La mujer de las mil voces

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Como actriz de doblaje, Liliana le da vida a personajes memorables y es parte de una industria que se resiste a desaparecer

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

Quien recuerda a Carlitos, —el pequeño de lentes, cabello anaranjado y que hablaba como si tuviera gripa todo el tiempo— es porque seguramente vio alguna vez la famosa caricatura Aventuras en pañales (Rugrats, en inglés). Una de las series infantiles que conquistó a muchos chilangos a finales de los 90 y principios del año 2000.

Pero la frase “¡Woooodale, Tomy!” no la dice Carlitos. Esa famosa expresión es de Liliana Barba, quien con su voz impregnó el sello característico del pequeño tímido de brackets. Un personaje que la catapultó en el mundo del doblaje, además de sus 23 años de trayectoria como actriz de esta industria.

“Cuando me escuchan, me dicen: ‘Wow, tú eres Carlitos o tal y tal personaje… tú marcaste mi infancia”, expresa la actriz que ha sido también la voz de la Pata Daisy (Mickeymanía), Rod Flanders (Los Simpson), de Lizzie McGuire, la protagonista en la serie de mismo nombre, o Sango (Inuyasha), entre cientos más. Porque de eso se trata el doblaje: hacer de un dibujo o un personaje de ficción un ser que deje huella.

“Para mí es muy importante que las personas que ven una producción me digan ‘me hizo sentir feliz o me hizo llorar’. Pero si lo que ves y escuchas no te hace experimentar nada, te quedas vacío y piensas que solo fue una película palomera. No tiene sentido”, afirma con convicción la ganadora del premio Bravo, por la fidelidad que le dio al doblaje de Nola Rice, personaje de la película Match Point, del cineasta Woody Allen, y que es interpretada por la actriz estadounidense Scarlett Johansson.

Otro doblaje con causa
Pero Liliana Barba no solo tiene tiempo para hablar de sus éxitos más taquilleros. La actriz interrumpe la inercia de sus logros que ha obtenido por doblar la voz de Megan Fox o a Kyle de Southpark, y se acomoda para traer a colación otro aspecto del doblaje que pocos conocen. Deja de lado, por un momento, el glamour.
“Esta profesión también me ha permitido grabar audiolibros y cursos en línea que atienden las necesidades de personas con alguna debilidad visual o que están completamente ciegas”, dice Liliana, quien también dobla telenovelas provenientes de Filipinas, Turquía y de otras naciones. El doblaje, entonces, cobra un sentido de servicio y quita un obstáculo para ese nicho de la población imposibilitado por la visión para disfrutar una película, un taller o un libro, pero que se las arreglan para hacerlo a través del sonido. También, los analfabetas o personas de la tercera edad, grupos olvidados de la sociedad, se sirven del doblaje al escuchar la voz de los personajes en lugar de leer los subtítulos de las películas que provienen de otras partes del mundo. “Esta profesión comenzó con la intención de que los niños entendieran las películas infantiles que venían de otros países”, dice Liliana. Ese fue el origen y esta industria funcionó tan bien en México que se fue diversificando para cubrir las necesidades de públicos diversos.

Sin planes para desaparecer
La complejidad de esta profesión no solo se centra en reproducir diálogos en un idioma diferente al de su origen. El verdadero reto está en interpretar y estudiar al personaje. “Se trata de encarnar su perfil psicológico. Lograr que tenga alma propia. Y este compromiso lo asumen todos los actores de doblaje mexicano que, por cierto, tiene una enorme tradición y goza de mucho reconocimiento internacional”, dice. 


Las satisfacciones de su carrera no terminan en sus interpretaciones. Ella contribuye a que el doblaje nacional trascienda. “La mayoría de lo que hacemos en la ciudad se va para el centro y sur de América, porque es de gran calidad. Nuestras voces no solo se quedan en México o son para un solo canal. Millones de personas escuchan nuestro trabajo”. Un trabajo que se resiste a perder fuerza ante la diversidad de estudios de doblaje en otros puntos del continente.

“En América Latina también existe competencia para los ‘dobladores’ chilangos, pero la calidad de sus interpretaciones se sigue posicionando en la industria del doblaje, incluso por encima de las bajas tarifas que ofrecen países como Chile o Argentina, incluso de la preferencia de los denominados startalents —actores, futbolistas, cantantes, gente reconocida del mundo del espectáculo— que, por accidente o por gusto, incursionan en el doblaje. ¿Hay competencia? Sí, pero no nos llegan a la altura”, dice Liliana con voz firme.

La también locutora, madre y futbolista —como ella misma se define— detalla que al sur de la Ciudad de México se realiza el 90% del doblaje de toda la República. Un motivo por el que los chilangos deben sentirse orgullosos, ya que desde esta metrópoli emanan las voces de los personajes de producciones provenientes de países como Canadá, Estados Unidos, España o Japón.

“Los actores de doblaje no recibimos una recompensa inmediata como los aplausos después de una función de teatro. Tampoco un premio en los Óscar, pero tenemos el reconocimiento de la gente, porque trasciende nuestra voz no solo en las películas, también en las edades de las personas, como sucede con quienes crecieron viendo a Carlitos, que marcó la vida de muchos”, concluye.

En cifras:

  • 1,300 actores de doblaje han trabajado en empresas con operaciones en México.
  • 55% del doblaje transmitido en Latinoamérica se realiza en la Ciudad de México.
  • 150 pesos es el pago promedio en el doblaje por un loop o secuencia de 25 segundos
    de voz.