Ciudad de necios | Manual del chilango tramposo

Opinión
Necios que no respetan la más mínima regla de tránsito, pero quieren que se acabe la corrupción. Mienten, en realidad quieren que se institucionalice la trampa

¿Qué nos cuesta? ¿Qué chingados nos cuesta? Parece que mucho. Nos cuesta la vida, aunque por violar el reglamento de tránsito la perdamos. Preferimos atropellar que dejar pasar; más vale dar mordida, aunque perpetuemos la corrupción que (su-pues-ta-men-te) tanto nos indigna. Nos pasamos un alto antes que levantarnos más temprano para no ir con prisas. Es de valientes manejar borracho y es de chingonas manejar mientras se maquillan. Hemos democratizado las burlas a las leyes: si los de arriba lo hacen sin recibir castigo, por qué carajos voy a respetar yo un estatuto de circulación, por ejemplo.

Creo que precisamente son las reglas de tránsito las que pintan al chilango de cuerpo entero (“salvo honrosas excepciones”, como dice el clájico tabasqueño) y le dan una merecida fama de “más vale ser cafre a ser el pendejo que llega al final” o “más vale circular sin licencia que no circular”. Somos embajadores del “chilangazo”, que es básicamente hacer lo prohibido en las calles para sentirnos chingones y salirnos con la nuestra. Y todo esto no hace más que pervertir a nuestra ciudad. La pudre. Nos pudre. Y luego andamos de chillones por la violencia incontenible y la corrupción imparable.

¿Qué nos cuesta memorizar “No rebases el límite de velocidad”? Parece que mucho. Los chilangos somos reflejo de las empobrecidas (moralmente) instituciones de esta ciudad: lo que ellas son, somos en muchos sentidos; lo que ellas hacen, para bien y para mal, es el reflejo de lo que hemos hecho de nosotros y nuestras familias. Pero por algo se debe empezar para que el contagio, la viralización de las conductas ejemplares, sea la realidad que transforme la vida en nuestra ciudad. Ese algo es el respeto y la cortesía; el aliviane, pues. Respetar la velocidad es la primera regla de un Decálogo del buen conductor que promueve la Secretaria de Movilidad (eso de “movilidad” parece chiste en la capital del tráfico y el transporte impresentables). Parece un sueño guajiro verlo cumplido, pero me cae que, si lo hacemos, muchas cosas cambiaran. La segunda instrucción es “No manejar alcoholizado”, que por increíble que parezca, seguimos haciendo. El sentido común no debiera pedirnos a nadie cosas tan simples como no mensajear al conducir o respetar el metro y medio de los ciclistas, que, por increíble que parezca, nadie cumple.

“Los chilangos somos reflejo de las empobrecidas (moralmente) instituciones de esta ciudad”

Cuando digo que lo peor de los chilangos sale al volante, es justo apuntar que lo mejor también nos describe cuando la cortesía de un automovilista que llega a un crucero sin semáforo le lleva a ceder el paso al de junto para que cruce. El día en que el Estado Nana no nos tenga que decir que si ando en moto debo usar casco y en coche el cinturón, ese día nos graduaremos como ciudad más chingona. Más chingona que la conductora que obstruye el paso peatonal, que se pasa la luz amarilla o se estaciona en doble fila. El día en que no haya infracciones ni mordidas, los corruptos e ineptos en los gobiernos no tendrán trabajo.