La memoria de los pueblos a través del maíz: conoce la Casa de las Semillas en Milpa Alta

Por: Redacción
Compártelo en tus redes...

En una de las alcaldías más rurales de la CDMX existe la Casa de las Semillas, un espacio que resguarda más de 60 tipos de semillas de maíz nativas que los pueblos originarios cuidan, como una forma de conservar su acervo cultural

“Recolectamos semillas de las comunidades de Milpa Alta para poder resistir en la conservación de nuestro maíz”, dice Alberto Daniel Vázquez, integrante de la Casa de Semillas, donde se resguardan los granos de maíz nativo de los pueblos originarios de Milpa Alta, en la Ciudad de México. Del lado sudoriental de la ciudad, sobre una escalada de piedras que cada día sostiene más edificios y bajo los pies de las montañas habitan las familias nahuas de Milpa Alta, uno de los 50 pueblos originarios de la capital.

En San Pedro Atocpan, un grupo de personas nativas mantienen en pie la Casa de las Semillas, en donde se resguardan decenas de variedades de maíz nativo que se cultivan en comunidades originarias de la ciudad. En el espacio también se han depositado semillas de otros estados de la República y existen más de 60 accesiones (unidades de conservación) de semillas pertenecientes a los campesinos nativos. “La Ciudad de México no se asocia con la siembra de maíz, con el campo, con las milpas, en tener una riqueza cultural propia, en pueblos originarios. Las personas que trabajan en el campo desde esta ciudad lo hacen contra todos los pronósticos para conservar su maíz nativo”, señala Alberto, nativo de Atocpan.

TE PUEDE INTERESAR MERCADO DE MARISCOS, EL MÁS GRANDE Y DIVERSO DE AMÉRICA LATINA

El espacio también resguarda semillas que provienen de los pueblos de Milpa Alta. “Fuimos a los 12 pueblos a buscar gente que siembra maíz y tres de ellos ya no lo hacen, ni un metro, imagínense, somos de Milpa Alta donde se siembra nopal y no maíz”, detalla Vázquez, sorprendido. Los granos fueron regalados por las familias que se dedican al campo; luego de la recolección, pasaron por un proceso de selección, secado, refrigeración y almacenado para finalmente “ponerlas en adopción” para personas interesadas en la siembra y cultivo.

“Cualquier persona puede ir por semillas, nosotros hacemos los préstamos; es decir, al término de la cosecha se deben de regresar cierta cantidad al banco. La idea es que las siembres, las cuides, las crezcas, las lleves hasta el fin de su ciclo. Tienen que pasar todo el proceso de la siembra tradicional para luego poder regresar unas semillas al banco y así hacer la conservación”. Por ejemplo, a Armando se le facilitaron 200 semillas de maíz morado cuando sembró por primera vez en un pequeño espacio, luego cultivó 10 metros cuadrados, después dos hectáreas; en cada siembra, el joven regresó una cantidad determinada de granos al banco de semillas.

Semillas, unidades de la memoria

Milpa Alta es un antiguo territorio habitado por pueblos originarios, cuando era el señorío de Malacachtepec; sus descendientes ahora habitan en laderas sobre los pies de los cerros que adornan las orillas de la Ciudad de México. En los pueblos de esta alcaldía, la agricultura se sigue practicando de forma tradicional, con sembradíos en terrazas que garantizan el resguardo de semillas año con año. En una cosecha se sacan las semillas para la siembra del siguiente año, algo que de acuerdo con Armando, sólo subsiste en la agricultura tradicional, pues en la actual se compran semillas cada año.

“Es necesario conservar las semillas, porque cuando comienzan a desaparecer, se llevan esta cosmovisión. Guardar las semillas y pasarlas de generación en generación es resguardar todo un acervo cultural con esas prácticas”. La Casa de las Semillas resguarda los granos que por más de 70 años salvaguardó don Manuel, quien falleció en la pandemia del COVID-19. “Cada año él sembraba ese maíz que el abuelo de su abuelo le heredó. Pudimos rastrear que, a través de él, de viva voz conservó granos de más de 100 años. Ese grano no lo hemos ubicado en ningún otro lado. Ahora está acá, en el banco”.

Hacer comunidad

“Lo bonito de la semilla es que tiene un factor de multiplicación muy grande y eso nos permite hacer ese sistema de préstamo, no siempre funciona, a veces se pierden, otros se los come la tusa, otros se los roba el vecino cuando es elote, los casos de éxito son pocos, pero la idea es generar una comunidad interesada alrededor de este préstamo, ser una comunidad más consciente”. La Casa de las Semillas también busca reconstruir el tejido social y la comunicación entre las familias, los vecinos, para que la fortaleza sea colectiva, indica Alberto Daniel, quien junto a su familia inició el Colectivo Rural Atocpan.

En este espacio colaboran familias, jóvenes, profesionistas, académicos y otras personas que defienden al maíz nativo, “poca es la gente que está resistiendo, pero con una red de personas conscientes es menos difícil”.

Fotografía: cortesía. Texto por Juana García