Burgerman se casa en McDonald’s

Ciudad

Además de dar uno de los pasos más importantes de sus vidas, Burgerman y Andrea protagonizaron una de las bodas más excéntricas de la Ciudad de México.

Tal como lo dijo el propio novio: en la boda de Burgerman no podían faltar las hamburguesas. ¡Y así sucedió! Marcello Lara y Andrea Herrera se casaron en el McDonald’s de Polanco rodeados de amigos, familiares, cajitas felices y una hamburguesa gigante.

Desde que llegabas al lugar se notaba a leguas que no sería una boda como cualquier otra. La entrada estaba decorada con un arco de globos mientras que el interior estaba engalanado por una hamburguesa gigante que —ni tarda ni perezosa— se robó la mirada (y tal vez provocó el hambre) de los invitados.

A pesar de ser en un local de comida rápida, no le faltó elegancia al asunto. Los invitados, que si bien no portaban vestidos de noche, presumían sus mejores atuendos y mientras esperaban la llegada de los novios, los elegantes meseros constantemente iban y venían cargando amplias charolas repletas de vasos de cartón con refresco para satisfacer a todos.

Cuando los novios por fin llegaron al restaurante, todos se juntaron para no perderse de nada. Ya sea arriba de las sillas o de las jardineras, todos se colocaron como mejor pudieron, ¡el chiste era ver a los novios!

Julia, una íntima amiga de la pareja, dio inicio a la ceremonia celta saludando a los cuatro puntos cardinales y, después de preguntarles si estaban seguros de dar este paso, llegó el momento cumbre: Marcello y Andrea sacaron sus celulares del bolsillo y rápido buscaron los votos que habían escrito el uno para el otro.

Andrea conmovió a los asistentes cuando, llena de emoción, le aseguró a Marcello que compartir su vida con él es la mejor decisión que pudo haber tomado y que él significa familia, hogar y un lugar feliz para ella.

 Tras los aplausos y varios besos de los novios fue el turno de Marcello dirigir unas palabras. Notablemente emocionado y a punto de romper en llanto, explicó: “Nunca pensé que te encontraría, pero afortunadamente lo hice. Te doy mi palabra —porque es lo único que tengo— que te amaré, respetaré y cuidaré por el resto de mis días”.

La emoción del momento no pudo contenerse más. Los asistentes expresaron su alegría entre gritos y aplausos. Siguiendo la tradición celta, Julia tomó las manos de los novios y las amarró con un trozo de tela, acto que simboliza la promesa que ambos hacen de mantener el enlace que acaban de consumar.

Todos, aunque expectantes y conmovidos, permanecieron mudos hasta que Julia, llena de felicidad, anunció: “¡Qué vivan los novios!”. Todo estalló en júbilo  y obviamente los abrazos y los buenos deseos no se hicieron esperar.

Los meseros volvían a su apresurada carrera, pero esta vez lo hacían para repartir enormes cajitas felices. Así es, tal como lo querían los novios, la boda se despidió de la habitual solemnidad y ofrecieron un banquete que consistió en un pastel de unicornio y las tradicionales cajitas para todos los invitados que incluían papas, hamburguesa, fruta y, como regalo sorpresa, un libro de Snoopy.

En lugar de los centros de mesa por los que todas las tías se pelean en las bodas, las cajas también funcionaron como recuerditos. Los invitados quedaron encantados y, por supuesto, se tomaron la selfie reglamentaria para recordar tan emotiva boda y que todos les creyeran que habían ido a una boda en un McDonald’s.

Pero esto sólo es una pequeña prueba de lo que sucedió. Pronto publicaremos un video para que veas a detalle una de las bodas más excéntricas de la Ciudad de México. ¡Y qué vivan los novios!

 (Fotos: Lulú Urdapilleta)