DJ’s mexicanas: ellas son el alma de la fiesta

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Productoras y gestoras, estas DJ’s mexicanas han llevado la vida nocturna a un espacio de seguridad y diversidad; también ellas empujan la vanguardia sonora de la ciudad.

Por Diana Delgado, Mariana Limón, Dulce Ahumada y Jesús Pacheco

Ellas hacen suya la fiesta. En ocasiones como ésta, cuando las luces fosforescentes llenan el aire, la noche es de estas DJ’s mexicanas. Se trata de la sala de Mooi Collective, un loft industrial ubicado en un tercer piso de la Doctores, acondicionado como galería y espacio de fiestas. Esta madrugada, detrás de la tornamesa, Irma Ruiseñor tiembla; ansiosa, mantiene a todos hipnotizados mientras mira el disco que gira y gira, tan tímida que no puede levantar la vista. Le bastaría echar un vistazo a la gente, dice, para echarse a correr.

Algo ha pasado en la ciudad durante los últimos años. La electrónica siempre estuvo allí, pero ahora parece que algo hubiera explotado. Así lo percibe ella. Quizás es la violencia, el odio, el miedo a tope. A veces, Irma cree que la fiesta nos sirve como un desfogue, una manera de equilibrar la vida con la muerte: “Estamos en un momento caótico y catártico, creo que con la música estamos sacándolo todo”.

DJ’s mexicanas: no somos una moda

Antes de empezar a tocar, Cami Muriedas, “Phaedra”, besa una pequeña bolsa tejida que le enviaron de Perú. Dentro guarda una semilla, un ámbar y un cuarzo; también cinco USB llenos de música. Es uno de sus rituales. Porque Phaedra es obsesiva. A sus 22 años, sabe que la perfección depende de ello. Por eso, a cada lugar donde se presenta, llega por lo menos media hora antes. Necesita observar los movimientos de la gente, su ropa, el contenido de sus vasos, la forma en que el sudor corre por sus pieles. Descifrar el beat la noche para lograr hacerlo explotar.

Entró al mundo de la música desde la adolescencia. Una niña DJ, se nombra a sí misma. Acapulqueña de origen, vivió en Montreal entre los nueve y los 16 años, y solía falsificar identificaciones para colarse a los raves donde conoció lo mejor del techno y los principios del future garage. Fue a su regreso a México cuando conoció también la confusión: aquí la escena electrónica apenas existía y ella pasó varios años intentando entender dónde estaban todos. “En esa búsqueda me encontré con Índigo y su proyecto Ensamble, él me fue guiando y hasta ahora sigo siendo parte de su roster”.

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Hoy Phaedra ha cerrado presentaciones de artistas de todo el mundo. Todavía, de vez en cuando, la desazón regresa. En una de sus últimas presentaciones, la indiferencia del público la dejó harta: “Creo que más bien me invitaron porque soy niña y alguien les habló de mí. Ese es un tema que no me late: hay quienes hacen fiestas donde tocan puras niñas y así las promueven. Me parece que abusan de ese recurso”.

Se trata de un arma de dos filos. En la mayoría de los festivales suelen predominar los artistas masculinos, relegando a los peores escenarios a las mujeres y reduciéndoles el pago; las fiestas de solo mujeres pueden ser un intento por dar visibilidad y empoderarlas en la industria, o bien una herramienta obvia para atraer determinado público. “Eso de que te paguen hasta un 40% menos sí pasa —cuenta Phaedra—. Es difícil tener credibilidad siendo tan joven, pero me lo he ganado. No soy solo una niña que se puso de moda”.

Celos profesionales

Jessica Audiffred está considerada entre los 100 DJ’s más exitosos del mundo y es de las DJ’s mexicanas más reconocida. Chilanga de nacimiento, no hay club en donde no haya tocado, un caso extraño en un ambiente aún considerado masculino. Inició su carrera hace siete años, trabajando para una marca de computadoras: “Estaban haciendo un casting de niñas DJ’s. Yo apenas tenía tres meses tocando, pero, por alguna razón, me quedé”.

En este tiempo, uno de los principales problemas son los celos profesionales: las mujeres son las que más tienen que lidiar con ello. Por cada mujer en la escena, dice, existen 100 hombres que, por su trayectoria o su trabajo, sienten que merecen más ese lugar. “Al principio es fácil: te contratan porque eres niña y bonita, sí. Pero luego, si la cagas, no te contratan más. Es tu responsabilidad como mujer mantenerte y que sepan que estás ahí por tu talento”.

DJ’s mexicanas, las encargadas de armar la fiesta

Lucía Anaya —conocida en la escena como Uchi o DJ Derre Tida— recuerda haber visto el documental The Punk Singer cuando era adolescente. En una escena, durante un concierto, la cantante Kathleen Hanna, líder de la banda punk Bikini Kill, le pide a todos los asistentes hombres replegarse hacia la parte trasera del lugar para dejar a las mujeres disfrutar el concierto cerca del escenario: un espacio que, en la escena punk, suele ser acaparado por el slam masculino.

“Me inspiró mucho esa película. Creo que cuando eres joven necesitas esos referentes: mujeres que hagan música y que lo hagan de manera increíble, sin pedir permiso, porque no hay que pedir permiso. Cuando comienzas a hacer electrónica lo haces con miedo, porque te han enseñado a temer a la tecnología. Y es importante eliminar eso”.

Desde hace un año, además, Uchi trabaja en Dislocada.org, una plataforma que busca reunir toda la información existente de artistas, productoras, músicas, ingenieras de audio y cualquier mujer relacionada con la industria del sonido en Latinoamérica. “Se trata de un intento por visibilizar el talento femenino en todo el continente, de quitar el miedo a las chicas por crear un proyecto, tejer redes entre ellas”.

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