Ayudar a fuego lento

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Pinche gringo contrata a deportados de EUA. Platicamos con sus dueños y nos contaron por qué lo hacen y qué podemos aprender de quienes vuelven tras vivir en otra cultura.

Por Mariana Limón (@marianaliru)

Huele a mezquite y a carne sobre el fuego. Al entrar a este cuarto —al fondo, detrás de la barra y las mesas del restaurante— al cuerpo lo invade el calor y los ojos comienzan a parpadear más rápido. Las sensaciones se deben a las cinco parrillas negras que arden en este espacio, algunas a 200 grados centígrados. Aquí sucede la magia, al menos la que tiene que ver con la parte culinaria.

Pero el restaurante Pinche Gringo es mucho más que su comida: sí, se especializan en hacer BBQ inspirada en la tradición texana y, a la par, han creado una comunidad inclusiva que le da la bienvenida a cualquiera. Por eso, Pinche Gringo contrata a deportados de EUA, que fueron expulsados tras vivir en ese país de forma ilegal.

Los dueños son una mancuerna binacional: Dan DeFossey, neoyorkino, y Roberto Luna, chilango. Iniciaron este negocio en 2013, en la Narvarte, con un concepto que fusionaba la idea de un restaurante y un food truck. En realidad, antes de abrir Pinche Gringo BBQ ninguno de los dos tenía una gran relación con la comida. Dan, quien llegó a México en 2009, se dedicaba al ámbito de la tecnología (llegó a trabajar en Apple) y Roberto era músico y emprendedor. Describen este restaurante como una aventura desde el inicio.

Su negocio ha crecido. Hoy nos encontramos en la segunda sucursal del restaurante, Pinche Gringo Warehouse (Lago Iseo 296, col. Anáhuac). El espacio es amplio: una bodega que mide 3,500 metros cuadrados, con mesas alargadas de madera para los clientes y una barra de bar al fondo, además de un escenario para espectáculos al costado.

Lo que más llama la atención del lugar es un cuadro, de piso a techo, inspirado en la pintura Gótico Estadounidense, de Grant Wood, pero las cabezas de los granjeros fueron reemplazadas por las de una vaca y un cerdo. Otra pieza decorativa, más pequeña y sutil, es una bandera estadounidense pintada sobre un sarape que representa que la mezcla de nacionalidades no se limita solo a Dan y Roberto. Desde que comenzaron, Pinche Gringo contrata a deportados; han contratado a nueve deportados de EUA, actualmente siete siguen trabajando con ellos. En total, emplean a unas 50 personas.

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Una comunidad de trabajo diversa

“Lo que hacemos no es una estrategia y tampoco es nuevo”, cuenta Dan DeFossey. “Esto comenzó a hacer ruido porque hace unas semanas entrevisté a un candidato para un puesto de trabajo y me contó su historia. Me dijo que vivió en Estados Unidos por 27 años, tenía una familia allá y fue un ciudadano perfecto hasta que un día se pasó un alto; lo detuvieron y lo deportaron. Todo esto me hizo llorar; siento que como el pinche gringo, soy un representante de mi país y me siento responsable porque mis conciudadanos eligieron a un presidente que está separando miles de familias”.

La diversidad, explican Dan y Roberto, es clave para su negocio. Pinche Gringo contrata a deportados en su equipo de trabajo; además, se preocupan porque haya paridad de género, personas de la comunidad LGBT+ y con capacidades diferentes.

“Amamos la diversidad e integrar a diferentes personas. Hemos creado un espacio en el que cualquiera puede entrar y nos enorgullece mucho. Cuidar y hacer crecer a esta comunidad es lo más importante para nosotros”, agrega Dan.

Derribar muros: Pinche gringo contrata a deportados

Sucedió tras el triunfo de Trump en 2016, Dan lo recuerda perfecto. Al día siguiente escribió una carta pública en la que Pinche Gringo se comprometía a rechazar la xenofobia, el racismo y la división, así como a promover la sinergia, comprensión, cooperación y unidad. Parte de esa carta se encuentra pintada en la entrada de la sucursal Warehouse, se lee: “Amamos México, nuestro hermoso país”.

Después llegaron las medidas de deportaciones masivas y el restaurante aumentó el número de deportados contratados. Pero el trabajo de Dan y Roberto respecto a esta minoría va más allá de las contrataciones: han convertido al restaurante en un espacio seguro para los deportados, quienes, explica Dan, no son meseros, sino anfitriones de una fiesta. La música country predomina y el idioma es una mezcla entre español e inglés, la comida es una réplica perfecta de un BBQ texano en domingo y se celebran festividades como Thanksgiving y Halloween. Así, Pinche Gringo contrata a deportados y ha logrado crear un espacio que a todos les es familiar.

Además, los dueños cuentan que han aprendido mucho de ellos en el proceso. “Con los chicos que deportaron hemos visto que vienen con una cultura laboral increíble y son gente cálida, hermosa, superpoderosa”, cuenta Roberto.

“Yo cuestiono mucho las condiciones en las que vivían allá; por eso hacemos todo como dice la ley —seguro, prestaciones, vacaciones…— y les damos la oportunidad de renacer en su país, donde tienen acceso a la gente que los quiere, hablan el mismo idioma, son tratados como personas y tienen la oportunidad de crecer.

“Hugo (Hernández, de 38 años), por ejemplo, arrancó hace tres años en el área de comida y hoy ya es director de una sucursal. Yo, a todos los empresarios que conozco, les digo: ‘¡Atención! Esta gente es muy poderosa y hay mucho que aprenderles; abran sus puertas a este tipo de perfil y valórenlos, porque vale mucho la pena tenerlos como parte del equipo’”.

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