Pisadas que iluminan

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Marcela Rojas, Viviana Molina y Selene Gálvez, tres estudiantes de Ingeniería Ambiental del IPN, buscan alumbrar Madero convirtiendo en energía alterna los pasos de más de 250 mil personas que transitan diario por esta calle.

Por Karla Almaraz (@YukarlyA)

No importa si es fin de año, 15 de septiembre o domingo por la mañana, cualquier día puedes ver una gran cantidad de gente transitando por la calle de Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México, ya sea viendo a los artistas callejeros, en alguno de los restaurantes o caminando rumbo al Palacio de Bellas Artes o hacia Palacio Nacional.

Entre turistas, comerciantes, artistas callejeros y visitantes chilangos se calcula que alrededor de 300 mil personas caminan por dicha vialidad todos los días, lo que la convierte en la calle más transitada no solamente de la Ciudad de México, sino de todo nuestro país.

Además de ser un beneficio para el comercio y el turismo de la zona, esa cantidad de personas representa una ventana de oportunidad para generar energía alterna para tres estudiantes de Ingeniería Ambiental, de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Biotecnología (Upibi), del Instituto Politécnico Nacional (IPN): los pasos de los visitantes serían la materia prima para generarla y así alumbrar Madero.

“En Madero transita un mínimo de 250 mil personas a lo largo de un día, es decir, alrededor de 10 mil por hora. Si transformáramos los pasos de esas personas en energía eléctrica, nos alcanzaría para abastecer tres mil viviendas”, detalla Marcela Rojas Gutiérrez, quien, junto con Viviana Molina Arreola y Selene Gálvez Salazar, forma parte de este proyecto, cuyo principal eje son las placas piezoeléctricas.

Aunque fue hace casi un siglo que se descubrió que al ejercer presión sobre ciertos elementos, estos se polarizaban y generaban energía, las placas piezoeléctricas son un tema que no ha sido ampliamente explorado en nuestro país.

“En una materia de la Upibi nos pidieron el uso de energías alternas para un proyecto grande. Quisimos llevar nuestro trabajo a más y que no solo se quedara en el salón de clases, porque vimos que había un potencial, que es posible realizarlo”, detalla Marcela.

Lo que se pretende con el proyecto es colocar 16,624 placas piezoeléctricas a lo largo de esta calle, las cuales al ser pisadas o presionadas generan la energía necesaria para alumbrar Madero al alimentar las 130 luminarias de la calle y muchos sitios más.

“Con este proyecto se generaría tanta energía que las luminarias solo ocuparían 3%. El arreglo que se está proponiendo es almacenar la energía sobrante en baterías y usarla para cualquier fin, como abastecer de electricidad a inmuebles o colocar LEDs en cada placa para que se encienda cada que alguien la pise”, afirma Marcela.

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Más energía y mucha menos contaminación

Las placas piezoeléctricas, cuyas dimensiones son de 60 centímetros por 60 centímetros, no solo permitirían ahorrar energía, sino que con ellas se dejarían de emitir 10 mil 482.98 toneladas de dióxido de carbono al año.

“La mayoría de las energías que usamos contaminan demasiado y el factor principal de este proyecto es que dejaremos de emitir huella de carbono. Son varias toneladas de CO2 que no generaríamos”, apunta la estudiante del IPN.

Para instalar las placas no es necesario escarbar o destrozar la calle de Madero; basta colocar la instalación eléctrica y poner sobre el concreto dichas placas, las cuales irían cubiertas por una superficie de acrílico o caucho que impediría que la gente resbalara sobre ellas.

Para instalar las más de 16 mil placas en Madero se requiere de una inversión de 59 millones de pesos, la cual, según nos platicó Marcela, se recupera en menos de un año, mientras que las placas pueden tener una vida útil de poco más de una década.

Una de sus principales ventajas es que, aunque el mantenimiento de las placas debe ser constante, no dejarían de funcionar si alguno de sus 100 discos internos llegara a fallar; únicamente generaría menos energía.

Alumbrar Madero, un proyecto viable

Prácticamente cualquier calle es apta para recibir esta clase de proyecto con placas piezoeléctricas. Sin embargo, los beneficios no serían los mismos. En el caso de la calle de Madero, debido a su alta cantidad de peatones, la energía que se generaría es muy alta y puede ser utilizada en más inmuebles, lo que facilita la recuperación de la inversión rápidamente.

Colocar estas placas en otra vialidad menos transitada también sería posible y funcional, pero no generaría los mismos beneficios, pues la energía sería en una cantidad menor.

Hoy, Marcela, Viviana y Selene, junto con sus asesores Saúl Hernández y Engelbert Eduardo Linares, se encuentran en la fase final del proyecto perfeccionando el prototipo y a la espera de que el proyecto pueda ser aceptado y cuente con el financiamiento para que se haga una realidad.

“Me siento satisfecha con este trabajo”, dice Marcela, “pero más que eso queremos dejarle algo al país que favorezca a las personas y al ambiente, porque ahorita ya no estamos para seguir el ritmo de vida que llevamos; estamos exigiendo más energía de la que producimos. Y el panorama está abierto a estas energías alternativas”.

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