Contracultura pop | Tenemos que hablar de Kanye

Opinión

Tras un largo silencio, Kanye West está de regreso en redes sociales y medios de comunicación, logrando lo que se creía imposible: ser más controversial que nunca.

Dice George W. Bush que fue uno de los puntos más bajos de su presidencia. Ocurrió durante un teletón transmitido en cadena nacional para ayudar a las víctimas del huracán Katrina. Kanye West abandona el guion y, tras denunciar la cobertura que dan los medios de comunicación a la crítica situación que experimenta la población afroamericana de la devastada Nueva Orleans, es inclemente al denunciar al presidente de Estados Unidos: “A George Bush no le importa la gente negra”.

Eso fue hace poco menos de 13 años, en septiembre del 2005. Kanye West, que estaba publicando su segundo álbum, el espléndido Graduation, se convirtió en un héroe para mucha gente, por articular su descontento, por su solidaridad con los más débiles, por no mostrar temor ante el poder. Qué lejanos se ven aquellos días. El Kanye que emergió recientemente, en redes sociales y en medios de comunicación tras un largo silencio, parece ser la otra cara de la misma moneda. Sigue siendo provocador, pero ahora en sentido opuesto. Primero, exhibiendo sin pudor su afecto por Donald Trump. Ya lo había hecho el año pasado, desde el escenario, en uno de sus conciertos. Más tarde, cuando Trump había sido elegido pero aún no tomaba el cargo, fue a visitarlo a su torre de Manhattan. Recientemente ha reiterado en repetidas ocasiones cuánto lo admira y lo quiere. Incluso dijo que comparten la misma “energía dragón”. Es más, hasta aparece en una foto con una de las famosas gorras rojas (MAKE AMERICA GREAT AGAIN), ¡autografiada!

Algunos de ustedes pensarán: ¿qué tiene de malo que sienta afecto por su presidente? En teoría, nada. Pero está raro —por decir lo menos— que le brinde apoyo a un conservador que desde su posición de poder no solo ha sido ineficaz defendiendo a las minorías (por ejemplo, tras la batalla campal de Carolina de Sur), sino que en ocasiones parece criminalizarlas.

Después vino otra declaración aún más escandalosa de West: “Cuando escuchas que la esclavitud duró 400 años… ¿400 años? Suena como una elección”.

Las respuestas no se han hecho esperar. Muchas figuras le han hecho saber que no están nada de acuerdo con sus posturas: Will.I.Am, de los Black Eyed Peas, o Questlove, de The Roots (mostrando una playera que dice “A Kanye no le importa la gente negra”). El director de cine Spike Lee lo invitó a despertar. Un activista, DeRay Mckesson, lo explicó así: “La retórica de Kanye continúa alimentando la ultraderecha racista que cree que la gente negra es responsable de su propia opresión”. Incluso, el infame Chris Brown, golpeador de Rihanna, se siente con la autoridad moral para acusarlo de ser un payaso.

¿Qué dice West al respecto? Básicamente que él admira a la gente que reta las ideas convencionales, como Trump, quien, por cierto, está feliz ante el apoyo que le muestra el músico. Recordemos que ningún artista de primera línea quiso actuar en su ceremonia de inauguración.

¿Es una elaborada estrategia de mercadotecnia previa al lanzamiento de un nuevo álbum? ¿Es un afán de nadar contra la corriente? ¿Es un tipo muy famoso y muy mal informado?

Y otra pregunta: ¿qué hacemos los que admiramos su labor musical? ¿Como si no pasara nada? ¿Separamos la obra del personaje? ¿Renunciamos a seguirlo? No es fácil ser admirador de Kanye. Y cada vez menos.