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11/04/2021
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Libros a voces

Esta historia, marcada por miles y miles de libros —algunos curiosos, otros invaluables— que esperan ser encontrados por un nuevo lector, comenzó cuando Max Ramos era estudiante universitario. Bibliófilo voraz, a veces compraba ejemplares repetidos o ediciones valiosas que compartía o intercambiaba con sus amigos. Este buen ojo hizo que se convirtiera, casi de forma natural, en vendedor de libros de viejo.

Su primer local fue El Hallazgo, inaugurado en 1999, en la Condesa. Después vino la librería Jorge Cuesta, en la Juárez. Las dos mantienen horarios fijos y están a la vista de todo el público. Sin embargo, luego vinieron los espacios reservados para los clientes más especiales: las librerías secretas. Sus nombres son El Burro Culto (un clásico entre los chilangos clavados de las letritas, ya con más de una década operando) y La Mila Sabia (con apenas año y cacho de vida).

En el punto medio entre las librerías abiertas al público y las secretas, Max tiene un establecimiento llamado Niña Oscura. Aunque no es clandestina, apenas está anunciada con un diminuto letrerito en el portón de una vecindad porfiriana de la Santa María la Ribera. Originalmente, este espacio iba a ser bodega, pero los clientes más avorazados querían ir a ver qué había. Así fue como la empezaron a abrir cada sábado.

Se llama Niña Oscura porque el día que les dieron el local, las llaves fueron entregadas por una morrita de piel negra que salió corriendo y que nunca más volvieron a ver. Aunque la misteriosa escena seguro tenía una explicación, ellos decidieron mantener el tono místico-esotérico de la historia en el nombre del lugar.

Para llegar al Burro Culto o La Mula Sabia, ambas en colonias bonitas de la delegación Cuauhtémoc, tienes que investigar antes cómo hacer una cita previa con Max. Y una de las formas más directas de acercarte sería visitar Niña Oscura (Salvador Díaz Mirón 142, tocar en el bajos 1) un sábado al medio día. Te advertimos que difícilmente saldrás con las manos vacías: una edición rara, un libro de idiomas, el reencuentro con tus revistas de la infancia que tiraste en un arranque y luego te arrepentiste, un autor que no sabías que existía pero que Max y su equipo te recomendaron después de echar el café… Y de ahí pa’l real, los hallazgos nunca paran.

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Estudió Comunicación en la UNAM, pero en realidad aprendió a escribir en los chat rooms noventeros y luego en los blogs. Es tan fan de la Ciudad de México que tiene el mapa del Metro tatuado en el brazo.