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Entre el #MeToo y el moi non plus

Cultura

“Habría que reescribir La bella durmiente, aquel beso que el príncipe da a Aurora mientras está dormida no es un acto consensuado. ¡Ella no está despierta para consentirlo!”. Un ala del feminismo francés no solo está exigiendo la reescritura de algunas obras clásicas de la literatura para niños, también está pidiendo la cabeza de Catherine Deneuve quien, acompañada de otras actrices e intelectuales francesas, se manifestó en contra de Time’s Up (que denuncia el acoso y la violencia sexual en el star system de Estados Unidos), al que llamó “puritanismo sexual”. Catherine Deneuve también consideró que el movimiento ha convertido a las mujeres en “pobres indefensas bajo el control de demonios falócratas”. Las feministas llamaron a la actriz, y a sus afines ideológicas, “cómplices de los cerdos”.

Debo confesar que, emocionada por el movimiento #MeToo, la portada de la revista Time —que como personaje del año tenía a las mujeres denunciantes del acoso— y el discurso de Oprah en los Golden Globes —con sus mujeres vestidas de negro—, el manifiesto francés me dejó perpleja. ¿Qué diría Simone de Beauvoir? La hermosa cara de Catherine Deneuve en Bella de día se me desmoronó cual escena de Amélie.

Y aunque las declaraciones de mi ícono francés no me parecen las más afortunadas, después terminé agradeciendo su contribución al debate del feminismo que, según yo, lo coloca en el siguiente nivel.

Por poner sobre la mesa que existen diversas formas de feminismo, cada mujer es distinta y las diferentes visiones equilibran. Que no se trata de una lucha de sexos, es por la equidad —qué bueno que existan hombres seductores—. El feminismo no está en contra del coqueteo. Sí en contra de la seducción que se ejerce desde una posición de poder. El consentimiento es un acto supersexy; hoy, los nuevos hombres entienden que no hay que ignorar las señales: no es no. ¿Así o más claro?

Este encontronazo es un agasajo, pues nos obliga a hablar de manera más especializada y específica de feminismo y de lo que ya no se debe permitir, porque el silencio, ese sí, es cómplice de los cerdos.

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