Ilustración: Carlos Vélez

El amor según Del Toro

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El director tapatío vuelve a la pantalla grande con La forma del agua, una cinta que además de refleja la visión de Guillermo Del Toro promete protagonizar los premios cinematográficos esta temporada. Ya inició con un Globo de Oro.

PorIra Franco

Bien vistos, los humanos somos monstruosos: nos la pasamos ocultando nuestras fallas, vicios, deformidades y anomalías para sobrevivir. La visión de Guillermo del Toro está cargada de compasión por ese “otro” que somos, por el horrible monstruo que se esconde bajo nuestra idea de normalidad.

Desde su primer largometraje, La invención de Cronos (1993), Del Toro se ha encargado de virar la perspectiva hegemónica sobre el horror; reinventa historias clásicas desde el punto de vista del monstruo y nos confronta con este retorcido espejo. En Cronos es claro: la maldad no es el estado vampírico o la sed de sangre a la que se hace adicto el personaje de Federico Luppi, sino la desmedida ambición humana de la familia De la Guardia. Por su parte, El laberinto del fauno (2006) no tiene ningún monstruo más aterrador que el capitán Vidal (el estupendo actor Sergi López), ni siquiera el famoso “hombre pálido” que con su piel flácida y los ojos incrustados en la palma de la mano amenaza con zamparse a la niña.

En su más reciente película, la visión de Guillermo Del Toro se reinterpreta simbólicamente aquellos filmes clásicos donde la criatura siempre era un enemigo a vencer, donde los héroes son policías o detectives que se encargan de librar a la humanidad de estos seres peligrosos: aliens, grandes gorilas, manchas voraces. En La forma del agua (2017), el viraje es completo. Por una parte, Doug Jones —quien también interpretó a Abe Sapien en Hellboy y al mismísimo Fauno en El laberinto…— imprime una singular elegancia al “hombre anfibio”, lo cual genera una empatía inmediata. Por otro lado, Del Toro hace un inusual close up a la vida de una trabajadora de limpieza: una de esas personas-fantasma que limpian baños, recorren las oficinas con sus escobas y sus cubetas, siempre ignoradas. No es poca cosa este cambio de perspectiva: imaginar las intensas vidas de seres que nunca tienen nombre es ya una crítica, una delicada pero poderosa rebeldía.

En realidad, hay mucho de sutileza incendiaria en el cine de Del Toro. Sin ir más lejos, en La forma del agua, la protagonista Elisa —Sally Hawkins en su actuación más memorable a la fecha— junto con la limpieza de sus zapatos o la preparación del sándwich para su vecino, incluye casualmente la masturbación en su ritual diario. Para Del Toro, una mujer masturbándose no debería ser una visión tan rara: “Es la práctica sexual más común de todas y la que menos se ve en el cine”.

El protagonismo de las mujeres es casi una constante en el cine de Del Toro; en La forma del agua logra por fin integrar cada detalle y mostrar un retrato franco de la verdadera sexualidad de una mujer a partir de ese acto liberador.

Durante su reciente participación en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) 2017, Guillermo del Toro hizo gala de su generosidad con dos clases abiertas al público y varias mesas redondas con periodistas. “Para ustedes es solo una película, pero para mí esto es biografía. Había que plantear por fin al Guillermo del Toro adulto, lo que soy ahora, más allá del niño asustado en un sótano en El espinazo del diablo”. La forma del agua es, por esta razón, un cambio de perspectiva, una invitación a ver la belleza en otras caras y otras aristas. Estamos ante una de las más importantes aportaciones de Del Toro al cine internacional: conmovedora por su candidez pero sutilmente sediciosa, rebelde e inquietante, como lo fue su creador desde que tuvo en sus manos una cámara cinematográfica y un prostético de látex.

Monstruos vs. humanos

En las películas de Guillermo del Toro, los “malos” ostentan su normalidad como un arma contra lo diferente, lo extranjero. Recordemos algunas de sus grandes criaturas “anormales” enfrentadas con los implacables humanos, los verdaderos monstruos.

El laberinto del fauno

El fauno vs. el capitán Vidal

El fauno no es precisamente tierno y bueno: chantajea y obliga a “la princesa” a adentrarse a ese mundo fantástico. El capitán Vidal es un sádico y un torturador brutal. Su mejor escena: el momento en que se cose la rajada que la cocinera le ha abierto en la cara. Punto para el capitán.

El espinazo del diablo

Jacinto vs. Santi

El monstruo aquí es un niño zombie, Santi. Pero Jacinto, un hombre que representa el mundo adulto, abusivo y cruel, es el monstruo real. Sin embargo, nadie puede respirar durante las escenas en el sótano cuando el zombie susurra cosas escalofriantes al protagonista. Punto para Santi.

La forma del agua

El anfibio vs. Strickland

El hombre anfibio está planteado como el reverso de la famosa “criatura del pantano”. Strickland es un agente gubernamental para quien la humillación es un rasgo imprescindible de su identidad. Es un “hombre normal”, adaptado a la maldad del aparato burocrático. Empate.

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