“El David. Parte 2. El temblor”, por @guillermosorno

A propósito de su inminente remodelación, la semana pasada hacía mi propuesta para el mejoramiento de la Plaza Río de Janeiro, en la colonia Roma (la plaza que ostenta una torpe réplica del David de Miguel Ángel. Y esto no lo digo sólo yo, sino también el audio del turibús que pasa diario por allí). En fin, que en realidad estaba haciendo un comentario sobre el proceso por medio del cual las autoridades definen una intervención en el espacio público.

Me quejaba de que no conocía el proyecto. El otro día estaba caminando por la calle de Cuernavaca, en la Condesa, y al pasar por el Parque de Puerto Real, vi que estaba recién remozado: habían arreglado las jardineras y colocado un muégano infantil, es decir, un complejo de túneles, resbaladillas, puentes y kiosko, todo de plástico, lleno de colores, como son ahora los juegos en los parques. (Sugerencia: ¿no podrían hablarle al gran diseñador industrial mexicano Ariel Rojo, por ejemplo, para que diseñe unos juegos que no sean una puñalada en el ojo?)

Vi a una persona que hablaba con un vecino, invitándolo a la inauguración del parque, ese día a las cinco de la tarde. Me acerqué a ella. Le pregunté si trabajaba en la delegación. Me dijo que si. Le dije que estaba preocupado por conocer el proyecto de Río de Janeiro. Me dijo que había leído mi columna; había intentado localizarme por tuiter. Me lo enseñaba con todo gusto. Era Natasha Uren, encargada de participación ciudadana.

Así que aquí estoy en el Café Toscano de la Plaza Río de Janeiro unos minutos antes de la hora convenida. Veo que las lámparas del techo se comienzan a mover y me siento un poco mareado. Está temblando.

Brinco de la silla, dejando un café y un agua mineral en la mesa, y salgo corriendo a la banqueta, como todos los comensales. Uno ya tiene su sismógrafo para decidir si este va a ceder, o arrecia. Este da un jalón. Doy otro brinco y llego al centro de la plaza, donde creo que estoy a salvo, excepto porque podría caerme encima el David y vengarse de mi.

En la plaza han desembocado cientos de personas, oficinistas, vecinos, estudiantes: gente con el semblante blanco, gente que llora, gente pegada a su celular tratándose de comunicar con un pariente.

La ciudad queda con la respiración entrecortada y el eco de un transformador de luz que explotó. No hay electricidad.

Camino por la plaza. Por cierto. Es evidente que sí necesita una remozada. Pero ¿cuál?

Queridos lectores: lo sabrán hasta la próxima semana. Natasha está en la plaza y me pide una nueva cita. Debido al temblor, tiene que ir a hacer una inmediata inspección por la zona. No la culpo. Yo mismo tuve que modificar una cita unas horas después, tan mortificado como estaba por el movimiento.

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(GUILLERMO OSORNO / @guillermosorno)