¿Algún día sabremos qué pasó en Nochixtlán?

Opinión
Por: Daniel Moreno

Ya van once días de los hechos ocurridos en Nochixtlán, Oaxaca, y seguimos sin tener idea de qué pasó.

Lo que está claro es que hay nueve muertos, luego de que la policía intentara desalojar a unos manifestantes –maestros o simpatizantes de ellos- que bloqueaban una carretera, lo que terminó en un enfrentamiento donde hubo de todo: detenciones, golpes, bombas molotov y armas de fuego.

Tenemos muy pocas certezas y una versión oficial, según la cual un grupo de personas “emboscó” a una policía desarmada y que, para defenderlos, recibieron el apoyo de un nuevo contingente de policías, éstos sí armados.

Pero no mucho más.

Podríamos decir que ya pasaron más de 600 días desde lo sucedido en Ayotzinapa y, en esa lógica, 11 días son muy pocos. Pero no hay peor escenario que acostumbrarnos a ello.

¿Falló el operativo policiaco? ¿Quiénes son los responsables y cómo van a pagar? ¿Quién dio la orden de disparar?

¿Existió ese “grupo extraño”? Porque de ser cierto, hablamos de un grupo que, según esta versión, atacó a manifestantes y policías, mató a ocho (uno más murió al estar operando un artefacto explosivo) y huyó sin ser visto. ¿Guerrilleros? ¿Crimen organizado? La falta de elementos para probar esta versión permite suponer que sólo se dijo para salir del paso.

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Lo que está probado –una larga investigación de Animal Político así lo deja en claro- es que hubo policías –federales y locales- disparando a civiles. También hubo mentiras claras en la versión oficial. ¿Quién permitió esto?

Hay, por si fuera poco, responsables políticos. ¿Por qué se ordenó un operativo un domingo, cuando hay un tianguis al que asisten cientos de personas?

Demasiadas preguntas sin respuesta.

Se supone que debemos estar tranquilos para ya se investiga lo ocurrido. El gobierno, nos dicen, investiga el fallido operativo del gobierno. ¿Alguien se queda tranquilo con esto? También está la Comisión Nacional de Derechos Humanos, aunque sus conclusiones no necesariamente serán aceptadas por un juez. Lo demostró el caso Tlatlaya, donde la CNDH dijo que soldados ejecutaron a presuntos delincuentes que ya se habían rendido, pero un juez liberó a los responsables.

La negociación política no puede sepultar el caso. Es decir, en aras de recuperar la tranquilidad no podemos olvidarnos de los muertos. No importa si los responsables son policías, guerrilleros o maestros.

¿Quiénes son los responsables? ¿Quién pagará, penal y políticamente? ¿Los muertos serán moneda de cambio? A nosotros nos toca no olvidar.