Retratar identidades en tránsito

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La discriminación hacia los indígenas en la CDMX es real, algunos de ellos han hallado en los estoperoles y los peinados mohicanos una forma de infundir miedo: prefieren ser rechazados por “temor” que por “parecer indios”.

FOTO: EDGAR DURÁN

Es mejor ser temido que discriminado. En la Ciudad de México usar un camuflaje de ciudad, cambiar de ropa, de corte y color de cabello, incluso de forma de hablar, es una estrategia. Los grupos indígenas de la capital han encontrado en los estoperoles, los mohicanos, los paliacates cholos una forma de infundir miedo: prefieren ser rechazados por “temor” que por “parecer indio”.

Lo sabe bien Federico Gama, fotógrafo mexicano que ha recibido el Premio Nacional de Periodismo Cultural, el Premio Principal X Bienal de Fotografía y el Premio Nacional Rostros de la Discriminación 2009, entre otros, y autor de la serie “Mazahuacholoskatopunk”, que retrató por primera vez cómo los jóvenes indígenas, al llegar a trabajar a la capital a principios del año 2000, comenzaban a modificar su imagen para encajar en la sociedad y librar la discriminación.

“Se trata de jóvenes que se reunían en el mercado de Tacubaya, en la avenida Jalisco, el metro Observatorio, Pino Suárez y San Lázaro a esperar las camionetas que los llevan a la construcción, donde regularmente trabajan. Eran originarios de zonas rurales e indígenas en Tlaxcala, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Michoacán e Hidalgo pero que al llegar vivían discriminación, eran humillados por su origen”, dice.

Gama creció en el barrio de Tacubaya. Por eso pudo notar el fenómeno desde siempre. Desde niño mirar el tránsito de la gente y preguntarse quiénes eran, qué hacían, de dónde venían. Así comenzó a notar cómo los grupos indígenas se apropiaban, muy a su manera, de las modas citadinas.

Su serie más famosa la empezó en 2004 y se extendió por nueve años. Se trata de un trabajo de autor, que él denomina fotografía documental conceptual; además de los personajes de su serie “Mazahuacholoskatopunk”, Gama también ha fotografiado a los cholos de Neza, a los tatuadores de Tepito, a los presos de las Islas Marías y, actualmente, desarrolla el proyecto 12D que consiste en fotografiar por 12 años los festejos del 12 de diciembre.

Hoy, Gama tiene un objetivo: regresar a la foto análoga. Dice que la obligación de los fotógrafos, hoy que todos tienen una cámara integrada en su teléfono, debería ser innovar, aterrizar conceptos y hacer mejores propuestas; en resumen, entrenar el ojo para mirar lo diferente.

Diferente como los grupos indígenas vistiendo chamarras de piel con estoperoles, ropa de mezclilla roída, playeras sin mangas, paliacates, cabellos rubios, verdes, en picos o en mohicano, atuendos que modifican la actitud, les otorgan confianza, respeto, dignidad.

“¿Cada cuándo vemos a un indígena empoderado? —cuestiona Gama—. Casi nunca. Ese es el poder que les daba verse diferente”.

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Rasgos de origen

En su camuflaje, los grupos indígenas conservaban elementos de sus comunidades. Además, tomaban siempre el atuendo de subculturas en las que, de alguna manera, se sentían reflejados y les ayudaban a adaptarse.

Un ejemplo son las patillas largas, que cubren parte de las mejillas. De acuerdo con el fotógrafo, ese estilo es común entre los hombres y mujeres hñähñús, otomíes y mazahuas. El uso de bufandas es otra adaptación: comunes en climas de montaña, la comunidad mazahua dejó de usarla para el frío y la adaptaron a manera de mascada o cinturón.

La imagen chilanga de los chakas también es una fusión, explica Gama. Colgarse rosarios, cadenas, escapularios y figuras de tela e hilo es una costumbre mazahua. Hoy, este rasgo de la vestimenta indígena se insertó en el entorno urbano, pues otros chilangos comenzaron a imitarlo.

Mostrar a través de la lente esas fusiones textiles hizo que la serie “Mazahuacholoskatopunk” formara parte de “Mextilo”, una exposición organizada por el curador Gustavo Prado y que resume 100 años de moda en México. La serie fotográfica de Federico Gama también fue expuesta en Francia, marcas como Dr. Martens han hecho referencia a ella para mostrar la diversidad del movimiento punk alrededor del mundo y sirvió como impulso para el concurso de Moda Alternativa del Museo Universitario del Chopo.

De la discriminación al rechazo

Aun con ropas distintas, los indígenas siguen siendo rechazados, pero ahora la causa es otra: “Hemos visto que la gente asocia a los san juderos con la delincuencia y el consumo de drogas. Habrá quienes sí lo hagan y otros que no, pero nadie se acerca cuando los ve en la calle: infunden temor. Lo mismo pasa con los darks, los emos, los punks, los cholos: son rechazados por ser ‘diferentes’. La diferencia es que esto no les molesta a los indígenas”.

Las actitudes que segregan a unos dan confianza a otros. La sensación de estar inserto en la sociedad empodera a los indígenas, les permite reaccionar distinto a una ciudad que los ataca. La ironía: ser rechazados por pertenecer a una subcultura los hace sentir parte de la capital, lo cual es distinto a ser rechazados simplemente por su origen.

“El cambio de actitud se observa en los ojos, el San Juan Cholo —célebre por el meme ‘no se quiera pasar de verga’– denota agresividad en la mirada; los punks y darks se sienten más seguros al caminar por Tacubaya. Incluso, en sus pueblos de origen usan las tradicionales faldas con holanes y colores fuertes combinadas con playeras o sudaderas oscuras, botas de piel y peinados terminados en picos”.

Si quieres saber más de la serie fotográfica, visita la expo “Mazahuacholoskatopunk. Identidades en tránsito” que estará hasta el 2 de marzo en el Museo Indígena de la CDMX (av. Paseo de la Reforma 707, Col. Morelos, tel. 5529 4699).

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