Adueñarse del asfalto

Especiales

Hace 13 años, Orquídeas MC se convirtió en el primer club de mujeres motociclistas en la CDMX. Respetadas entre la comunidad biker, buscan romper estereotipos en torno a esa actividad. 

Arlen García siempre se sintió atraída por las motos: había algo en su sonido al arrancar y en la ráfaga visual que producen cuando van a toda velocidad en la carretera. Era inexplicable. Para ella, una motocicleta era mucho más que un vehículo. Significaba aventura, libertad y un reto aún sin cumplir. Empresaria, Andrea Velásquez llegó al motociclismo hace poco más de un año, gracias a uno de sus negocios. En aquel entonces era dueña de una mezcalería en la Condesa, y Liliana Urbina, motociclista desde hace 13 años, decidió festejar su cumpleaños en ese lugar. La curiosidad de Arlen fue instantánea; le hizo un par de preguntas a la cumpleañera y unos meses después decidió comprar una moto.

“La compré sin saber cómo manejarla —recuerda—. Ahí la tenía y la veía todos los días, la saludaba, la acariciaba, pero no me subía nunca. Después. Lucero y Lili [Urbina] me enseñaron a manejarla y entré al moto club”.

Cuando me reuní con ella, el domingo 7 de enero, el Moto Club Orquídeas estaba concretando su primera reunión del año. Las ocho integrantes ríen en un restaurante en la Roma. Resulta fácil identificarlas: frente a ellas, esperan ocho motos estacionadas en fila. Un grupo como el suyo llama la atención de inmediato: todas llevan pantalón de mezclilla, chalecos llenos de parches y paliacates rosas en la cabeza o el cuello. Sobre la mesa descansan lentes oscuros, guantes y cascos. Portan con orgullo su uniforme. A todas les emociona ser “orquídeas”, saben que su club fue el primer grupo de mujeres motociclistas en la CDMX.

Trece años rodando

La historia de las “orquis” (apodo con el que son conocidas entre la comunidad biker) comenzó en el 2005. Desde entonces, las integrantes del club han ido cambiando, pero permanecen dos de las cinco fundadoras originales: las hermanas Liliana y Lucero Urbina. Se han sumado, además, Rosario Hernández “Roxx”, Arlen García, Isadora Ochoa, Karime Sánchez, Kambrah Gil y Andrea Velásquez “Baby Run Run”.

“Llevamos 13 años de trayectoria. Todo inició porque nos juntamos varias chicas a las que nos llamaba la atención la motocicleta, pero siempre salíamos con amigos. De ahí surgió la idea, ¿por qué no hacer un grupo solo de mujeres?”, recuerda Liliana Urbina, actual presidenta del grupo. “Para el nombre, queríamos algo relativo a las flores”, agrega su hermana Lucero. “Y vimos que las orquídeas son flores muy difíciles de cultivar y muy selectivas, como nosotras”.

Como Arlen, cada una de las mujeres motociclistas en la CDMX tiene una historia personal. Algunas llevan muchos años rodando, otras están comenzando. Las que llevan puesto un chaleco de piel tienen más de cinco años en el grupo, las que tienen uno de mezclilla son prospectos. Algunas son mamás. Todas viven en distintos puntos de la ciudad. Liliana es asistente ejecutiva; Lucero, contadora; Karime, policía; Kambrah, bailarina; Arlen, empresaria; Andrea trabaja en un laboratorio del IMSS, Isadora es estilista y Rosario, entrenadora personal. Algunas son tímidas, otras extrovertidas. En medio de sus diferencias hay un punto de encuentro: la sensación de libertad que tienen cuando ruedan juntas.

Romper estereotipos

El motociclismo no es fácil. Y si quien lo intenta es mujer, el camino a recorrer se complica aún más. “El retrato de los bikers [en el imaginario popular] incluye una caracterización de hombres rebeldes y rudos, que incumplen la ley y son criminales descarriados”, explica Kimberly Mass, socióloga de la Universidad de Minnesota, en su ensayo Making sense of motorcycle brotherhood.

“El motociclismo en la CDMX era un espacio reservado para hombres”, cuenta “Roxx”. “Era una discriminación muy grande. Pero rodando nos ganamos el respeto de todos”.

Pertenecer a un moto club femenil tiene ventajas. La que más enorgullece a las integrantes de Orquídeas es su saldo blanco. Jamás han tenido muertes ni accidentes mientras ruedan. El logro no es menor: según el Perfil Nacional de Seguridad Vial, en el 2015 fallecieron 16 mil personas por accidentes viales; 1,541 eran motociclistas.

“La gran diferencia entre un moto club de hombres y uno mujeres es la responsabilidad —dice Andrea Velásquez, la menor del club—. En este grupo hay mamás, siempre llevan en el pensamiento que no pueden arriesgarse porque las están esperando. Los hombres son más despreocupados… O más irresponsables”.

El protocolo de seguridad de las mujeres motociclistas en la CDMX es riguroso. Por ejemplo, al conducir en carretera, la alineación sigue este orden: al frente va la puntera, ella guía al resto, debe ser experta y conocer bien la ruta; en medio, el grupo va en zigzag para que todas tengan visibilidad al frente; hasta atrás va la barredora, ella es quien cierra la fila. También hay una “carrilera”, una motociclista veloz que debe saber maniobrar a la perfección; su trabajo es vigilar al grupo. El uniforme tampoco es negociable: quien no lleve casco, botas, guantes, rodilleras y chamarra no puede conducir.

“Nuestra ideología es la de cobijar. Estamos capacitadas en primeros auxilios y mecánica —explica Liliana—. Cuidamos a las interesadas en pertenecer a nuestra familia. Nosotras no vamos por un moto club grande. Buscamos hermanas. Queremos ser pocas, pero con un fuerte lazo que asegure que si algo le pasa a una, todas vamos a estar ahí”.

NUMERALIA

– 81% de los motociclistas, entre 2014 y 2015, usaban casco de seguridad.

– 257 mil 535 motocicletas registradas en la CDMX había en el 2016.

– 89% aumentó el número de motociclistas en México del 2009 al 2014.

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