Entrevista con Luis Felipe Fabre

Cultura

Hace algunas semanas, Luis Felipe Fabre publicó Escribir con caca, un ensayo que examina la vida y obra de Salvador Novo, a 43 años de su muerte.

El libro más reciente de Luis Felipe Fabre, Escribir con caca, aborda —a través de tres ensayos y una obra de teatro en verso— algunas escenas fundamentales en la vida y la poética de Novo bajo una luz escatológica; en él, Fabre también analiza la compleja personalidad y algunas facetas a las que se les ha prestado poca atención en la obra del autor de Nueva grandeza mexicana.

Al margen de lo polémica que fue la figura de Novo, ¿qué diferencia su obra en el panorama de la poesía mexicana?

En cierto sentido, Novo ha sido relegado frente a otros poetas cuya obra se acerca más a lo que en México es considerado como poesía. Una diferencia que se podría acentuar debido a que Novo tiene una conexión fuerte con la poesía norteamericana y, además, creció en el norte del país, hablaba muy bien inglés, hizo traducciones e incluso preparó una antología de poesía norteamericana cuando era joven. Aunque todos estos factores lo hacían provenir de otro tipo de escuela, también fue un gran lector de poesía clásica en castellano.

Pero, sobre todo, en el trabajo de Novo hay una desconfianza básica ante la poesía. Al leer a los demás integrantes de los Contemporáneos, se nota una mayor confianza en las posibi- lidades de la lírica. Por el contrario, Novo desconfía de la trascendencia y la posibilidad de sostener un decir poético; en esa desconfianza radica el punto de quiebre que lo distingue del resto.

“Hay poemas de Novo que hacen que el lector ponga en tela de juicio si lo leído es un poema o no. En ese sentido, el descreimiento hace de Novo un autor mucho más moderno”. Luis Felipe Fabre

¿Cómo se conecta la obra de teatro “Novo en el Mictlán”, última sección de Escribir con caca, con los demás ensayos del libro?

En realidad, el libro se acaba en la tercera sección, pero me interesó llevarlo un poco más allá —un salto de lo predecible a lo improbable—: si los tres ensayos se ocupan no solo de su obra, sino de tres momentos distintos de su juventud, su madurez y su vejez, en la cuarta sección la figura de Novo es llevada más allá de la muerte.

Se trata de una idea inspirada un poco en Berlin Alexanderplatz, de Fassbinder: cada capítulo de la serie va siguiendo el argumento de la novela de Alfred Döblin, pero el último es un delirio o una visión onírica de Fassbinder, donde se desmonta todo lo construido en los episodios anteriores. Fassbinder, que siempre transgrede los límites, lleva la historia a un punto impensable.

Es muy curioso ver cómo, de haber sido alguien en contra de los ideales políticos heredados del Porfiriato y la Revolución, Novo terminó siendo un aliado del poder.

Es innegable que a Novo siempre le gustó el poder. Sin embargo, no se trata de un caso exclusivo: los estridentistas, por ejemplo, estaban aliados con el general Heriberto Jara, quien fuera gobernador de Veracruz y tuviera la intención de convertir a Xalapa en “Estridentópolis”.

Lo particular de Novo es que fue un escéptico ideológico y no creía en los dobles discursos revolucionarios. Al mismo tiempo, tuvo que soportar los prejuicios de una izquierda muy machista que, en ese sentido, no era muy distinta a la derecha. Los valores modernos de la izquierda son bastante recientes, y bastaría recordar los campos de trabajo para homosexuales en Cuba como confirmación de ello.

En ese entonces, hubo peticiones de escritores cuyo objetivo era retirarle los cargos públicos a Novo y otros homosexuales. Había una homofobia rampante que, supongo, lo hizo reaccionar. En la izquierda mexicana contemporánea aún existen ciertos machismos tradicionales.

Sin embargo, el ámbito de Novo es un poco más amplio: la gente de Pancho Villa fusiló a su tío, su casa familiar fue saqueada… sucesos, que, según mis especulaciones, son el origen de su desconfianza hacia los movimientos revolucionarios.

¿Crees que eso también podría justificar su búsqueda de poder?

En el caso de la Revolución sucede algo particular: por lo general, los artistas de vanguardia vinculados a movimientos sociales aparecen antes de las revueltas. En el futurismo ruso, Mayakovski surge para tirar a los zares. Unos años después de que se instaurara la Unión Soviética, Maya- kovski decidió suicidarse, decepcionado.

En el caso de Novo fue al revés: primero sucedió la Revolución y posteriormente llegó el arte de vanguardia. En México, la Revolución fue tan pronta que entender y juzgar dicho fenómeno puede ser más complejo de lo que parece. A Novo le tocó ver la cara horrible de la Revolución, lo cual —especulo—lo llevó a ser más conservador en sus posiciones políticas. No justifico que le encantara el poder, solo intento comprender por qué desconfiaba tanto de todo aquello con tintes de izquierda.

 

Diez imperdibles de Luis Felipe Fabre

Epopeya de Gilgamesh (edición del Colmex)

El rey Lear, de William Shakespeare (traducción de Luz Aurora Pimentel y Jesusa Rodríguez)

Poesía de San Juan de la Cruz

Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz

Rimbaud el hijo, de Pierre Michon

Autobiografía de Rojo, de Anne Carson

En suelo incierto, ensayos (1990-2006), de Eduardo Milán

Ruido, de Alejandro Albarrán Polanco

Nunca cambies. Poemas 2000-2010, de Inti García Santamaría

Fiat Lux, de Paula Abramo