Foto: Karla Almaraz

Habitantes de…la Sociedad Astronómica de México

Ciudad

La Sociedad Astronómica de México surgió hace más de 100 años con el objetivo de divulgar la astronomía. 

En 1902, esta asociación mexicana abrió sus puertas por primera vez. Fue fundada por Luis G. León y es considerada la segunda sociedad astronómica más antigua de todo el mundo, así como el lugar que albergó el primer planetario de América Latina.

Desde sus inicios gozó de buena recepción por parte del público y contó con miles de miembros entre sus filas, quienes de dedicaban no sólo a aprender sino a divulgar la astronomía.

A pesar de haber tenido años muy gloriosos, la Sociedad Astronómica de México (SAM) atravesó una dura etapa (que duró alrededor de dos décadas) en la que literalmente quedó en el abandono. Fue hasta hace un par de años cuando recibió una segunda oportunidad gracias a investigadores de diversas universidades y se encaminó nuevamente hacia la divulgación de la ciencia. Hoy en día, el sitio ha recobrado vida y la gente ha regresado a sus instalaciones, todo gracias a sus habitantes.

Misión: difundir la ciencia

Foto: Karla Almaraz

Desde niño, gracias a una familia llena de ingenieros, Juan José Sáenz sabía que su camino era dicha profesión, pero más que nada amaba la ciencia. A lo largo de sus 43 años de vida ha estudiado dos ingenierías: en química y en sistemas. Además, gracias a sus ansias de aprender es miembro activo de la Sociedad Astronómica de México.

“La primera vez que vine, llegué para tomar un curso. Cuando lo acabé nos invitaron a ser voluntarios. Aunque no lo creas, empecé literalmente limpiando vidrios y acomodando cosas. Me involucré mucho y decidí desarrollar un curso de química enfocado hacia la astronomía”, recuerda entusiasmado.

Foto: Karla Almaraz

Actualmente es el encargado de todas las actividades que realiza el SAM, lo cual le ha permitido acercarse a la gente y divulgar la ciencia de una forma amena. “Es una labor muy bonita. Nuestra meta es que la ciencia llegue a la gente y demostrarles que puede ser algo interesante, que la ciencia no es algo ajeno a ellos, sino que se puede hacer en cualquier momento, cualquier persona y en cualquier lugar”, asevera.

Esta ardua tarea le ha dejado experiencias difíciles de olvidar. “Hace dos años hicimos un evento la sede de Venados durante la Semana del Espacio. Ya habíamos acabado las actividades y estábamos guardando todo cuando me encontré a una niña de 8 o 9 años en las rejas del planetario. Me acerqué a preguntarle si se le ofrecía algo y sólo se me quedó viendo y me dijo: ‘lo que pasa es que de grande quiero ser astrónoma y quiero ver cómo trabajan ustedes’ “.

“Esa experiencia me llenó tanto y me dio la sensación de que yo tenía que apoyar a esa niña. Entonces le regalé uno de los telescopios que nos sobraron y le dije ‘te lo regalo para que, si quieres ser astrónoma, comiences a hacer tus labores de astronomía”, explica Juan José con una sonrisa en su rostro.

Al final del día sabe que su labor es pesada, pero, al mismo tiempo, una gran misión. “Quisiera poder llegar a más personas, poder ser un parteaguas aquí y demostrarle a la sociedad mexicana que unidos podemos lograr muchas cosas a través de la ciencia”.

La satisfacción de compartir una pasión

Foto: Karla Almaraz

Anayelly López combina su labor en el Instituto de Ciencias Nucleares con los cursos que ofrece en la SAM. Ella estudió biología experimental en la UAM, tiene una maestría por parte de la UNAM y actualmente está en busca de concluir su doctorado en ciencias biológicas.

“Una ocasión tuvimos un día de puertas abiertas en el Instituto de Ciencias Nucleares al que Juan José asistió. Así me contactó y me invitó a dar un curso en la Sociedad Astronómica de México, lo di y obtuvo muy buena respuesta, así que se organizó otro”, explica orgullosa.

Aunque el tiempo que ha pasado en la SAM es relativamente poco, Anayelly afirma que estos espacios son de gran relevancia para ella. “Estos sitios son ventanas, plataformas que le permiten a la sociedad tener contacto con la ciencia, para que no sólo se quede en los laboratorios sino que trascienda y que llegue a la gente”, añade.

A punto de iniciar la clase que imparte los sábados, Anayelly afirma que lo que realmente le llena es transmitir conocimiento y la sorpresa que la gente tiene en cada experimento. “La divulgación de la ciencia es muy importante para mí porque es la forma en la que —de alguna manera— yo retribuyo a nuestra sociedad lo que me han dado. Compartir el conocimiento es algo que me motiva mucho. Más que otra cosa, es compartir lo que he aprendido a lo largo de mi formación.”

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Un camino hacia la astronomía

Foto: Karla Almaraz

El telescopio de un amigo de la infancia despertó en Carlos López —de 43 años— el interés por la astronomía desde una temprana edad. “Cuando era niño, un amigo tenía un telescopio y me decía ‘vente, vamos a ver la luna y los planetas’ y yo iba y lo usábamos. Desde ahí comenzó mi interés”, explica risueño.

Él, aunque tiene una licenciatura en periodismo, se dedica a la programación web y se encarga de mantener la página del SAM y sus redes sociales. Pero eso no es todo, pues también imparte cursos en la asociación.

“Empecé a tomar cursos y luego me invitaron a darlos. Hace unas semanas terminé de dar un curso de un software llamado Stellarium, que es como un Google Maps pero del espacio. Ahorita estoy en plena planeación para hacer otros cursos como el del software Celestian que es más o menos similar al anterior, pero tiene la peculiaridad que puedes simular un viaje como si estuvieras dentro de una nave espacial en el Sistema Solar. Hace una simulación de un viaje al planeta que elijas, ¡aunque no en tiempo real!”, añade entre risas.

Con algunas pausas, Carlos ya lleva cinco años en la asociación, la cual le ha dejado amistades únicas. “He conocido gente muy interesante, quienes están igual de interesados en el campo de la astronomía. Lo que me gusta es estar con gente que te aporta mucho y que tiene esa esperanza de que se puede cambiar el mundo, de que se puede cambiar el país”.

Foto: Karla Almaraz