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11/04/2021
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Buzo de aguas negras

Julio César Cu Cámara tiene uno de los trabajos más peligrosos del mundo: sumergirse en el drenaje capitalino para reparar sus daños.

FOTOS: GUILLERMO GELAMAKA

Julio César Cu Cámara tiene 34 años en un trabajo de alto riesgo: bucear en el drenaje de la Ciudad de México con el fin de reparar fallas en sus tuberías o de retirar los objetos que las obstruyan.

Tal labor no sólo está catalogada como una de las más peligrosas del mundo, sino como una actividad única en su tipo, porque en ninguna otra urbe se requiere que alguien se sumerja en las aguas negras para verificar que nada frene su paso.

En la capital, sin embargo, la cantidad de basura que llega hasta el drenaje obliga a las autoridades a contar con funcionarios que puedan realizar esta tarea.

“El problema de la Ciudad de México es que no tenemos una educación ambiental sólida. Si la gente no tirara basura en la calle, la ciudad jamás se inundaría. El drenaje es fabuloso”, dice Julio, un hombre de 57 años y de ascendencia maya, quien sabe que debe estar disponible las 24 horas en caso de que se requieran sus servicios.

Durante su experiencia como buzo del Sistema de Aguas capitalino (Sacmex), ha encontrado en las tuberías desde desechos comunes —como envases de plástico, latas, clavos o tablas— hasta aparatos electrodomésticos completos, restos humanos y la mitad del cuerpo de un caballo.

Julio sabe que bucear en medio de todo eso implica un peligro constante pues, por ejemplo, una cortadura profunda podría causarle una infección en todo el cuerpo e incluso la muerte. A pesar de ello, asegura que disfruta su trabajo y que procura mantenerse concentrado en lo que debe hacer.

“¿Que qué pienso cuando estoy bajo el agua? Sólo pienso en trabajar. No me da tiempo de pensar en nada más. No pienso en que me vaya a pasar algo. Más bien, pienso en el trabajo, en hacerlo lo mejor posible, por mi seguridad también”, dice.

Hace tiempo, el Sacmex llegó a tener 10 buzos para vigilar y reparar el drenaje, pero la situación ahora es distinta. El último cambio ocurrió hace seis años, cuando dos compañeros de Julio se retiraron, un camino que él, de momento, se niega a contemplar. “Yo voy a estar aquí hasta que el cuerpo aguante”, subraya.

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Ritual de inmersión

El grupo de buzos de la capital se creó en los 80, cuando las autoridades se percataron de que necesitaban especialistas para atender el problema de la basura que obstruía el drenaje. Desde entonces, según Julio, el único accidente fatal ha sido el de un hombre que fue absorbido por una presa mientras hacía una reparación.

Ahora, para prevenir y evitar dificultades, el ritual de inmersión incluye que tanto Julio como funcionarios en tierra monitoreen el equipo de buceo en todo momento. Por lo general, cuando él comienza a entrar al agua su respiración se escucha agitada; no obstante, se normaliza a medida que termina de sumergirse.

“Al momento que toco el agua, empiezo a respirar normal, me tranquilizo. Puedo decir que ya me siento en ambiente, ya estoy consciente de lo que hago”, explica.

Ya dentro del agua todo está a oscuras y, para no forzar la vista en ese entorno, Julio cierra los ojos y usa las manos para seguir las tuberías y hallar desperfectos. En esos recorridos, debe colocarse un cinturón de lastre de 24 libras para no flotar.

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Bien equipado

El equipo que Julio usa en sus inmersiones es transportado en una camioneta y tiene un precio de 9,500 dólares.

Los trajes vienen de Noruega, están hechos de un hule que lo aísla de la temperatura de las aguas residuales —cinco grados Celsius, en promedio— y son reemplazados cada dos o tres años. Según el buzo, en otras condiciones pueden durar entre seis y siete años, pero el corrosivo ambiente del drenaje capitalino los desgasta con rapidez.

El resto del equipo incluye una escafandra fabricada en EUA y cables de oxígeno, de vida, de comunicación y de profundidad, que le permiten alejarse hasta 50 metros del punto desde el cual se zambulle.

Después de cada inmersión, todos los componentes son lavados con distintos métodos. Por ejemplo, el traje se talla primero con escoba y jabón, y luego es inflado para lavarlo con Isodine y jabón quirúrgico. En tanto, la escafandra se desarma y cada pieza se lava por separado.

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El brinco al agua

El año pasado, el trabajo de Julio saltó de las aguas del drenaje a la pantalla grande, gracias al documental El buzo, de Esteban Arrangoiz, que fue exhibido y reconocido en festivales nacionales y extranjeros.

En su oficina, Julio tiene un póster de esa cinta en la que fue protagonista, además de sus herramientas y de un lugar para poder relajarse antes de su siguiente salida. Y en ese espacio, a veces se da tiempo para recordar el camino que ha recorrido desde 1983, cuando aceptó el trabajo se sumergirse en las entrañas de la capital.

“Acepté porque pensé que nunca podría usar un equipo de buceo como el que ahora tengo. Es un equipo de buceo industrial que sólo se ocupa en plataformas petroleras. En ese entonces creí que sólo estaría por tres o cuatro meses en ese cargo, y ahora han pasado 34 años”, dice.

En cifras

  • 34 años tiene Julio César Cu Cámara como buzo del Sistema de Aguas de la CDMX.
  • 10 buzos llegó a tener el Sacmex para revisar el drenaje, pero ahora solamente tiene uno.
  • 9,500 dólares cuesta el equipo que usan los buzos, incluyendo traje, escafandra y cables.
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Inició su carrera periodística hace cinco años en El Universal. Ha colaborado en los suplementos Domingo y Confabulario. Se considera apasionado de la Ciudad de México, de su pasado y de las historias que la habitan, más aún si son mera fantasía.