Alemania y la muralla del miedo

Opinión
Por: Guadalupe Nettel

En una sola semana, Alemania sufrió cuatro ataques a manos de inmigrantes de medio oriente. El lunes, tres pasajeros de tren fueron gravemente heridos con un hacha y un cuchillo por un refugiado afgano de 17 años. El viernes, en Münich, un joven alemán, de padres iraníes, mató a nueve personas disparando un arma en un centro comercial. El domingo, un Sirio mató a una mujer embarazada en la ciudad de Reutlingen. El mismo día, un hombre a quien le habían negado el estatus de refugiado, intentó asistir a un festival de música sin boleto y con una bomba en la mochila. Al no poder ingresar, hizo estallar el explosivo frente a la puerta y se mató a sí mismo. También era sirio. En un video grabado previamente para la ocasión en su celular, declaraba su pertenencia a ISIS. El grupo terrorista confirmó esta información y reivindicó el atentado.

Angela Merkel, la primera ministra Alemana, hizo ayer declaraciones al respecto que sorprenden e invitan a la reflexión. Adelantando su conferencia anual, a causa de las circunstancias, dijo que los ataques eran deprimentes y que estas personas habían cometido una afrenta contra el país que los acogió, pero también aseguró que un porcentaje importante de refugiados está haciendo todo por integrarse. Dando muestras de una gran templanza y generosidad, le dijo a los alemanes “entiendo su inseguridad y su miedo, pero el miedo no puede ser un consejero para la acción política”.

Angela Merkel podrá tener muchos defectos, pero también es sin lugar a dudas la única mandataria europea que ha actuado con generosidad y congruencia humanitaria hacia los refugiados que cada día cruzan las fronteras de Europa, huyendo de la guerra. Merkel advirtió que renegar de la postura humanitaria que su país ha asumido hasta ahora traería aún peores consecuencias. Recordemos que la canciller creció en Alemania del Este. Es probable que su actitud esté informada por la experiencia de rechazo que sus compatriotas del Oeste le hicieron sentir a los suyos tras la caída del muro, y que ésta experiencia le ayude a ponerse en los zapatos de los refugiados. Como ella misma dice “conoce demasiado bien las murallas”. Lo cierto es que, desde el inicio de la crisis, aseguró que no entraría en la competencia para ver quién trataba peor a los inmigrantes.

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Ayer volvió a repetir su lema “wir schaffen das” (podemos solucionarlo), y aseguró que el terrorismo es producto del odio y del miedo entre las culturas y las religiones. Lo que debe combatirse son justo estos dos sentimientos. Coincido plenamente con ella y también en que los objetivos principales deben ser la seguridad, la integración de los extranjeros y la cooperación con los gobiernos de África del norte. Por desgracia, mucha gente, entre ellos Donald Trump, opina lo contrario. Para el candidato a la presidencia estadounidense, Merkel es una mujer desquiciada “los alemanes se amotinarán y la echarán a la calle”. Por el momento no parece ser el caso. Los compatriotas de Merkel saben por quién votaron. Klaus von Dohnanyi, exalcalde de Hamburgo por el Partido Social Demócrata lo explicó así: “la canciller creció en el entendido de que si un extraño se detiene frente a tu casa en un día de lluvia, lo invitas a entrar y lo ayudas sin hacer caras”. Sin importar lo que opine Trump, la actitud de Angela Merkel me parece ejemplar y también la manera de buscar una verdadera solución al conflicto. Si el gobierno francés de los años ochenta hubiera intentado que los inmigrantes se integraran —de verdad, no sólo de dientes para afuera— ese país se encontraría ahora en una situación muy distinta a la actual.

No es posible garantizar que la política de Merkel dará resultado. El futuro de Europa depende de muchos factores y, por lo tanto, es impredecible. La única opción es no darse por vencido. “La esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, sin importar su resultado final.” Esta cita de Václav Havel es la que, según sus propias palabras, ha servido a Merkel como faro en la oscuridad de la crisis que se extiende sobre su país, y sobre todo el territorio europeo.