No es sólo una oficina de gobierno, o el espacio donde vive la presidenta: es un museo vivo, lleno de relatos, símbolos y personajes que marcaron el rumbo del país
Por Liz Basaldúa*
Visitar el Palacio Nacional es una experiencia que combina arte, historia y vida política. Ubicado en pleno Zócalo capitalino, este edificio ha sido testigo de la transformación de México desde tiempos prehispánicos. Fue construido sobre las ruinas del palacio de Moctezuma Xocoyotzin, último gran tlatoani mexica.
Tras la Conquista, Hernán Cortés mandó construir su propia casa en el mismo lugar. A lo largo de los siglos, el edificio fue reconstruido varias veces debido a incendios, sismos e inundaciones, hasta tomar la forma monumental que vemos hoy.
Desde el Virreinato, este inmueble ha sido el centro político de México. Aquí gobernaron virreyes españoles, emperadores y presidentes históricos como Benito Juárez y Porfirio Díaz. El edificio ha cumplido múltiples funciones: fue cuartel, prisión, archivo, sede de tribunales y residencia oficial. Es un lugar donde la arquitectura se mezcla con los símbolos del poder y la historia.
La casa de Benito Juárez y Margarita Maza

Uno de sus espacios más conmovedores es la antigua residencia de Benito Juárez, donde vivió con su esposa Margarita Maza y sus hijxs. El salón principal era el centro de la vida familiar: ahí se leían poemas, se tocaba el piano y se conversaba sobre política o cultura.
En la visita puedes recorrer su despacho, la sala familiar, la recámara donde murió y ver objetos personales como su bata, la máscara mortuoria y la llave original de su tumba en el Panteón de San Fernando.
Entre las piezas más llamativas destaca la silla presidencial: un trono forrado de terciopelo verde y adornado en oro, que fue regalo para Juárez. Él jamás la usó. Prefería una silla común para trabajar.
También se exponen los arreos masónicos del presidente, que alcanzó el grado 33, símbolo del pensamiento liberal del siglo XIX. Y no pasa desapercibida la bandera militar del Cuarto Batallón de Infantería, usada en la Batalla de Puebla de 1862.
Aquí nació la Constitución de 1857
El Recinto Parlamentario recrea el antiguo salón donde sesionaron los primeros diputados del país. Aquí se debatió y firmó la Constitución de 1857, una de las más progresistas de América Latina. El sitio tiene forma semicircular, con una cúpula que muestra un ojo radiante: símbolo de la Santísima Trinidad, no de la masonería como se piensa popularmente.
Los murales de Diego Rivera
Entre 1929 y 1935, el muralista Diego Rivera pintó su obra más ambiciosa: La epopeya del pueblo mexicano. Ésta cubre los muros del patio central y representa más de 2,000 años de historia: desde lxs diosxs prehispánicxs, pasando por la Conquista, el Virreinato, hasta la Revolución Mexicana.
Rivera no representó ejércitos directamente. Usó símbolos: el águila de Estados Unidos, la cúpula eclesiástica, el oro de los virreyes. En uno de los paneles también aparece Frida Kahlo como una maestra socialista que enseña a lxs niñxs el camino hacia el conocimiento.
De 1941 a 1951, Rivera completó los murales de los corredores. Estas pinturas celebran las culturas indígenas (zapoteca, mixteca y totonaca) y muestran su vida agrícola, textil, ritual y comercial.
Mujeres en la Historia, lo más nuevo
Uno de los espacios más recientes es la sala Mujeres en la Historia, inaugurada en 2025. Aquí se rinde homenaje a las mexicanas que transformaron el país como Rita Cetina, educadora feminista; Matilde Montoya, primera médica cirujana mexicana; Margarita Neri, coronela zapatista, e Ifigenia Martínez, pionera de la izquierda en el país.
Lo que debes saber para tu visita
Entrada: gratuita
Días de visita: martes a domingo
Horarios: desde las 10:00; recorridos cada 30 minutos hasta las 16:30
Requisitos: identificación oficial con fotografía y nombre completo
Idiomas: hay circuitos disponibles en español e inglés
Circuitos recomendados: Murales de Diego Rivera, Casa de Juárez, Recinto Parlamentario, sala Mujeres en la Historia
*Texto adaptado para Chilango Diario