¿Comer por $10 en la CDMX?

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Acceder a una comida completa por ese precio es una alternativa altruista que cada vez resulta más difícil de costear

ARTE: MICHEL LARIS

Sostener un comedor comunitario requiere mucho más que “sal y pimienta al gusto”. Esta labor, además de una buena sazón, necesita: dedicación, constancia, una buena administración y pasión para ayudar a otros.
“El Programa de Comedores Comunitarios es muy noble porque está diseñado para la población vulnerable y para quienes su ingreso no es tan boyante. Aunque a estos espacios también llegan oficinistas o trabajadores de la zona que intentan ahorrar”, comenta Elizabeth Aguilar, administradora del comedor 169 de la colonia Roma.

   Desde hace ocho años, el gobierno de la CDMX lanzó esta iniciativa para que, por 10 pesos, una persona en situación de calle o de bajos recursos disfrute una sopa, arroz, frijoles, guisado, tortillas, agua y una galleta o barra de semillas como postre, según establecen los lineamientos del Programa  de Comedores, coordinado por la Secretaría de Desarrollo Social de la CDMX (Sedeso).

“Nos entregan los alimentos no perecederos —lentejas, tortillas, aceite, amaranto, arroz, frijoles, pasta, entre otros— para hacer una comida balanceada y de calidad, pero no es suficiente porque tenemos que comprar verduras, carne, servilletas o jabón, y ya no sale”, explica Refugio Amaro Villagómez, miembro del comedor 003 de la delegación Gustavo A. Madero.

Aunque Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno capitalino, anunció que se brindaría apoyo para lograr un total de 500 comedores distribuidos en las 16 delegaciones y que se equiparían las cocinas, los responsables de estos lugares expresan que su verdadera preocupación es el alza de los insumos que la Sedeso no otorga.

“Ahorita lo más difícil es mantenerse en los 10 pesos. La verdad es que eso no cuesta ni un kilo de tortillas. Nos falta un poco más de apoyo. Cuando empecé en 2009, la pancita costaba 22 pesos el kilo y ahora 48, la pechuga 40 y ya está en 70 pesos el kilo”, detalla Refugio Amaro o “Doña Refus” como la llaman los comensales más asiduos al comedor de la G.A.M, donde se sirven entre 150 y 200 comidas al día.

El alza en los alimentos no se ha podido disimular. Por ejemplo, datos del Semáforo Agroalimentario, del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), reportan que el precio anual del jitomate saladette aumentó 21.6%, mientras que el lomo, la milanesa y la chuleta de cerdo incrementaron en 11.2%, 11.9%, 8.3%, respectivamente.

Para algunos administradores, los altos precios representan un mayor reto, ya que al menos dos veces al año recibían algunos alimentos perecederos, entre otros productos como papel o jabón, que les fueron retirados, además de que tienen que solventar la cuota para quienes apoyan con las labores de limpieza, organización, administración o con la elaboración de platillos.

Al respecto, Alma Ruth Romero García, Coordinadora de Comedores Comunitarios de la CDMX, explica que “en las reglas de operación solo se entregan 15 productos no perecederos. En ninguna de nuestras bases se les otorga carne o pollo. Ya tiene más de tres años que no se ha aprobado ese presupuesto. No se los retiramos, nunca estuvo”.

Un origen con sabor social
Esta iniciativa se ha replicado en otros países como Argentina, Chile o Guatemala, entre otros, por recomendación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

En 2009, el programa se creó también como una forma de autoempleo para los administradores, chilangos que aceptaron la oferta de instalar un comedor en su propia casa y obtener ganancias para ellos y para sostenerlo, aunque esta utilidad cada año disminuye por el alza de precios. En contraste, los comensales tienen un ahorro de hasta siete veces de lo que pagarían en una “cocina económica” normal.

De acuerdo con las reglas, cada integrante que colabora tiene derecho a recibir al menos 110 pesos como “salario”, el cual depende de cada administrador y no debe rebasar las cinco personas.

El frijol en el arroz
Pese a que esta iniciativa intenta alimentar a la población a un bajo costo, algunos administradores no lo ven así y venden aparte los insumos perecederos que les otorgan de manera gratuita.

“Este tipo de casos se analiza, y si están vendiendo el insumo o están dando la comida por encima  del costo establecido, es baja automática del programa”, comenta la coordinadora de la Sedeso.

Actualmente funcionan 350 comedores, aunque se tienen más de 450 folios, es decir que han desaparecido 100 comedores por distintas causas como cambio de hogar, fallecimiento, porque deciden dejarlo o por la venta de insumos.

“En 2016 se dieron de baja 10 comedores por conflictos administrativos”, agrega Alma Ruth, aunque no detalló más. Mientras son peras o manzanas, todos podemos ayudar donando alimentos o simplemente participando desde la cocina como voluntarios. “Es un programa que hay que cuidar, seguir alimentando y buscar los puntos donde hay que fortalecerlo porque al final de cuentas ayuda al que lo necesita”, concluye la administradora del comedor comunitario de la colonia Roma.

En cifras: 

  • 169 comedores empezaron a operar en el año 2009 en la Ciudad de México.
  • 2016 es el año en que se aprueba la Ley de Comedores Comunitarios en la CDMX.
  • 50 comedores comunitarios operan a diario en la delegación Iztapalapa.