La ciudad que casi nadie conoce

Uno de los edificios más bonitos de Tacubaya no puede conocerse a menos que vivas o trabajes o visites a alguien en la residencia para ancianos de la Fundación Mier y Pesado, con quienes no quiero ponerme pesado, a pesar de haberme negado la entrada en más de una ocasión (siempre muy amables, eso sí). Cada tantos meses les pido que por favor me permitan ver la capilla dedicada al Santísimo Cristo de la Expiración con su pórtico rectangular de seis columnas, pero “como le comentaba, señor, eso es imposible”.

Para drenar la frustración me pongo a releer el libro Quintas de Tacubaya que publicó la delegación Miguel Hidalgo el año antepasado. Cuánto me gusta imaginar esa parte de la ciudad durante el siglo XIX; de aquello permanece poquísimo, por ejemplo la susodicha capilla que al parecer nunca voy a conocer.

Pienso que tampoco está en mi destino la posibilidad de echarle un ojo a los vestigios del convento de San Francisco ocultos detrás del Edificio Rule o entrar a la sinagoga en la calle de Parral en la Condesa. ¿Y qué decir de la Casa del Diezmo en La Merced o de la Casa Perulera en Tacuba? Hasta dan ganas de escribir una guía de este patrimonio que está a la vista de sólo unos cuantos.

Otro caso notable es la casa que tienen el ingeniero Ignacio Holtz y su esposa Beatriz Mendívil en Lomas de Chapultepec. Se le considera la casa art nouveau más grande del mundo gracias a sus más de 2,000 metros cuadrados. No ubico a nadie que la haya visitado, salvo Guadalupe Loaeza (lo leí en su blog) y un familiar de la pareja, a quien le pedí el contacto del ingeniero. “Te lo paso, pero no es fácil que quiera mostrarte su casa así nomás.”

A lo mejor a cada rato le escribe un Jorge Pedro distinto para solicitarle a través de la presente y de la manera más atenta que le permita tomar unas fotos, grabar una telenovela, etcétera. Por un video en YouTube me entero de los vitrales, las lámparas de Tiffany y los mueblos italianos de caoba, y que la casa tiene cuatro niveles. Si tan sólo este periódico llegara al desayunador de tres mesas y 14 sillas de los Holtz Mendívil, si acaso se apiadaran del que escribe, tal vez podría prometer una crónica acerca de la casa.

Mismo caso con la mentada capilla en Tacubaya o el cercano Molino de Santo Domingo o la ermita de la Inmaculada Concepción que mandó construir Hernán Cortés en Coyoacán en 1524 (la abren una vez al año: cada ocho de diciembre) o el edificio de Mario Pani en Paseo de la Reforma donde vivió Octavio Paz. En la Ciudad de México existe un patrimonio cuantioso, difícil incluso de catalogar, por lo que suelen ignorarse un montón de tesoros, especialmente cuando se trata de propiedades privadas.

¿Y si nos atreviéramos a conocerlos? Sólo necesitamos imaginación, los libros adecuados y un buen tacto a la hora de tocar los timbres. Y, por qué no, que los amables lectores compartan sus propuestas y descubrimientos.

(JORGE PEDRO URIBE LLAMAS / @jorgepedro)