El coaching personal promete enseñarte lo que necesitas para conseguir tus metas, a cambio de tu dinero. Arte, Andree Ávalos

El coaching que no te ayuda

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En la CDMX, no existe un registro de instituciones de motivación personal, mismas que te ofrecen la felicidad a cambio de tu dinero.

ARTE: ANDREE ÁVALOS

Cuando Olga de la Fuente atendió el llamado en la puerta de su casa, se encontró con que, a esa primera hora de la mañana, quienes la buscaban eran sus compañeros del coaching. Estaban ahí para animarla a cumplir su meta de “enrolar” a nuevos integrantes para el siguiente curso.

“No abandones el barco. Cumple tu meta”, le pidieron.

En el coaching personal, lo más importante es lograr las metas propuestas y también cumplir con aquella que se te impone: conseguir personas para inscribirlas al primero de los tres cursos que pretenden transformar vidas en tres meses, pero no son accesibles. Asistir representa un gasto, en promedio, de 19 mil 400 pesos. El introductorio, recuerda Olga, reúne hasta dos mil personas, quienes asisten a conferencias motivacionales interactivas.

El segundo, conocido como EIP (Experiencia Interpersonal), es reducido: grupos de menos de 50 personas que participan en dinámicas donde la gente expone su vida personal ante los demás.

El tercer curso, conocido como GAP (Práctica de Liderazgo), promete “la posibilidad de transformarte en alguien que hace una diferencia en la Tierra”. Empoderamiento, posibilidad de realizar cualquier meta. Todo eso forma parte del discurso.

Y como todo es posible y sin límites, cuando Olga llegó al tercer curso le pidieron traer ocho personas. No menos.

“El coach te dice que, si consideras que el curso fue útil para ti y te ayudó a cambiar tu vida, lo recomiendes —dice Olga, quien se inscribió por recomendación de algunas amigas, una de ellas era coach—. El asunto es que no basta con que recomiendes, sino que te presionan a cumplir una cuota de inscripciones”.

Una vez involucrados, los asistentes aprenden a formar “grupos de apoyo” para lograr sus metas. Como Olga no había conseguido nuevos integrantes, una mañana se encontró con que la habían ido a visitar sus compañeros para apoyarla.

“Me estaban presionando. Les pedí que se retiraran de mi casa y abandoné el último curso”, dice.

La promesa del “todo es posible”

Cecilia García Robles es la presidenta de la representación mexicana del International Coach Federation. Una organización que se fundó hace 22 años y que se encarga de certificar y otorgar credencial a los coaches profesionales a nivel mundial.

Desde 2004, Cecilia se dedica al coaching personal. “Como era algo nuevo y la gente no sabía en qué consistía, tenías una ventaja ”, cuenta García Robles, quien antes de entrar al mundo de la motivación personal, era cantante y actriz..

“Las empresas no tenían prejuicios para contratar coaches, pero quién sabe qué experiencias tuvieron para que ahora la gente tenga malas impresiones”, dice.

¿En qué consiste el coaching? ¿Superación personal? No, responde Cecilia. ¿ Conferencias motivacionales? Nada que ver. ¿Coerción? No.

“Es una alternativa. Una herramienta para la resolución de cosas”, dice.

La presidenta de la federación, encargada de certificar a los practicantes profesionales de coach personal, asegura que nunca ha estado en ninguno de aquellos cursos que actúan de manera piramidal. Y de asistir, tampoco podría hacer gran cosa por evitar este tipo de prácticas. La ICF mexicana acredita el “profesionalismo” de los coaches basándose en tres criterios: que cumplan con 11 “competencias”, aseguren seguir el código de ética del coach y que inviertan  en tres cursos de capacitación que pueden llegar a costar hasta 100 mil pesos. Además, deben pagar una cuota de 250 dólares de inscripción.

“El coach no busca otra cosa mas que acompañar a su cliente a que alcance sus metas de vida. Es todo. La responsabilidad de que se cumpla es del cliente”

—¿Cualquier meta es alcanzable?

—Sí.

—¿Desde encontrar pareja hasta…ganar un Nobel?

—Si creas un objetivo, un plan de acción y das seguimiento…. sí. Cualquier meta. Pero depende de ti, no del coach.

Liliana, por ejemplo, sueña con certificarse como coach. Desde 2012, cuando tomó su primer introductorio, ha invertido 28 mil pesos en cursos de coaching y de semiología de la vida.

“Para mi, hay un antes y un después, desde que comencé a asistir a estos cursos. Me ha servido. Me apasiona”.

Pese a eso, Liliana se da cuenta de que algo no cuadra, como el hecho de que en el segundo módulo (aquel donde la gente debe hablar de sus dolores frente a las demás personas) no existen profesionales de la salud mental para tratarlos, sino únicamente voluntarios que han complementado el curso y que integran el staff.

También a ella le solicitaron convencer a más gente de inscribirse. “Si te quieres graduar del curso para poder ser coach, debes enrolar a un número determinado de personas, pues debes cumplir al 100 % tus metas, y esta es una de ellas”.

A Liliana no le parece este proceder. “Esa no es mi meta, es la de la institución”.  Pero hasta que no la cumpla, no podrá certificarse.

En cifras:

  • 3 cursos completan un programa inicial de coaching personal.
  • 8 personas debes reclutar como requisito para convertirte en coach.
  • 11 instituciones dedicadas a esta actividad están asociadas a ICF México.