Deleitarse con la música

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La voz profunda y potente del tenor Fernando de la Mora es tan ecléctica como la ciudad que lo vio crecer

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

 

El gusto musical se adquiere como el gusto por la comida. O así lo considera el tenor Fernando de la Mora. “El secreto está en saber combinar los sabores”, dice. Y expone dos ejemplos como para abrir el apetito.

“Imagina que comes caviar”, dice con voz profunda y grave. “No todas las personas aprecian su sabor. Es demasiado salado, sabe a mar. Pero si lo combinas con otros ingredientes, le tomas el gusto. A mí me gusta comerlo con crema o cebolla o trozos de huevo cocido”.

Enseguida menciona otro ingrediente: el chile. “Es un sabor agresivo, doloroso. Pero si lo sabes utilizar, puedes elevar el sabor del platillo. Lo mismo con la música: los géneros son ingredientes. Conforme los combinas, creas el gusto. Y lo que eliges es lo que define quién eres”.

Pero lo que define a Fernando de la Mora es una ecléctica combinación de géneros. Dice que su dieta cotidiana incluye piezas de Mozart y Beethoven, junto con canciones de Celia Cruz, Eric Clapton, composiciones operísticas de Puccini, canciones de Pedro Infante, boleros y baladas en español que abarcan la década de los 50 hasta los 80 del siglo pasado. El mayor requisito para que una melodía se vuelva parte de su vida es que le emocione.

Tenía 28 años cuando la música dejó de ser un ingrediente para convertirse en el centro de su vida. Era 1986 y Fernando debutó como parte del elenco operístico de Bellas Artes con el papel de Borsa en la ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi. “Fue un papel pequeño, pero me fue bien”. Meses después, interpretó el papel estelar de Pinkerton en Madame Butterfly, de Giaccomo Puccini. Y a principios de 1987, se presentó por primera vez en el Palacio de Bellas Artes, con el protagónico masculino de Tosca, también de Puccini.

Nada mal para aquel muchacho que, 10 años antes, había comenzado a estudiar canto con el único propósito de interpretar el “Ave María” en la boda de su hermana.

“Aprendí a cantar y mi voz creció. No pude evitar lo evidente: el canto me daba gozo y quería dedicarme a él”.

Fue cuando decidió abandonar la carrera de Administración de Empresas. “Mi abuelo, quien fungía como mi padre, me dijo: ‘No te voy a apoyar’. Ocurrió como en tantas familias, donde se considera que el arte no es un trabajo. Es curioso, porque me ha pasado incluso con mis hijos. Hubo una actividad en la escuela de mi hijo Rodrigo, en la que los padres debíamos estar presentes y los niños tenían que explicar en qué trabajábamos. Mi hijo me preguntó a qué me dedicaba y yo le respondí que a cantar. Él insistió: ‘No, en serio papá, ¿en qué trabajas?’”.

El trabajo de Fernando de la Mora se divide en dos: interpretar papeles estelares en teatros operísticos de México, Nueva York, San Francisco, Milán, Londres y España, Buenos Aires, Moscú… Y también, difundir la música mexicana. Su discografía abarca más de 30 producciones entre ópera, mariachi, rancheras, danzones y música romántica. A principios de este mes, lanzó su álbum a dueto con Armando Manzanero: La magia de tu amor.

“No interpreto ninguna canción que no me emocione”, dice el tenor. “Tengo la dicha de escoger mis canciones. Y cada canción que interpreto la siento en el alma. Me duele, me emociona. Creo que es necesario sentir profundamente la letra y la melodía para lograr apachurrar el corazón del público. Un artista que no lo hace, no sirve”.

De ahí surge su amor por Pedro Infante. “San Pedro Infante, por favor”, exclama. “Yo admiro a San Pedro y a Jorge Negrete. Y si bien San Pedro carecía de la voz impresionante y elaborada de Jorge, tenía algo que al otro le faltaba: intimidad y sentimiento. San Pedro acariciaba el oído con la voz”.

Entre la ópera y la música popular mexicana, Fernando de la Mora encuentra un vínculo sutil: la exacerbación de la emoción. “La ópera se basa en la excelencia del logro musical. Quien la escucha, requiere cierto tipo de preparación para tomarle el gusto, como se le toma el gusto a un sabor poco común. En cambio, la música popular no tiene códigos. La ópera está hecha para ser descifrada, mientras que la música popular va directo al corazón. Pero ambas están hechas para despertar los sentimientos”.

Y en ese terreno emocional, caben todos los géneros. Por ejemplo, Fernando de la Mora no es devoto de la música de banda, pero no la menosprecia. “Hay amigos que consideran que este género está alejado de la calidad. Yo más bien considero que no puedes desprestigiar algo solo porque no lo comprendes. Es algo que va más allá de los gustos: requerimos comprender que lo importante es que las canciones conecten con la emoción. Y eso ocurre con este género”.

Aclara que, si acaso tiene una crítica, es que “Solo se escuche música de banda, y no se amplíe el gusto hacia otros universos musicales”. Y justo para acercar al público a la ópera y la música tradicional mexicana, el cantante ha ofrecido conciertos gratuitos en el Zócalo capitalino (2015) y las explanadas de las delegaciones Benito Juárez e Iztapalapa (2016).

“La Ciudad de México es un lugar que adoro. Aquí crecí. La gocé de niño y me siento orgulloso de ella. Lo más que puedo hacer es retribuirle lo que me ha dado, con lo que tengo: el canto”.

En cifras: 

  • 1981 fue al año en que se filmó Una sota y un caballo, su debut y despedida como actor. cinematográfico del tenor.
  • 8 años ha ofrecido conciertos patrios en el Auditorio Nacional, el 15 de septiembre.
  • 2 ocasiones suplió en conciertos a Luciano Pavarotti: en San Francisco y en Barcelona.