Un rudo con manos de seda

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Después de retirarse del ring, Chacho Herodes, una leyenda de la lucha libre, reinventó su vida
para ejercer una nueva habilidad. 

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

La vida después de los cuadriláteros para un gladiador profesional de 60 años de edad debe continuar. Esa es la filosofía que sigue Chacho Herodes, leyenda de la lucha
libre mexicana, quien sustituyó los golpes en el ring por “las palmadas” en la espalda en un consultorio que él mismo instaló.

Herodes, nombre con el que debutó en Monclova, Coahuila, y mandó a la lona a varios rivales por toda la República Mexicana y el extranjero, ahora se dedica a dar masajes terapéuticos desde su hogar, en una colonia de la delegación Gustavo A. Madero.

“Tengo 12 años dedicándome a esto de lleno. Viene gente del barrio, compañeros y excompañeros. Aquí les doy masaje. Yo solo les digo: ‘Si te gustó, recomiéndame. Si no, no digas nada para que de todas formas vengan’. Hago volantes, pero me gusta más que se vaya corriendo la voz”, comenta. Ganarse a sus clientes a pulso.

Aunque comenzó su carrera como luchador desde muy joven, Chacho Herodes —se le  conoció así después de que su madre lo evidenciara un día diciéndole “oye Chacho”— afirma que no busca la fama con su nueva forma de ganarse la vida. “Hay que darle espacio a las nuevas generaciones, a los jóvenes, a ellos”, con su dedo señala a su hijo Herodes Junior, quien inició su carrera como luchador el 29 de noviembre de 2010. El mismo día en que Chacho decidió retirarse del ring.

El siempre rudo ha sido reconocido por el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) y la AAA. El clímax de su carrera fue en la década de los años 80, donde acaparó reflectores por haber quitado varias cabelleras y tirar su mejores golpes contra otras leyendas como El Santo, Huracán Ramírez, Mil Máscaras, Blue Demon, Tinieblas y El Satánico, por mencionar algunos.

Una anécdota que cuenta con mucho gusto es cuando una seguidora le compuso un corrido en su tierra natal, Coahuila. “Andaba una vez en un restaurante de Monclova y se me acercó una muchacha que cantaba. Me dijo que me había hecho una canción. Le dije ‘a ver, cántamela…’, y como en ese tiempo estaban de moda los corridos… me hizo uno”, cuenta mientras desenfunda el disco que le regaló la joven para escucharlo y recordar.

Un don heredado y trabajado

Con 66 años de edad y un problema en la vista, al exluchador no le importa tener que dedicarle gran parte de su día a los masajes porque afirma amar su trabajo y presume sentirlo en el corazón y las manos.

Antes de dar un masaje, primero se concentra, realiza ejercicios de respiración, confía en los signos de energía que traza simbólicamente sobre las palmas de sus manos para protegerse de “malas vibras” y canalizar todo lo positivo. Seguir un ritual, como buen luchador antes de subir al ring.

“Mi abuela curaba con hierbas, y como yo iba seguido con ella, desarrollé cierto gusto por la medicina tradicional, aunque yo me fui más por los masajes. Tomé cursos en diferentes lados y como a cada rato viajaba a Japón para luchar, aprendí mucho sobre alternativas de sanación”, cuenta.

Reiki, digitopuntura o shiatsu y reflexología son algunas técnicas que aprendió en el oriente y que ahora aplica a sus pacientes, dependiendo de su padecimiento.

“La gente se sorprende mucho porque antes de tocarles la espalda, primero les pido que se descubran los pies porque ahí es donde veo todo: si tienen problemas en la columna, en los hombros, la cadera o incluso en el aparato digestivo. En eso se basa la reflexología”.

Chacho Herodes brinda terapia desde su casa porque ahí tiene todo lo necesario: su mesa, que fue adaptada específicamente a la altura que requiere, sus aparatos y aceites preparados con 17 hierbas.
    Para el exrudo, lo más satisfactorio de este cambio en su vida profesional es que sus clientes le hagan saber que se sienten mejor que como llegaron. Pero a veces, la nostalgia de sus años dorados hace de las suyas: “Ojalá la lucha libre reviva las giras de los gladiadores por todo el país. Una práctica que ya no se ve con los jóvenes”, lo que considera injusto porque los aficionados se quedan sin ver a sus favoritos.

Una propuesta para sanar

Chacho Herodes y su hijo consideran que los golpes arriba del ring y las “palmadas” en la mesa de masajes son la mejor “llave” para mantener cuerpo y mente sanos.

“He visto mucha gente que desperdicia su vida en las drogas o pandillerismo en las colonias de la CDMX. Yo prefiero usar mi tiempo con algo útil y productivo porque vengo de un barrio peligroso en donde todo el entorno se vuelve difícil”, dice Herodes Jr.

La leyenda de la lucha libre coincide con su hijo y aunque resulta un cambio de paradigma, el objetivo es el mismo: mantener el cuerpo ocupado sabiendo canalizar la energía de manera positiva.

Pero sus planes con su nuevo estilo de vida van en grande. Confiesa que le encantaría comprar un camión estilo food truck para dar masajes por todo el país. Aunque también reconoce extrañar el ring.

Así es Chacho Herodes, carismático, con mirada penetrante; de manos fuertes, pero suaves, el rudo que ahora pone “candados de dragón”, pero al dolor y a los malestares.

En cifras: 

  • 16 años de edad tenía cuando empezó su carrera en la lucha libre mexicana.
  • 1977  fue el año en que luchó por vez primera en la emblemática Arena México.
  • 2017 es el año en que cumplió cinco décadas de haber debutado en el Coliseo de Monclova.