Para empezar el año con el Chazz

Ciudad

Soy un producto de los 80. Aunque nací en la década anterior, fue en esa época cuando se acabaron de sentar las bases de lo que soy hoy en día: mis gustos musicales y hábitos de lectura, mis primeros amigos entrañables, mi gusto por la televisión y el cine y, por supuesto, mi gran afición por las hamburguesas. Desde esa época, una de las pocas cadenas nacionales que logró sobrevivir al salvaje embate de las grandes multinacionales fue Chazz, que sigue vivita y coleando, y con varias sucursales en la Ciudad de México.

Hace poco, huyendo de la lluvia, me reencontré con esta cadena en uno de los lugares que me recuerdan aquellos tiempos: Plaza Inn. El restaurante, aunque ahora es más pequeño y convertido en un refugio godín de la zona, sigue teniendo la misma dinámica. Me animé por una hamburguesa llamada ATM (A Tu Manera): una bestialidad de ¡300 gramos! De las más grandes que he probado últimamente. Además la pedí con queso amarillo y tocinito. Bollo propio, de aspecto industrial pero hecho por ellos y de buen sabor.

No sé bien qué cortes mezclan para la carne, pero estaba jugosa, muy grasosa, de buen sabor y consistencia. Término medio perfecto, con todas sus virtudes acentuadas. No soy asiduo de las barras de ensaladas, pero me acerqué a ponerle lechuga, jitomate y pepinillos. A la segunda mordida se reveló como una tarea importante lograr terminarla. ¿Mencioné que era grande? Lo es y con tocino crujiente. El queso nos quedó a deber, pero ante tanta carne, no importa. Me la acabé y era justo como la recordaba. Fue un momento Ratatouille: cuando el crítico da un mordisco que lo remite a otro lugar y a otro momento, a los años mozos. Un mordisco lleno de recuerdos y buenas experiencias. Me gustó que sigan fieles a su historia, a su esencia.

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