Nahui Olin y su mirada infinita

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Nahui Olin se ha convertido en un personaje de culto: películas, libros y tesis se enfocan en lo enigmático de su figura. El Museo Nacional de Arte rinde homenaje a esta mujer extraordinaria.

Por Alejandra Jarillo (@AleJarillo)

Dicen que a finales de la década de los 70, se le podía ver deambular por la Alameda. Un abrigo raído evidenciaba su soledad y el olvido con los que Carmen Mondragón se encontró hacia el final de su vida. De la belleza que enloqueció a Diego Rivera, Dr. Atl o Edward Weston casi nada quedaba, solo la mirada penetrante de sus ojos verdes que, en los locos años 20, fueron capaces de revolucionar a una sociedad mexicana que comenzaba a soñar con el progreso.

Fue en París donde, como esposa de Manuel Rodríguez Lozano, conoció a Picasso, Matisse y Rivera, época en la que nació su deseo de ser pintora —ya escribía y tocaba el piano—. Es en 1921, de regreso en México, que descubre la homosexualidad de su esposo. Vendría la separación del hombre que le dio su único hijo (y que falleciera aún bebé por muerte de cuna).

Carmen Mondragón se sumergió en la vida intelectual del país brillando con luz propia. Sus ideas revolucionarias la hacían una mujer independiente con ideales políticos, científicos y artísticos. Frida, Tina y Lupe callaban cuando ella hablaba; también Rivera, Vasconcelos, Novo y Villaurrutia. No solo por su elocuencia y sus ideas de avanzada, también por su hipnotizante belleza.

“Una personalidad desbordante, de un carisma arrollador, eso se ve en sus fotografías, que provocan un hechizo especial”, dice Tomás Zurián, responsable del concepto original de la exposición de Nahui Olin, “La mirada infinita”. “En mi caso, una fotografía suya me hizo investigar por 40 años sobre su vida. ¿Qué no habrá sido verla en la realidad? Su belleza lindaba los límites de lo sobrenatural”.

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El Dr. Atl y Nahui Olin

Según Tomás Zurián, así transcurre la historia:

22 de junio de 1921. Gerardo Murillo, el Dr. Atl, la ve en una fiesta en una residencia en San Ángel y queda enloquecido por ella.

28 de junio. Atl anda caminando, pensando, lucubrando cómo puede encontrarla, y de pronto aparece en la Alameda con su marido (Manuel Rodríguez Lozano). Se acerca trastabillando y de manera atropellada les invita a que lo vayan a visitar al exconvento de La Merced para que vean sus piezas de arte.

30 de junio. Carmen Mondragón asiste al exconvento de La Merced sola —las relaciones con su esposo estaban ya despedazadas—. No sucede nada en esa ocasión, ella ve las obras y empieza a hablar, con su gran capacidad intelectual y conocimiento, de las vanguardias y de la pintura de su época, se retira. El Dr. Atl se queda con ideas casi suicidas para acercar a esa mujer a él.

2 de agosto. El Dr. Atl recibe una carta de Carmen. Le escribe cosas eróticas, como que van a crear una noche más luminosa que todos los días del mundo, y que todo eso culminará cuando sus cuerpos se junten.

Así inicia la historia de una de las parejas más fructíferas del arte mexicano. El Dr. Atl la rebautiza, y pasa de ser Carmen Mondragón a convertirse en Nahui Olin, que en náhuatl significa “movimiento perpetuo”.

El legado de Nahui Olin

Nahui Olin, la poeta, escritora, pintora y caricaturista, se aisló de la vida social, pero siguió activa en los procesos culturales. Se convirtió en maestra de pintura. Así esperó la muerte a los 84 años en su casa de Tacubaya, en absoluta soledad. Su energía cósmica descansa en la tumba 503 del Panteón Español.

Desde la perspectiva de Zurián, Nahui Olin dejó dos legados, uno intangible y otro tangible, que está representado por sus obras pictóricas, sus grabados, sus dibujos, sus caricaturas, sus fotografías, su vida misma. Mientras que el legado intangible estaría representado por su inmenso sentido de libertad.

“Para ella, la libertad era el primer factor que debía permear en las conductas humanas. Ella misma en una carta dice: ‘Al único amante al que tengo que ser fiel toda mi vida es al concepto de libertad’. Ese concepto nos sigue animando en el mundo contemporáneo, es un concepto que no debería desaparecer nunca.”

“En ese sentido, también fue idéntica a sí misma, nunca traicionó ninguno de sus ideales, como lo determina la filosofía escolástica, en relación con el concepto de sustancia: las sustancias tienen que ser invariables, tienen que permanecer unidas, para ser eternas. Podemos asociarlo a Nahui Olin por su marcado sentido de la eternidad”.

En el Munal podrás ver 250 obras de Nahui Olin y de sus contemporáneos, además de una selección de fotografías inéditas que Edward Weston le hizo, así como los estupendos desnudos de Antonio Garduño.

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