No son “tus productores”

Ciudad

Fotografía: Maíz de la familia Hernández en Ejido Unión Zapata, Oaxaca

No son “tus” productores. No son “tus” cocineras. ¿De verdad estás “rescatando” o solo es que tú no lo conocías? No todo es “producto turístico” (sic). Nadie está obligado a darte una receta. Escucho expresiones que me dan ñañaras y observo acciones problemáticas repetidamente, así que me gustaría plasmar ciertas inquietudes. 

Diferentes intermediarios trabajamos con familias agrícolas o con personas que cocinan y que provienen de pueblos originarios o rurales. Esto me hace pensar en que se necesitan auto análisis y reflexiones éticas para ejercer relaciones más equitativas y humanas. 

Lo que hacen chefs, transformadores que compran insumos para sus alimentos o productos, organismos gubernamentales y privados, o lo que hacemos periodistas e investigadores,  implica un encuentro con la otredad que, las más de las veces, se da en condiciones económicas, sociales y culturales distintas o desiguales. Saberlo debería hacernos concientes para evitar replicar prejuicios, pero sobre todo, malas prácticas. 

Dejar el discurso de la propiedad privada (“todo lo que existe, lo comestible, el territorio, las ideas, etc. puedo tomarlas si puedo pagarlas”) y del altruismo ingenuo (“me necesitan, estoy ayudándoles a cambiar su manera de vivir”) es necesario en aras de establecer claridad en los términos de cómo se trabajara y para qué: hay que llegar a acuerdos justos.

Algunas cocineras tradicionales me platicaron hace poco que en un evento al que las invitaron a vender su comida, les quitaron el 40 % de sus ganancias, no les pagaron los insumos usados y más que ganar, perdieron. Además, invierten esfuerzo físico. No lo dicen abiertamente, hacerlo las pondría en desventaja: hay vulnerabilidades en su quehacer. Eso sí: son socorridísimas para las fotos. Se destaca lo “increíbles que son como guardianas de los sabores” (y sí), pero cuando se trata de que se les pague como se debe, la historia es otra. 

He sido testigo de situaciones similares, me han compartido vivencias así incontables ocasiones. Establecer desde el inicio qué se hará, para qué, cuánto se pagará o que intercambio habrá, y si estos son acuerdos dignos e igualitarios, es fundamental. También hay que dar créditos con nombre y apellido, evitando solo patronímicos. Y sobre todo, hay que fomentar que haya más escucha, intercambios y comprensión, menos imposición. Hay que entender contextos y que estos no funcionan bajo las mismas normas que conocemos.

Tajëëw B. Díaz Robles, investigadora mixe, me hizo reflexionar con su charla en el 33vo. Encuentro Nacional de Investigadores de la Comunicación en el Tec de Monterrey: expresó que, desde lo que ella vivía en su comunidad y sus experiencias, no había horizontalidad porque hay de facto un ejercicio de poder. Concuerdo.

Repensar nuestra posicionalidad y lenguaje podría lograr cambios. Preguntémonos: ¿Yo me haría esa propuesta y sería conveniente para mí y mi familia? ¿Qué implicaciones futuras tendrá lo que yo hago como ajeno en ese espacio biocultural? ¿Estoy generando conflictos? ¿Las personas están realmente cómodas con mi presencia y conformes con los tratos establecidos? ¿Cómo expreso mi verbalidad sobre las demás personas con las que trabajo? Conversemos al respecto.

Por Mariana Castillo Hernández