Te doy las gracias

Por: Redacción
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Fotografía: cortesía. Texto por Ana Paula Domínguez

Los antiguos romanos decían “Te doy las gracias”, que implicaba “pido a lo divino que te colme de dones por el bien que he recibido”. 

En la cultura náhuatl, la gratitud se expresa con la palabra “tlazocamati”, que en su sentido más profundo significa “que el saber te llegue rápida y abundantemente”. Sin embargo, en estos tiempos, cuando alguien nos dice “gracias”, respondemos “de nada” o “no hay de qué”, como si “no fuera para tanto,” como disculpando al otro del sentimiento de gratitud.

Me di cuenta de esto en un viaje que hice a Costa Rica cuando yo agradecía y ellos respondían “con mucho gusto”. Decir “con mucho gusto” cuando alguien te da las gracias, en lugar de decir “de nada”, es reconocer que has hecho algo por alguien más y que lo hiciste de buena gana. El tema de la gratitud es una actitud que también se practica en la vida diaria. Y también la gratitud se hace presente cuando recibimos un halago.

Una vez estaba con mi maestro espiritual, unos años antes de que muriera, y me dijo: “te quiero mucho”. Yo automáticamente contesté “gracias, yo también”. “¿Por qué no recibes lo que te estoy diciendo?”, preguntó. En ese momento me dí cuenta de que saber recibir es una práctica, porque como dice el filósofo Christpher Hills, el sentimiento de gratitud proviene de nuestra apreciación al recibir un regalo: es el aprecio lo que le da su verdadero valor. ¿Cómo podemos dar a otros en espíritu lo que no hemos recibido y valorado plenamente en nuestro propio ser?

Otra forma de ser agradecidos es entrenar a nuestra mente a mirar las cosas positivas en nuestra vida y no perder el tiempo en todo lo que nos pasó antes, o pensar que lo peor puede pasarnos, porque como dice el neurocientífico Rick Hanson, el cerebro toma la forma sobre la que se apoya la mente: “Si algo nos sale mal y tomamos la actitud de que todo se va a poner peor y pensamos en el escenario más catastrófico, nuestro cerebro tomará la forma de ansiedad, depresión y enfado; aquello que fluye por la mente da forma al cerebro.” Así que ¿por qué no al despertar, agradecemos por los magníficos resultados que tendremos durante el día?

Agradecer por una provechosa reunión de trabajo, por una entrevista, por tu sesión de ejercicio o por tu revisión médica. Y cuando algo no salga bien, ¿por qué no pensar en que esa situación se resolverá con magníficos resultados? No es que eso vaya a suceder mágicamente, pero si nuestra mente se cierra y se conforma con el peor de los resultados, ya no tendremos opciones, por eso, si confiamos en que la situación compleja puede resolverse bien, quizás tengamos más espacio mental para encontrar nuevas soluciones a la circunstancia.

Cuando practicamos la gratitud le damos dirección a la mente y reconocemos cuáles son los pensamientos que no nos convienen para reemplazarlos por otros más sanos; es como si quitáramos la hierba mala del jardín. La energía que le damos a la vida es la que vuelve a nosotros.

¡Hasta la semana que entra!

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