos. Por ejemplo, también aparece Julio Ruelas, un artista de espíritu romántico, atormentado por sus fantasmas. Ruelas se prestaba, por la edad que tenía en el lapso de tiempo en que sitúo la historia, para ser amigo de Eugenio Casasola, el protagonista, y llevárselo de farra a prostíbulos y pulquerías; funcionaba muy bien como el personaje que lo inicia en los bajos fondos.

Creo que te obsesiona un México oculto, donde puede pasar cualquier cosa.

Sí, una de mis obsesiones es el Centro Histórico: he vivido y trabajado ahí. Mi manera de vivir la Ciudad de México es caminar, dejándome tentar por el influjo de sus edificios, calles y recovecos, y, por supuesto, me fascina la pátina de historias y misterios del Centro. Tomando en cuenta el tipo de literatura que hago, ligada a lo sobrenatural y lo fantástico, se trata del escenario ideal para situar a mis personajes.

En términos generales, mi obra gira en torno a dos obsesiones: la Ciudad de México y lo secreto.

Si nos referimos al plano personal, yo no tengo un don para vivir experiencias sobrenaturales. Por fortuna, ya que soy bastante miedoso, no se me aparecen presencias. Sin embargo, el tema me llama mucho la atención y, cuando conozco a personas que me cuentan vivencias de este tipo, las incorporo a mi literatura, añadiéndoles un par de elementos que saco de mi propio sombrero de mago. En mi caso, la imaginación consiste en meter la mano adentro de ese sombrero y sacar, de vez en cuando, algún conejo muerto.

Bernardo Esquinca, autor de las novelas "Carne de ataúd" y "La octava plaga"

 

¿Qué escritores nombrarías como tus mayores influencias?

He releído muchísimas veces El principio del placer, de José Emilio Pacheco; sus cuentos son memorables: “La fiesta brava”, por ejemplo, es el primero en el que aparece el Metro de la Ciudad de México; “Langerhaus” es una magnífica historia de terror, y “Tenga para que se entretenga” es un clásico que hasta los taxistas cuentan como una leyenda urbana.

También me gusta mucho Los días enmascarados, el primer libro de Carlos Fuentes. Sin embargo, hay dos nombres que para mí son fundamentales: Amparo Dávila y Salvador Elizondo. A Dávila la descubrí durante la adolescencia y me causó una gran impresión, mientras que Farabeuf, de Salvador Elizondo, me traumatizó —y lo digo de manera literal—.

Farabeuf es una novela en la que Elizondo hizo un trabajo de lenguaje muy profundo. Significa un reto para el lector-espectador, puesto que habla de tortura, amputaciones, procesos quirúrgicos y erotismo transgresor. Se trata de una narrativa obsesiva donde todo gira en torno a un mismo instante, y es una de las novelas más originales en la historia de la literatura mexicana. Durante un tiempo intenté, iluso, emular la obra de Elizondo, pero afortunadamente me di cuenta de que no debía hacerlo.

Del lado anglosajón, me interesan Edgar Allan Poe, Arthur Machen, J. G. Ballard, Stephen King y John Connolly.

¿Y qué escritores jóvenes te interesan?

Estoy consciente de que hay un gran número de nombres por descubrir, pero puedo mencionar a dos ensayistas que me parecen verdaderamente talentosas: Jazmina Barrera e Isabel Zapata. He sido secretario de Redacción en un par de números de la revista Tierra Adentro, y ellas son dos de las autoras que hemos invitado a colaborar. Sin embargo, creo que el mayor reto es hallar a esos escritores inéditos, cuya obra está esperando a ser descubierta.

 

 

Bernardo Esquinca recomienda tres libros:

El invierno del lobo, de John Connolly
Las chicas, de Emma Cline
Las mutaciones, de Jorge Comensal

Fotos: Cortesía Alejandra Pérez