Foto: Lulú Urdapilleta

Contracultura pop | 2017: reviviendo los discos

Opinión

Vivimos en la era de la nostalgia. Las giras que más dinero recaudan, los conciertos más concurridos, son los que apelan a nuestros recuerdos, envolviendo en un nuevo empaque un pasado que tenemos idealizado

Hace un par de semanas, durante dos noches seguidas en el Foro Sol, U2 interpretaba de principio a fin uno de sus discos de larga duración más emblemáticos: The Joshua Tree, conmemorando 30 años de su publicación. Anoche, en esa caverna cuasi adecuada para conciertos conocida como el Pepsi Center, Interpol hacia algo parecido, a propósito del aniversario número 15 de su debut, el álbum Turn On The Bright Lights (¡ya llegó la nostalgia por los 2000!). Los boletos para ambas citas volaron. No es arriesgado asegurar que la nostalgia fue el principal componente de ambos taquillazos.

Ninguno de los dos grupos había desenterrado su pasado de manera tan obvia para asegurar que sus finanzas no estén en números negros. Sin embargo, pareciera ser que es lo que estos tiempos están exigiendo. Claro, sumado a que tanto el disco más reciente de U2 como el más reciente de Interpol no han tenido el impacto en la cultura pop que tuvieron los discos que resucitaron recientemente. Pienso también en Roger Waters. ¿Iría la misma cantidad de gente a verlo si sus giras estuvieran cimentadas en sus discos más recientes y no en las obras clave de Pink Floyd? Por supuesto que no.

Ahora, tampoco quiero poner los reflectores únicamente sobre estos artistas, sólo que sirven de ejemplo a partir de sus recientes visitas. Lo de vender nostalgia en empaque nuevo lo está haciendo prácticamente todo mundo. Aquí también pasa. Ahí tienen el concepto del Rock en tu idioma sinfónico, que llena sin mucho esfuerzo el Auditorio Nacional cada vez que se presenta. O la gira de los 90 en la que participan —perdonen mi falta de precisión, no es mi especialidad este tipo de pop— grupos como Mercurio, Magneto, Sentidos opuestos y Jeans. Si de jóvenes me parecían poco agraciados, como cuarentones y cincuentones no me puedo imaginar lo ridículas que deben resultar esas canciones bobas y esas coreografías. Y sin embargo, la gente acude en hordas a celebrar el reencuentro, a recuperar recuerdos, incluso a sentirse joven de nuevo durante unas horas. Café Tacvba hizo una gira celebrando su álbum más importante, el Re, y me ha tocado verles conciertos en los que, de 20 canciones, solo hay en su repertorio dos que fueron grabadas después del año 2000. Afortunadamente ellos siguen sacando música nueva y han vuelto a hacer giras donde esta cobra un rol protagónico, sin dejar que el fan que quiere escuchar UNA VEZ MÁS “El baile y el salón” condicione el concierto. Lo de Caifanes es caso aparte, mucho más dramático: llenan arenas tocando exclusivamente canciones de antes de 1994. Pienso en las palabras del sabio Robert Plant, describiendo la más reciente reunión de Led Zeppelin, hace casi 10 años: “Eso no era Led Zeppelin, éramos nosotros haciendo covers de Led Zeppelin”. Y como es un tipo íntegro, se ha negado a una gira del reencuentro, pese a las toneladas de dólares que le han puesto enfrente, sabiendo que sería un engaño. Lo curioso es que a muchos entusiastas del grupo no les importaría la simulación, estarían felices creyendo que están viajando en el tiempo, finalmente disfrutando algo que no les tocó.

Regreso al tema que me motivó a escribir esta columna: la omnipresencia de las giras que tienen como columna vertebral (y estrategia mercadológica) los viejos álbumes, los éxitos probados. Ya se volvió la norma. Y ya no entre artistas de medio pelo o one hit wonders, todo mundo lo está haciendo. Y es, en parte, nuestra culpa. Nuestra apatía ante lo nuevo. Nuestras pocas ganas de navegar por aguas con las que estamos poco familiarizados. Lo raro es que aplica más en la música que en otras formas de cultura popular.

¿Cuáles son las consecuencias de este fenómeno? Por un lado, siento que le quita ganas a los artistas de hacer música nueva, pues siempre podrán minar su historia para subsistir. Por el otro, me pregunto qué van a hacer los artistas en 10 o 15 años, los que han alcanzado la fama en una era en la que el álbum está prácticamente en extinción, cuando lo que rige la industria son los streams de canciones y videos. Solo pocos siguen haciendo álbumes artísticamente relevantes y con impacto comercial. ¿Hará un día Kanye la gira del Yeezus? ¿Beyoncé la del Lemonade? El día que Radiohead ponga uno de sus antiguos álbumes como pretexto de una gira, sabremos que no hay marcha atrás.