Ciudad de necios | Mujeres contra machitos

Opinión

Necios que regatean las denuncias de las mujeres en una ciudad y en un país donde matarlas se vuelve costumbre.

Hay quienes no se explican cómo podemos ser un país tan ojete con las mujeres. ¡Cómo es posible que las tratemos así y nos parezca normal! Yo les respondo con el clásico: es cultural, maltratarlas se enseña en casa, entre familias, en la escuela, en las calles y en la televisión. La corona de espinas corre a cuenta de las instituciones de justicia mexicanas y la impunidad con la que sellan los casos.

Cómo no ver comentarios que regatean, minimizan y hasta condenan a mujeres como Karla Souza denunciando un abuso sexual. Y luego vienen los tribunales que se erigen en Twitter, Facebook y la sobremesa: “Ella se lo buscó”, ¿porque las mujeres no tienen derecho a decir no?; “Dice que se acostaba con productores”, ¿Y?, si lo hacía a cambio de papeles, ¿qué?, ¿no puede decir no? ¿Ahora todos somos moralinos en traje de santos? Entonces, guardando distancias, cuando una trabajadora sexual denuncia una violación, un abuso, un ultraje, ¿la justicia no deberá “perder el tiempo en atenderla”, porque “ella se lo buscó, porque es una mujer que se dedica a eso”?

No nos confundamos: los medios de comunicación y quienes trabajamos en ellos no podemos jugar a ser fiscales para decidir quién es culpable y quién no. Me dicen: “Pero mira con qué facilidad ‘una mujer’ puede acusar que la violaste y destruir tu carrera en ese instante”. A ver, calma. Distingamos el trabajo personal del periodístico y del judicial. Si una mujer reunió las ganas, las fuerzas y la valentía necesarias para denunciar un abuso, señoras y señores, esa mujer merece todos los micrófonos y cámaras y no podemos regatearle la acusación: hay mujeres que son asesinadas cuando denuncian, así que lo que hay que celebrar es que una mujer levante la voz y que un medio le dé un micrófono, porque lo que queremos es que los otros millones de mujeres que han sido víctimas… ¡denuncien sin miedo!

Lo periodístico viene después: registra esta voz, busca a los acusados, contrapone versiones, presenta un contexto, recrea a partir de involucrados lo que sucedió y lo publica. Entendamos que está tan normalizada la violencia contra las mujeres que los medios se enfrentan a una sociedad que condena a aquellas que denuncian. Comprendamos que no podemos tener todos los nombres y detalles del abuso porque las fuentes (no siempre estrellas de televisión, famosas, con dinero para abogados y para financiar su defensa) no quieren hablar porque están amenazadas o porque, repito, las matan para que el asunto termine.

Y luego viene el tercer terreno, el judicial: dado que ni las víctimas son fiscales, ni los medios ministerios públicos, no queda más que el actuar de las instituciones de justicia para que investiguen a fondo (lo que las víctimas tuvieron miedo de declarar), indaguen (lo que los periodistas no pudieron encontrar) y abran un proceso para deslindar responsabilidades (atribuciones legítimas de la justicia y no de particulares). Estamos en un estado de emergencia, hay que entenderlo. A las mujeres las violan en casa, las violentan en círculos nucleares y las estigmatizan, las mujeres sufren obstrucción de la justicia y, sobre todo, se carbonizan en el infierno de la impunidad.

Si Karla Souza no nombró responsables y los periodistas no documentaron ese pendiente… ¡pues para eso tenemos a las instituciones de justicia! Y si los que son quemados en la hoguera del terreno público (noticieros, redes sociales, investigaciones) son inocentes de abusar de una o varias mujeres, pues que lo determinen las autoridades y que se resarza el daño a los imputados. Punto. Insisto, estamos en un estado de emergencia y las mujeres no merecen ser minimizadas en sus denuncias “porque no tiene pruebas”, “porque es fácil denunciar y destruir vidas morales de hombres hundidos por mujeres que los acusan”. Por eso es importante darle a cada espacio (el personal, el periodístico y el judicial) su debida dimensión.

Por eso es importante tener medios de comunicación libres de censura y, sobre todo, es vital tener instituciones de justicia que sean eso, justas, y no persigan a modo a enemigos políticos o que sean usadas a conveniencia. Eduquémonos. ¿Y si empezamos en casa?