Entre lo público y lo doméstico, el espacio es un campo de diálogo donde la arquitectura fortalece el tejido social y responde a necesidades profundas
La arquitectura, esa disciplina que va más allá de diseñar edificios o proyectar construcciones, es también la responsable de crear escenarios donde se tejen relaciones, se produce comunidad y se transforma lo social a través de lo cotidiano. En la CDMX, los espacios públicos incontables veces se disputan y los entornos habitacionales marcan desigualdades, por eso pensar la arquitectura como un arte y una práctica que imprime su huella en lo más profundo de nuestros espacios es pertinente pero además, urgente.
Rozana Montiel, arquitecta mexicana reconocida a nivel internacional, ha dedicado su carrera a explorar justamente esta dimensión social de la arquitectura. En sus proyectos trabaja con espacios públicos, proyectos privados, diseño de exposiciones, instalaciones y publicaciones para dialogar con las personas, los contextos y las necesidades reales; gracias a esto, logra proponer otra forma de habitar el espacio que sea más consciente y más humana. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de platicar con ella para Chilango Diario.
¿Cómo puede la arquitectura responder a crisis como la contaminación o la desigualdad urbana?
La arquitectura debe actuar desde una conciencia ética, estética y crítica. Para enfrentar la contaminación o la desigualdad, primero hay que mirar el contexto y desdibujar barreras. Redibujar el espacio, resignificar los materiales y trabajar con la temporalidad son formas de responder a problemáticas complejas desde una arquitectura que construye relaciones, no sólo edificios.
Tu trabajo transforma lo cotidiano en arquitectura. ¿Qué lugar tiene lo doméstico en tus proyectos públicos?
Lo doméstico no es sólo lo íntimo o lo privado, es el inicio de una red de configuración de cuidados y de bienestar. Busco hacer que lo ordinario se transforme en algo extraordinario a partir de la observación. Me interesa explorar los tiempos del espacio y sus emociones. Hacer lugar es también tejer escalas: de lo pequeño a lo colectivo. Lo doméstico es atmósfera, pero también estructura simbólica que resignifica cómo habitamos juntos.
Has colaborado con Instituciones públicas distintas, como SEDATU, INFONAVIT y el Gobierno de la CDMX, realizando proyectos sociales de distintas escalas, cuéntanos un poco en qué te has enfocado dentro de ellos.
Nos enfocamos en liberar el potencial de un espacio para convertirlo en lugar. Eso implica buscar contenido en el contexto, transformar barreras en horizontes, resignificar materiales y trabajar con procesos comunitarios. No diseñamos para imponer formas, sino para abrir posibilidades de apropiación y uso libre. El diseño se convierte en una forma estratégica de escuchar y actuar colectivamente, construyendo ciudad con la gente, no sólo para ella.
Desde lo artístico hasta lo urbano, ¿cómo has hilado tu cuerpo de obra y sus derivas?
He transitado entre disciplinas y escalas partiendo de la observación. Me interesa la mirada activa, la que anota, colecciona, transforma. Mi obra se ha nutrido del andar, de lo encontrado, del azar y de lo lúdico.
Diseñar la transformación

“Creo en la arquitectura como una práctica en constante acción. Cuando representas algo, ya estás transformándolo. En una ciudad como la CDMX, la arquitectura puede convertirse en un artilugio sensible, una herramienta transformadora del entorno. Quienes diseñamos no sólo damos forma a espacios físicos, también construimos narrativas y abrimos posibilidades de futuro. Me parece que la belleza es un derecho básico y que el diseño puede ser una vía para dignificar la vida cotidiana”, opina Montiel.