Ilustración: Alberto Montt (@albertomontt)

Discapacidad y transporte: el reto

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¿Cómo viaja una persona con discapacidad en el transporte público? Un tramo de apenas seis kilómetros dura casi una hora en Metro y Metrobús. Esta es la crónica del viaje

El cuerpo de Javo es diferente, como el de todos. Él nació sin piernas, pero su gusto por los conciertos lo obligó a aprender a trasladarse en el Metro desde que tenía 15 años de edad. Un día de 1997, su mamá le dijo que ella no podía llevarlo a todos lados y que él tendría que aprender a dominar a la bestia, es decir aprender a ser una persona con discapacidad en el transporte público de la Ciudad de México.

Si para la mayoría de los habitantes de la capital ya es toda una hazaña ir de un punto, para el 5.5% de la población con movilidad limitada las alternativas de transporte público son una amenaza constante.

Máspormás acompañó a Pinche Javo, el personaje que Javier Alonso Medina se inventó para hablar de discapacidad en internet, durante uno de sus recorridos por el Metro y Metrobús con el fin de conocer los obstáculos que enfrenta una persona con discapacidad en el transporte público.

De General Anaya a Etiopía

Javo entra en silla de ruedas a la estación General Anaya de la Línea 2 del Metro, y las miradas de los transeúntes lo siguen a todos lados. Faltan 20 minutos para las 17:00.

Apenas lo ve, el policía abre la puerta metálica que está junto a los torniquetes y le da el acceso gratuito, uno de los pocos beneficios de tener una discapacidad, dice Pinche Javo, quien agrega: “En los micros depende mucho del chofer que te dejen pasar gratis o no”.

Al llegar a las escaleras, Javo muestra una habilidad refinada durante 22 años que le permite moverse en espacios que no han sido adaptados para personas con discapacidad. Sin ayuda de ninguno de los demás usuarios, Javo deja caer su torso al piso mientras voltea su silla, agarra su mochila y se la pone en la espalda. Acto seguido, empieza a bajar escalón por escalón. La silla en una mano, levantada de las patas delanteras. La otra mano en el piso, como apoyo.

Sus manos son callosas y están sucias por tener que impulsarse con ellas para tener que avanzar cuando se encuentra con escaleras. Tras bajar unos 40 escalones, el joven llega al andén, mientras unas gotas de sudor escurren de su cabeza.

Minutos después, el tren llega, se detiene y abre sus puertas. Como el acceso queda por encima del nivel del andén, Javo tiene que usar ambas manos y mucha fuerza para impulsarse y entrar.

Arriba del tren, Javo comenta que vive en Iztapalapa, la alcaldía con el mayor número de personas con alguna discapacidad, las cuales suman un 1,792,891, según información del Censo de Población y Vivienda 2010. Además de dicha demarcación, la Gustavo A. Madero, Coyoacán, Tlalpan y Álvaro Obregón concentran a 6 de cada 10 personas que tienen una discapacidad en la CDMX.

Los datos del censo también establecen que las personas más afectadas por alguna discapacidad son los adultos mayores, que representan 51%, seguido de los adultos, con 33%; jóvenes, con 9%, y los niños, con 7%.

Cinco estaciones después, llegamos a Xola y Pinche Javo intenta bajar del tren, pero hay mucha gente entre él y la salida del vagón. Las personas se recorren —increíblemente— hasta que escuchan una voz ronca que pega un grito pidiendo que le abran el paso, a pesar de que al año se realizan 194 millones de viajes gratuitos de adultos mayores y personas con discapacidad permanente de tipo motriz, auditiva, mental o visual, de acuerdo con datos del Metro hasta 2015.

Luego de bajar del tren y antes de enfrentarse por segunda ocasión con las escaleras, Javo hace una pausa para hablar sobre cómo le va a una persona con discapacidad en el transporte público de la Ciudad de México.

Cuenta que así como hay muchas personas que lo quieren ayudar, muchas otras le hacen caras o a veces lo hacen mal. “Nadie nos enseña cómo ayudar a una persona con discapacidad en el transporte público. Me quieren cargar o no saben cómo doblar una silla, y pues no es algo que se enseñe en la escuela”.

Mientras platica, Javo reconoce que es privilegiado, ya que casi no tiene que usar el transporte público, puesto que la mayoría de los viajes los realiza en su auto particular. El tener que lidiar con conductores de microbús y de taxis que no le hacen la parada lo ha obligado a preferir gastar más, pero tener mayor libertad de moverse en su camioneta adaptada en la que va a su trabajo en los Estudios Churubusco, donde labora escribiendo comerciales, a su casa, en Iztapalapa.

La discapacidad es un tema que afecta de manera diferente a hombres que mujeres, pues perjudica más a estas últimas, ya que hay 273 mil mujeres con algún tipo de discapacidad, mientras que los hombres alcanzan los 208 mil del total. Aunado a que ellas prefieren utilizar algún tipo de taxi a usar el transporte público por el tema del acoso y la inseguridad.

La población con discapacidad señala que una de las principales problemáticas que enfrentan en su cotidianidad se da por calles, instalaciones y transportes inadecuados, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017.

Luego de un rato, una persona se acerca. Intercambian unas palabras y el joven carga la silla de ruedas y la lleva hasta arriba de las escaleras, mientras Javo avanza escalón por escalón con una mano delante y otra atrás.

Mientras pasamos cerca de un elevador especial para personas con discapacidad o de la tercera edad, Javo explica que para usarlo hay que tener la Tarjeta Libre Acceso, la cual permite usar los 103 ascensores ubicados en el Sistema de Transporte Colectivo, pero tramitarla le da pereza, porque “a como yo lo veo, la movilidad va más allá de una tarjeta”.

La tarjeta se puede solicitar en módulos de atención del Metro de manera gratuita y solo está disponible para habitantes de la CDMX y del Estado de México, previa revisión de requisitos.

El día que lo acompañamos, Javo tuvo suerte, dice, ya que el señor del puesto junto al elevador le avisó que él tenía la tarjeta, lo que le ahorró bajar unas escaleras, pero no se libró del siguiente reto: avanzar por banquetas en reparación para poder llegar a la estación del Metrobús Xola, ubicada a tres calles de distancia.

“Mi transporte favorito es el Metrobús porque es muy amable con la forma en que me muevo, no tiene escaleras y tiene su espacio para poner la silla”, confiesa. Datos de ese sistema de transporte detallan que cada estación cuenta con adecuaciones para que personas con discapacidad visual se puedan guiar, mientras que en el Metro solo 56 estaciones cuentan con ranura guía y placas Braille.

La Ley de Accesibilidad para la CDMX establece que “todas las edificaciones públicas y privadas, que presten servicios al público, que se construyan a partir de la entrada en vigor de la presente Ley (2016), se ajustarán a los criterios de diseño universal y accesibilidad para las personas con discapacidad y personas con movilidad limitada que se dispongan en la presente Ley”.

Sin embargo, cualquier construcción hecha antes del 2016 se puede amparar para no hacer las modificaciones y esto complica la libertad de moverse a personas con alguna discapacidad.

Tras caminar unos cinco minutos hasta la estación del Metrobús, Javo cruza la calle y su acceso a ese sistema de transporte fue sencillo. Luego de subir la rampa, el policía le dio acceso y siguió de frente hasta llegar al andén.

Cuando llegó el camión, el joven lo abordó sin tanto esfuerzo, gracias a que no había mucha gente en la puerta, pero las pocas personas que había lo voltearon a ver.

Seis minutos después, Javo llegó a su destino, en la Glorieta de Etiopía, donde comprará cosas para su fiesta de cumpleaños.

El saldo del recorrido fue: cinco estaciones del Metro, cuatro del Metrobús y 50 minutos invertidos en un tramo de apenas seis kilómetros. Javo mostró que domina a “la bestia” y lamenta que existan tantos obstáculos y falta de accesibilidad para las personas con discapacidad en el transporte público: “La movilidad es un asunto que tiene que ver más con la libertad”.

Caminar, moverse, subir o bajar es la categoría por tipo de discapacidad más alta en lo que respecta al porcentaje de personas con alguna discapacidad, pues concentra el 60%, seguido de ver aún usando lentes, seguido de hablar o comunicarse.