Ciudad de necios | #MeToo y Armando Vega Gil

Opinión

Necias que ya no se van a callar hasta se les haga justicia

Armando Vega Gil se suicidó. Una denuncia anónima lo señaló de haber abusado de una menor de edad. No vio la salida al brete y se resignó a que su carrera se acabara después de semejante cargo. Se dijo inocente y escribió un mensaje (que puede leerse aquí: bit.ly/2Uush6k) minutos antes de colgarse de un árbol.

La acusación contra él fue anónima. Desconozco si quienes viralizaron el señalamiento sometieron a algún tipo de filtro la acusación; entiendo que no, pues cualquier acusación, se verifique o no, la publican para visibilizar las violencias que sufren las mujeres en una sociedad machista. El #MeToo en México se ha erigido como fiscalía tuitera que, sin mediar juicio, condena al acusado.

Las mujeres que participan y promueven este movimiento dicen que no hay de otra ante la cultura machista que se apoderó de la justicia. Ejemplos de ello se desbordan a diario en los MP, en los medios de comunicación, en el transporte público y en la cotidaniedad donde los hombres se imponen con violencia a las mujeres, quienes son discriminadas y calladas.

El método del #MeToo en México está a discusión. Hoy vemos que no va más allá de un DM en el que se acusa. Tras su publicación, se viraliza, pero no hay fiscalía pública que tome de oficio el señalamiento para investigar si el delito ocurrió y quién es o son los responsables para ser presentados ante un juez.

No sabemos si las acusadoras levantaron la voz para que haya penas contra los agresores o solo buscaban exhibirlos públicamente; sobre esto hay ya una polémica encendida y sin matices.

Lo segundo, únicamente exhibir, tuvo que ver con el suicidio de Armando Vega Gil, del que no sabremos si es inocente o culpable, porque ni siquiera tenemos certeza de si la acusación buscaba comprobarle un delito o hacerlo pedazos en redes y sentenciarlo con un hashtag sin mediar, insisto, juicio constitucional.

Resguardan la identidad de las denunciantes por razones entendibles y condenables que van desde miedo por la repetición del abuso, pasando por su revictimización frente a autoridades, hasta amenazas de muerte o venganzas.

No nos extraviemos: el objetivo es que haya consecuencias penales contra los abusadores de mujeres, que se les repare el daño y que se garantice la no repetición. Hoy parece que el #MeToo no tiene ese objetivo. Si funcionó el movimiento en EUA fue porque hubo nombres y apellidos de víctimas y victimarios. Entiendo que las circunstancias de EUA no son las de México, pero ¿a poco no estamos de acuerdo en el objetivo: acusar, probar, proteger a las mujeres, sancionar a sus abusadores, reparar el daño y garantizar que no se repita?

Las mujeres que promueven el #MeToo y denuncian con él merecen garantizarles sus derechos y protegerlas. Los victimarios, sanciones.

¿El #MeToo en México requiere ajustes? Sí, la autocrítica es muy necesaria y repensar los procedimientos y protocolos de denuncia es urgente para que los culpables sean sancionados y los inocentes respetados.

En un país donde las mujeres están en desventaja, no debe regateárseles credibilidad. Cuando acusan, hay que creerles y no censurarlas. Durante siglos, este país las ha acallado, criminalizado, encerrado, desaparecido o asesinado. La denuncia, levantar la voz, es el primer paso, ¿cuál es el que sigue?

Lo que hemos visto hasta ahora es una hoguera en las redes sociales: el acusado, en algunos casos, es hecho pedazos en público, despedido de su trabajo y dice que su prestigio quedó hecho añicos. ¿Es culpable? No lo sabemos, pero lo creemos.