Una mamá indestructible

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 Guadalupe no es la madre biológica de sus cinco hijos, pero eso no le impide reconstruir a una familia abandonada

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

Para ser madre no es necesario ver crecer un vientre o compartir sangre. Tampoco hace falta un papel que valide el sentimiento al escuchar a un niño que por primera vez susurra “mamá”, y eso está muy claro en la mente de Guadalupe.

Ella es una madre social (Madre SOS), es decir, es mamá de cinco niños, vive con ellos, se encarga de sus cuidados, educación, crianza y cariños sin que exista una relación consanguínea o legal.

Es miembro de Aldeas Infantiles SOS, una organización que promueve que niños huérfanos crezcan a cargo de una madre o padre no biológico, que asume el papel de jefe de familia. Todos viven en una de las casas que pertenecen a una comunidad —Aldea— de otras familias que siguen este modelo. ¿El objetivo? Que los menores tengan la opción de desarrollarse en un ambiente seguro junto a una figura parental que los estimule a seguir estudiando hasta que sean independientes.

En el caso de Guadalupe, su nueva familia está formada por cinco hijos: “Raúl” de 14 años, “Javier” y “Ana” de 12, “Eduardo” y “Sergio” de 11. A los más chicos todavía los acompañó a la puerta del kinder y, ahora, los dos medianos están listos para pasar a la secundaria.

“He tenido muchas satisfacciones, mis niños son muy aplicados. Como en todas las familias, hay discusiones, pero siempre sabemos salir adelante. Me siento muy orgullosa tanto de su esfuerzo como de los vínculos que hemos construido”, dice.

Además de ellos, Alma es otra de las hijas de Guadalupe y es la primera de la familia que termina una carrera y hace una vida independiente. Cada mes visita a su madre y ambas siguen pendientes de los pasos que da la otra.

Ella se ha convertido en la motivación de sus hermanos, pues uno sueña con estudiar para abogado y otro quiere ser biólogo.

De eso se trata este modelo, de unir las piezas del rompecabezas para reconstruir el entorno familiar. La sede de la CDMX está en la Gustavo A. Madero y es parte de las 570 distribuidas en todo el mundo.

El trabajo de ser mamá

La primera vez que a Guadalupe le dijeron “mamá”, se quebró. Ella no tiene hijos biológicos y escuchar esa palabra pronunciada con tanta timidez la transformó, pues, explica, fue como si los niños le pidieran permiso para otorgarle un lugar que estaban ansiosos por llenar.

“Era como si tuvieran miedo de que los fuera a rechazar, pero yo estaba encantada. Sé que no necesito un documento para asumirme como madre”, cuenta. Y es que, para Guadalupe, tener un hijo va más allá. Es un vínculo que se entreteje cada día de generosidad, paciencia, convicción, disposición a la convivencia, respeto y amor.

Su dinámica es como la de cualquier familia. Se levantan temprano y cada uno de los hijos se baña, arregla, desayuna, tiende su cama y se va a la escuela.

“En cierta manera soy una mamá estricta. Los apapacho mucho, pero a todos nos gusta vivir bien y debemos esforzarnos. En eso estamos muy conectados”, dice.

Y convertirse de un día para otro en mamá de cinco tuvo reacciones positivas. “Al principio mi familia no me creía que iba a vivir en la Aldea porque siempre he sido una mujer que anda de arriba para abajo, pero cuando vieron que iba en serio y que me hacía feliz, les dio mucho gusto”, expresa.

Dice que ser madre cambió su vida en varios niveles porque le ayudó a derribar barreras personales, la volvió más segura, desenvuelta, estable y aprendió a expresarse de una mejor manera.

“Soy una Madre SOS súper comprometida y con los pies en la tierra. Me siento muy querida y realizada como profesional y como mujer. Y sigo convencida de que todavía me queda un largo camino como mamá”, dice. Una satisfacción que corresponde a la generosidad de Guadalupe para fortalecer lazos que se habían fracturado.

 Escuela para madres

Para que una mujer se convierta en Madre SOS tiene que pasar dos años. Primero debe aprobar exámenes, entrevistas y valoraciones con expertos. Una vez aceptada, debe tomar un curso de sensibilización, y luego podrán ser integradas como “tías” para conocer las dinámicas familiares.

En la capital hay siete mamás y seis tías que se encargan de 67 niños que vivieron violencia y abandono de sus familiares.

De no ser por un portón, un guardia de seguridad y un letrero con el nombre de la organización, la Aldea pasaría por una unidad habitacional con juegos infantiles y parques como cualquier otra.

En cada casa viven una mamá y entre siete y nueve chicos enviados por el Sistema para el Desarrollo Integral para la Familia (DIF), ya sea porque no tienen familia o porque los padres no pueden hacerse cargo al cumplir procesos penales o de rehabilitación.

“Al formar un hogar buscamos que los niños crezcan en un ambiente que fomente su desarrollo y que, además, los tenga integrados a la sociedad. Afuera no falta quienes los molestan por venir de una institución, pero los chicos saben que tienen una familia y que hay alguien que los espera en casa”, expresa Guadalupe.

En cifras: 

  • 7 Aldeas Infantiles SOS hay en el país. Una de ellas está en la Gustavo A. Madero.
  • 1949 fue el año en el que se fundó la primera Aldea Infantil, en la ciudad de Imst, Austria.
  • 67% de los niños a nivel nacional crece con algún tipo de violencia en su proceso educativo.