Cooperativas de vivienda se instauran en la ciudad. Arte por Michel Laris

Compartiendo el hogar

Especiales

En la ciudad hay cinco cooperativas de vivienda, donde sus habitantes no pueden vender ni rentar y la construcción le pertenece a todos.

ARTE: MICHEL LARIS

Urzula Raviela es una joven que vive en Cuchilla Pantitlán. Como ella, 48 familias conforman la cooperativa habitacional Guendaliza’a. Al principio, no tenían idea de lo que se trataba una cooperativa. Posteriormente, con el intercambio comunicativo con cooperativistas de Uruguay y con el bagaje de experiencias como Palo Alto, una de las primeras en la Ciudad de México,  estas familias se organizaron para trabajar bajo el esquema de producción social del hábitat.

Es decir, no se trataba sólo de conseguir una vivienda, sino de generar un cambio educativo, social y de convivencia en el barrio.

Como modelo de vivienda, las cooperativas ofrecen una alternativa a las familias que no sólo buscan un lugar donde vivir, sino ejercer un cambio en su colonia y en su convivencia barrial y evitar cuestiones como la especulación inmobiliaria.

“El precio de las viviendas lo define la misma cooperativa, no el mercado”, explica Jerónimo Díaz, de Habitat International Coalition (HIC), organización que trabaja de la mano con las cooperativas.

Este mecanismo asegura que las viviendas sean utilizadas como hogar de las familias, en vez de ser rentadas o vendidas a precios especulativos, o como dice Jerónimo Díaz: “Es un candado a los procesos de especulación”.

Al no poseer la propiedad individual, las familias firman un contrato para usar las viviendas, mismo que se puede heredar a sus familiares, siempre y cuando pertenezcan a la cooperativa.  Sin embargo, esto no ha evitado que Palo Alto se haya visto asediada por el interés de inmobiliarias que buscan apropiarse de este terreno —que se encuentra en medio de Santa Fe—. Tampoco ha evitado tensiones entre cooperativistas que están dispuestos a vender sus viviendas y aquellos que defienden su permanencia.

Guendaliza’a, al igual que Tochán, en Azcapotzalco; Guerrero, en la colonia del mismo nombre, Palo Alto, en Santa Fe y Uscovi, en Iztapalapa, son algunas de las cooperativas de vivienda que existen en la ciudad. Unas, como Palo Alto, se constituyeron en la década de los setenta. Otras, como Guendaliza’a, tienen apenas unos años de existir y actualmente buscan conformar una Federación de Cooperativas de ayuda mutua, como ya existen en el sur del continente y en Centroamérica.

El derecho a la ciudad

La primera cooperativa, Palo Alto, nació hace 44 años, cuando trabajadores de la mina de arena de Santa Fe lograron adquirir, tras una batalla legal, los terrenos donde habían trabajado y vivido hasta que la mina dejó de ser rentable, y construyeron sus viviendas bajo un esquema donde las escrituras no eran individuales, sino que estaban en nombre de la colectividad.

Después de Palo Alto, comenzaron a surgir otras cooperativas en la Ciudad, con el impulso del Fondo Nacional de Habitaciones Populares, aunque algunas no sobrevivieron al paso de las décadas. Y de acuerdo con Jaime Rello, del Movimiento Urbano Popular (MUP) y la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata, no fue sino hasta 2010, con la firma de la Carta por el Derecho a la Ciudad, que los movimientos habitacionales plantearon un giro en su manera de funcionar.

“Ya no queríamos centrarnos en la vivienda, sino en el espacio público”, explica Jaime Rello.

De este interés se desprendieron programas como el Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial. Además, con el apoyo de HIC se realizaron pasantías y talleres con cooperativistas de Uruguay para intercambiar experiencias sobre las cooperativas.

De esas pasantías justamente surgió Guendaliza’a. Urzula Raviela, una de las jóvenes cooperativistas, explica que el modelo de propiedad colectiva, autogestión y ayuda mutua la animó junto a sus vecinos a conformar su propia cooperativa para construir viviendas que no pertenecieran a particulares, pero que todo integrante tuviera derecho a su uso y disfrute.

“Parte de la dinámica de las cooperativas es reducir costos, pues sus integrantes tienen una participación importante en la construcción”, dice Jerónimo Díaz.

En los tiempos de la construcción de Guendaliza’a, todos los vecinos se involucraron con labores de limpieza, colación de cemento, transporte de materiales y vigilancia. Además, en diversas asambleas los vecinos y el arquitecto del proyecto determinaron cómo serían sus departamentos sin la imposición de constructoras.

Figura legal

Los cooperativistas, sin embargo, han enfrentado un problema: la ley sólo distingue tres tipos: producción, ahorro, y préstamo y consumo. No toma en cuenta a las cooperativas de vivienda, que desde hace décadas funcionan en la ciudad amparadas bajo la figura de Sociedad de Consumo.

Esto les ha acarreado algunos inconvenientes, como impuestos por ser sociedad de consumo, cuando, en la práctica, no lo son y la imposibilidad de obtener un crédito de forma colectiva pues, por ejemplo, el Instituto de Vivienda únicamente otorga créditos individuales, por ello el MUP, Guendaliza’a y otros proyectos, buscan implementar la figura de Cooperativa de Vivienda en la ley federal de Cooperativas.

En cifras:

  • 1974 fue el año en que se construyó Palo Alto, la primera cooperativa en la CDMX.
  • 2014 fue el año en que se construyó Guendaliza’a, la cooperativa más joven que hay en la CDMX.
  • 5 cooperativas como estas existen, al menos, en la Ciudad de México.