Foto: Lulú Urdapilleta

Sunka Raku: el documental sobre la ceremonia del té

Entrevistas

Sunka Raku de Hari Sama es un documental que llegó a cartelera este 18 de mayo. Trata sobre Roberto Behar, quien encontró en la ceremonia del té una paz que no le dio ni la música ni la publicidad

Para Hari Sama y Roberto Behar, el té fue una especie de salvación. De eso trata Sunka Raku, documental que cuenta cómo Roberto construyó su propia casa de té y los caminos que lo llevaron a especializarse en esto, aunque tiene una carrera como músico y publicista. 

Sunka Raku de Hari Sama

¿De dónde nació Sunka Raku?

En algún momento de la vida, Roberto se convirtió en mi maestro de ceremonia del té por azares del destino. Ya lo conocía desde hace varios años, pero sabía muy poco de la ceremonia y en un momento de crisis personal, sentí que esa práctica que él hacía en este lugar misterioso podría tener algo para mí. Me empezó a dar clases, fui su primer alumno. Me cambió la vida y estando ahí me di cuenta de que había sido muy complicado construir esas casas de té. Cuando quitas la primera capa y empiezas a descubrir cómo fue el proceso, ves que es algo descomunal. Fue el trabajo de una vida, empezó desde cero, el terreno solo tenía árboles. Pensé que había que contar eso, porque además nadie lo ve, está en una propiedad privada. Como cualquier apasionado de contar historias, después te preguntas por qué alguien se aventura a hacer esto.

Antes de empezar a enseñarte, ¿ya te había hablado alguna vez de la ceremonia del té?

No mucho, no va haciendo proselitismo. Cuando viajé a Japón, él me sugirió varios lugares y ya conocía un poco. Siempre me pareció muy interesante, pero no me imaginaba que iba a terminar practicándola, ni todo lo que había detrás. En ese tiempo, practicaba otro tipo de budismo y necesitaba algo más concreto, simple.

¿Cómo fue el acercamiento con Roberto? Ya se conocían, pero que te platicara toda su vida es algo mucho más íntimo.

En el transcurso de esos años en los que tomaba clase con él, hubo espacio para intimar mucho más. Cuando empezamos el documental, ya éramos muy cercanos. Creo que él no entendía muy bien qué es lo que yo quería hacer y por qué quería hablar sobre su vida. Cuando aceptó, intuyó que tenía que aventarse a la alberca fría. Creo que yo le daba la confianza de que no iba a hacer una cosa horrible con su vida, sino que la iba a cuidar para que esa información germinara como en un jardín.

No sé si al principio pensó que, si al hacer un documental de este lugar, tal vez sobrevive. Ese es otro cuento. La casa de té depende mucho de Roberto, porque le inyecta dinero, energía y vida. No sabemos muy bien qué pase después. Con el tiempo, Roberto empezó a tener otros alumnos de ceremonia de té y creo que eso realmente le cambió la vida a Roberto. Realmente somos pocos apasionados del té en la ciudad. Es una práctica muy clavada que te apasiona o no.

Tras hacer Sunka Raku, ¿cambió tu manera de ver a Roberto?

Sí, muchísimo. Aprendí muchas cosas sobre él. Me interesa ver la sombra de las personas y de los artistas. Él y yo hicimos un trabajo juntos y, en ese sentido, es lo mismo que pido a los actores cuando colaboramos: yo pongo todo y tú también hazlo. Tenemos que abrirnos y es la forma en la que trabajo, es una manera más mística de acercarse al cine.

Aprender de su sombra, ver de dónde venía el dolor, ver qué pasó en su niñez y cómo fue. El lado más frágil de alguien me parece algo muy bello, no lo veo con morbo, sino como un acto de mucha generosidad porque nos une a los seres humanos.

Sunka Raku de Hari Sama
Foto: Lulú Urdapilleta

¿Sientes alguna responsabilidad en el sentido de que estás retratando la vida de alguien real?

Sí. Cuando la mostramos en Morelia, estar en una sala llena de extraños viendo la vida de Roberto con él ahí era raro. Me sentía como si hubiera llevado a muchísimos invitados a su casa y estaba muy nervioso de ver cómo se iban a portar, pero es parte de esto. Sin embargo, hasta ahora todo ha sido muy bonito. Ahora es una nueva aventura, ver lo que pasa con un público más amplio.

La presentación en Morelia fue en 2016. Pasaron dos años para que pudiera llegar a cartelera, lo cual suele pasar con el cine mexicano…

Sinceramente, me parece que es donde está el cuello de botella. Hay una producción de cine muy generosa ahora mismo en nuestro país, grandes cineastas. El cine que más me interesa no es el comercial, pero también valoro que haya esfuerzos comerciales que les va muy bien. Sin embargo, son las películas del corte que yo hago que tienen un paso muy fugaz por la cartelera. Me parece que nuestro gobierno tiene la obligación de hacer que las cadenas multimillonarias tengan nuestro cine y respetarlo más. Es un negocio y está muy bien, pero también es una obligación cultural y artística con el país.

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