Salvar al ajolote

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El doctor Luis Zambrano nos cuenta sobre Refugio Chinampa, iniciativa que busca restaurar Xochimilco para evitar la extinción de los ajolotes. Y nos explica qué perdería la humanidad si desaparecieran.

Por Mariana Limón

Recuerdan a una criatura mitológica: se mantienen inmóviles y con los ojitos bien abiertos (carecen de párpados). Su cuerpo es pequeño —en promedio miden 15 centímetros— y puede describirse como la combinación de un pez y una lagartija; su piel lisa puede ser de diferentes tonos que van desde el albino blanco con tonalidades rosas hasta el gris, café o verde pardo. De su cabeza se desprenden sus branquias; son seis, parecen ramitas o un par de antenas. Al ver a los ajolotes deslizarse, apenas un par de centímetros dentro de las peceras del Laboratorio de Restauración Ecológica de la UNAM, no sorprende que los aztecas los consideraran un monstruo acuático o la reencarnación de Xólotl, el hermano gemelo de Quetzalcóatl. En este lugar, distribuidos en contenedores especiales, hay más de 130 ajolotes con fines de estudio y conservación.

Observarlos es fascinante, cuenta el doctor Luis Zambrano, investigador del Instituto de Biología de la UNAM y encargado de este laboratorio. Los ha estudiado desde 2002. “Tienen cara de paz, se mueven como budistas”, contesta después de pensarlo unos segundos. La pregunta era qué es lo que más le llama la atención de estos anfibios. “Si tú te le quedas viendo a estos ‘bichos’, te entra calma, te cambian el ánimo. Es una cosa cero científica, pero a mí me pasa. Los veo y pienso ‘híjole, ya me encantaría estar así’. A lo mejor eso le pasó a Julio Cortázar y por eso hizo ese cuento tan bonito sobre los ajolotes”.

Agrega que también poseen cualidades biológicas increíbles como regenerar sus huesos, músculos y tejidos, y curar heridas sin dejar cicatrices. Además son neoténicos, es decir, mantienen algunas de sus características de larva y se reproducen sin ser adultos.

Cuando la carrera del doctor Zambrano inició, a finales de los 90, no se imaginaba que se dedicaría al estudio de ajolotes en la CDMX. Se imaginaba trabajando en Yucatán, estudiando las interacciones de diversas especies marinas. Se adentró en el tema porque la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) lo invitó a realizar un estudio de la población de ajolotes en Xochimilco. “Siempre lo describo así: la primera cita fue malísima, pero después enamoré y nos casamos”, recuerda. “Y cuando se inauguró este laboratorio, ahí me di cuenta de que esto es mi proyecto de vida”.

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¿Qué pasaría si perdemos a los ajolotes?

Para el 2025 o 2030, Xochimilco podría quedarse sin ajolotes. El problema es grave. Según el estudio A Tale of Two Axolotls —realizado por Luis Zambrano en colaboración con Ryan Woodcock y Randal Voss— en 1998 había seis mil ajolotes por metro cuadrado en Xochimilco; en 2008, el número bajó a 100; hoy, se estima que hay menos de 35. Las tres amenazas principales que enfrentan estos animales en su hábitat son: la extrema urbanización, que les genera estrés; la mala calidad del agua, que baja su capacidad de poder sobrevivir; y las especies exóticas (como la carpa y la tilapia) que compiten con ellos y se los comen.

“Tenemos que entender esto: una especie no es una especie si no está en su hábitat. Por lo tanto, tenemos que restaurar el hábitat para conservar la especie”, explica Zambrano. “La gente no lo entiende porque piensa que si el ajolote vive en peceras —y hay ajolotes así hasta en Japón—, la especie no se podrá extinguir. Pero no es así, se va extinguir porque Xochimilco es su hábitat. Se entiende mucho más fácil con osos polares: por más que tengamos osos polares en refrigeradores, si desaparece el Polo Norte la especie como tal ya no existe”.

Por todo esto, nació Refugio Chinampa. El proyecto es ambicioso y para su fase inicial cuenta con siete millones y medio de pesos. Su objetivo fundamental es rescatar la cultura chinampera en Xochimilco, que ha existido desde hace dos mil años: actualmente, menos del 20% del área del lago está dedicada a la producción chinampera, la idea es aumentar esta cifra. Esto mejorará el estado de los canales acuáticos y el ecosistema en general, por ende, al ser este espacio el hábitat del ajolote, también mejorarán sus condiciones de vida.

“Rescatar al ajolote es una responsabilidad muy grande y nos debería preocupar porque es el hermano gemelo de Quetzalcóatl, fue utilizado para la medicina tradicional y como alimento de las civilizaciones más importantes en México”, explica. “Esto nos dice que si perdemos al ajolote perdemos parte de nuestra identidad. Así sería más fácil que perdiéramos Xochimilco, y si eso sucede aumentaría en promedio dos grados la temperatura de la CDMX y se acrecientan las probabilidades de inundaciones. También expediríamos mucho más carbón y generaríamos problemas en términos de cambio climático. Perderíamos mucho ambientalmente y, al hacer esto, perderíamos mucha de nuestra calidad de vida como capitalinos”.

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