Ciudad jacarandosa

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Vivimos la época de las jacarandas en la Ciudad de México y esos tapetes floreados descritos, por Paco Ignacio Taibo I, como una alegría de paisaje en que uno quisiera poder levitar. Te invitamos a conocer más de ellas.

 

Ahí están ya. Florecen y pintan el aire de lila y púrpura, de azul violáceo. La primavera es contundente gracias a ellas: las jacarandas en la Ciudad de México son una especie de bandera que esta estación planta en nuestras calles. Su esplendor adorna lugares como Paseo de la Reforma, la Alameda Central, avenida Insurgentes, la Condesa, Narvarte, Polanco, uno las encuentra por toda la capital, en cualquier rincón.

Aunque la primavera entró a las 10:15 del martes 20 de marzo, la verdad es que parece haber llegado desde hace semanas gracias a ellas. Sus ramas negras comenzaron a llenarse de flores anunciando que el calor se aproximaba. Aunque muchos pensamos que no hay nada más chilango que las jacarandas, lo cierto es que no es así.

La bióloga Ana Gabriela Domínguez, encargada del área de difusión y enseñanzas del Jardín Botánico de Chapultepec, asegura que “son originarias del Caribe y Sudamérica, de países como Brasil, Bolivia, Argentina y Paraguay. Y aunque son un árbol más tropical, se adaptaron muy bien a los climas de nuestra ciudad”.

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Jacarandas en la Ciudad de México: un origen misterioso

Las jacarandas en la Ciudad de México guardan un misterio: no está muy claro cómo llegaron a esta geografía. Hay quien atribuye su introducción a un capricho del expresidente Pascual Ortiz Rubio, a principios de la década de los 30. El mandatario quería repetir lo que ocurría en Washington cuando, en 1912, el alcalde de Tokio obsequió a la ciudad norteamericana unos tres mil cerezos en señal de amistad entre ambos países. Los cerezos, que florecen en primavera, creaban un bello paisaje que provocó el encanto y hasta la envidia del presidente mexicano. El problema es que el clima chilango no era apto para plantar cerezos. Entonces, los expertos le recomendaron a Ortiz Rubio plantar jacarandas en la Ciudad de México.

Otros creen, sin embargo, que las jacarandas llegaron a México gracias a Tatsugoro Matsumoto, un célebre jardinero japonés que, después de diseñar jardines en Perú, llegó a la colonia Roma, donde diseñó varios jardines jacarandosos. En teoría, él fue quien importó las primeras semillas de jacaranda a finales del siglo XIX, y es el responsable de que estos árboles sean tan característicos de la Roma.

Otros le otorgan el crédito al gobernador de Veracruz, Teodoro Dehesa. La jacaranda no solamente es codiciada por sus bellas flores, sino también por su madera, así que en muchos viveros de Veracruz se sembraban jacarandas a principios del siglo XX.

De lo que no hay duda es de que fue el ingeniero Miguel Ángel de Quevedo el responsable de diseñar la gran mayoría de los parques de la capital, él fue quien arboló estas calles y pensó la manera ideal de adaptar las jacarandas a las condiciones climáticas de la Ciudad de México.

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Un hermoso “problema”

El nombre científico de la jacaranda es mimosifolia, que en portugués quiere decir “oloroso”, lo cual resulta curioso porque su flor no produce ningún aroma. La reproducción de este árbol no requiere de mucho cuidado. “El clima de México es el mejor del mundo para la reproducción de las plantas, ya que no es extremoso”, explica la especialista.

Pero no todo lo relacionado con ellas es colorido. Las jacarandas también pueden convertirse en un dolor de cabeza. Sobre todo cuando crecen. No son pocas las personas que se quejan de que sus raíces levantan las banquetas de su casa, destruyen muros o hasta rompen tuberías del drenaje. Pero hay una solución muy simple. “Hay que darle mantenimiento a los árboles, cortar sus ramas y no permitir su crecimiento desmedido”, dice la bióloga Ana Gabriela Domínguez.

Según la especialista, los árboles de jacarandas en la Ciudad de México no representan mayor problema si reciben los cuidados adecuados. Los que se encuentran sobre Reforma, por ejemplo, están aislados. “Yo creo que están bien ubicados sobre Reforma, la mayoría están en camellones y no provocan grandes daños, siempre y cuando tengan el mantenimiento, y eso es no dejarlos crecer”, explica.

En la colonia Condesa, por ejemplo, el Parque España y el Parque México son bien conocidos por las flores de sus jacarandas que, en primavera, estallan. Otro punto, en la misma colonia, es la calle de Veracruz.

De hecho, uno podría organizar un paseo lila para mirar jacarandas por toda la ciudad. Esa ruta tendría que incluir las calles de Concepción Béistegui y Nicolás San Juan, en la colonia Del Valle; el Bosque de Tlalpan; la Alameda Central en el Centro Histórico; las Islas de Ciudad Universitaria; Lomas de Chapultepec; la calle de Horacio en Polanco y el Paseo de la Reforma. Todos estos sitios están habitados por jacarandas.

“A mí estos tiempos de Semana Santa me provocan un sentimiento de indecible pasión por esta metrópoli, porque es el tiempo de las jacarandas —escribió Paco Ignacio Taibo I, en el año 2007—. En su desfachatada belleza no se conforman solo con el aire y crean en el suelo tapetes floreados que son una alegría de paisaje en que uno quisiera poder levitar, porque da pena pisarlas”.