Contracultura pop | El presente es de hologramas

Opinión

Los grandes músicos se mueren. Pero ni nosotros ni sus herederos podemos dejarlos descansar en paz. Pronto en un escenario cercano a usted, la escalofriante experiencia de ver a un difunto actuando en vivo y en directo.

El director, con la batuta, le ordena a la orquesta sinfónica que empiece a tocar. Cualquier persona más o menos familiarizada con la historia del rock puede reconocer la melodía que está sonando. En el centro del escenario aparece una leyenda, un hombre que poseyó una voz particular, hermosa e icónica, Roy Orbison, interpretando su más grande éxito, su canción emblema, “Pretty Woman”, o “Mujer Bonita”, como la han anunciado un millón de veces en Universal Estéreo. Pero hay algo raro en el video de alta definición que estoy presenciando en la pantalla de mi computadora.

Orbison, quien murió en 1988, luce un poco fuera de contexto. La iluminación, la calidad de la imagen, los encuadres de las cámaras son indudablemente contemporáneos. Es prácticamente imposible que esto se haya grabado en los 60, los 70 o los 80. Y es que no es Roy Orbison. Es un holograma. Una representación tridimensional del pionero del rock que, de acuerdo con la información que acompaña al video, saldrá de gira (ya tiene nombre: In Dreams: Roy Orbison in Concert). En el Reino Unido ya hay algunas fechas confirmadas y, según una nota que aparece en la revista Rolling Stone, el espectáculo se presentará de este lado del Atlántico en algún punto del otoño. La orquesta que acompaña al Orbison virtual —en el video y en la gira— es la Royal Philharmonic Orchestra.

Esto, obviamente, no se podría lograr sin la complicidad de los herederos. Su hijo, Alex, es el albacea de su legado. Ha dicho que se emocionó mucho cuando vio el proyecto y que ahora quiere que los entusiastas de su padre experimenten la misma sensación.

A este columnista le tocó estar en el festival Coachella cuando debutó el primer holograma —al menos hasta donde sé— de una estrella del rock muerta. Bueno, en ese caso fue una estrella del hip hop. Fue en abril del 2012. Snoop Dogg y Dr. Dre ofrecían un concierto único en el que no solo estuvieron de invitados Kendrick Lamar, 50 Cent y Eminem, entre muchos otros, sino que además durante cuatro temas contaron con un Tupac Shakur creado con efectos especiales. La sensación fue francamente incómoda. Era como estar viendo un fantasma. Y aunque soy gran entusiasta del fallecido rapero, no lo disfruté.

Desde aquel día se habló mucho de que otros artistas harían giras, que las compañías que han desarrollado la tecnología que permite revivir difuntos ya habían pactado con los guardianes de los derechos de Elvis, de Whitney Houston y hasta de Marilyn Monroe. Recuerdo haber leído que incluso uno de estos promotores aseguraba que ese solo era el primer paso y que, en un futuro no muy lejano, un Albert Einstein tridimensional brindaría clases de Física a alumnos de preparatoria.

Sin embargo, a la fecha, la única gira de este tipo que sé que se ha realizado fue el año pasado, protagonizada por el pequeño pero potente cantante de rock duro Ronnie James Dio. El segundo, por lo que se puede anticipar, será Orbison. Y yo, más que tener una opinión al respecto, pienso algunas preguntas cuyas respuestas no tengo: ¿Se les antoja ver a un muerto cantar? ¿No deberíamos dejarlo descansar en paz? ¿Por qué no podemos alejarnos del pasado? ¿Por qué tenemos esta necesidad de reciclarlo todo? ¿Por qué esta necesidad de volver a las cosas con las que estamos familiarizados en lugar de explorar lo nuevo? ¿No es un abuso de los familiares o herederos seguir explotando al artista? ¿Se debe uno olvidar de todo prejuicio, dejarse ir y disfrutar cuando le toque estar en un evento de esta naturaleza? ¿Para cuándo la gira de Jorge Negrete?

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