Llevar la cuenta con barro

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Rita Reséndiz, de las Mujeres Alfareras de Tláhuac, recuerda los feminicidios en artesanías para evitar el olvido.

Doscientos setenta rostros. La cuenta comenzó en el 2002, cuando Rita Reséndiz escuchó en la radio la voz de una mujer que había perdido a su hija: había sido asesinada. Los feminicidios llevaban, por lo menos, una década desatados en el país.

Ese día, Reséndiz comenzó a hacer rostros de mujeres en alfarería, en tamaño natural, pintados a mano. Uno por cada mujer asesinada. “Pensé en hacer estos rostros para que no haya olvido”, dice la artista.

En algún momento, las estadísticas rebasaron el proyecto: según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en los últimos 10 años fueron asesinadas 22,482 mujeres en todo el país.

La colección de Reséndiz —bautizada como “Los rostros del olvido”— apenas ha retratado 270 feminicidios, pero fueron suficientes para llamar la atención de Amnistía Internacional. Esas caras desoladoras, llenas de lágrimas, además de exponerse en el Museo de la Ciudad de México o la Universidad Iberoamericana, han sido llevadas a museos y universidades de EUA como muestra del machismo letal que asuela nuestro país.

El primer sismo

“De un día para otro me vi viviendo en un camellón de Álvaro Obregón”, recuerda Rita. La mañana del 19 de septiembre de 1985, los capitalinos despertaron con una sacudida: estaba temblando. El sismo de 8.1 grados afectó sobre todo Tlaltelolco, el Centro Histórico, las colonias Doctores, Obrera y la Roma. En esta última, Rita empezaba apenas su vida como joven independiente. Tenía 20 años.

En ese contexto nació la cooperativa Mujeres Alfareras de Tláhuac. Surgió como una iniciativa para reintegrar a la sociedad tras la tragedia: “Empezamos haciendo cerámica, no tenía mucho que ver con la alfarería; no decorábamos a mano, lo hacíamos con calcomanías”, dice la artesana con tono severo. En su situación, dice, no se puede permitir ser débil.

De damnificada a alfarera

Con el tiempo, Mujeres Alfareras de Tláhuac se convirtió en un centro de reunión donde algunas mujeres de la zona podían aprender alfarería u otras técnicas artesanales. Además de contribuir a desatar su creatividad, representaba un poder económico: les otorgaba la posibilidad de ser independientes.

El hecho mismo de reunirse entre mujeres, hablar de sus problemas cotidianos, sus dolores o sus alegrías representa un pequeño acto de resiliencia. Sobre todo en momentos donde las crisis o las tragedias, domésticas o colectivas, aprietan con más fuerza.

Así sucedió con Rita Reséndiz. Después del sismo, formó parte de diversas brigadas de rescate. Esa necesidad de ayudar al prójimo ya no la abandonaría. Luego se sumó a la Unión de Vecinos y Damnificados. En un principio, justo después del terremoto del 85, no sabía nada del oficio. Las piezas se le quebraban, se le quemaban; trabajar con barro era difícil. De tanto insistir se convirtió en una maestra, dominó las técnicas, perfeccionó sus piezas y consiguió que la Iglesia Católica de Nueva York realizara una donación con la que pudo costear materiales, herramientas y el predio que hoy ocupa la cooperativa.

En aquel entonces, la cooperativa no estaba conformada solo por mujeres. La cooperativa se disolvió luego de que las opiniones y el trabajo de Reséndiz fueran constantemente denostados por sus compañeros hombres. Así nació Mujeres Alfareras de Tláhuac: una cooperativa de mujeres y para mujeres.

Escuchar tronar la tierra

La tragedia la sorprendió otra vez. Esta vez con magnitud de 7.1 grados. “Ni en mi momento más loco imaginé que, 32 años después, volvería a temblar en la misma fecha”, platica.

Como muchos, cuando sonó la alerta, la alfarera pensó que se trataba de otro simulacro, hasta que vio las casas moverse de un lado a otro. En ese momento se concentró en sobreguardar su vida y la de decenas de perritos rescatados que hoy viven en su patio. Cuando dejó de temblar, Reséndiz tardó en darse cuenta de la gravedad del sismo. Su hermana, quien también se encontraba en el taller, no soportó el miedo. Su salud ya era delicada. Murió.

Empezar de cero

Además de su hermana, Rita Reséndiz perdió una buena parte del fruto de su trabajo. “Hace 32 años perdí mi casa. En esta ocasión no fue mi vivienda, sino mi trabajo. Teníamos muchos pedidos que entregar, piezas en las que invertí hasta dos semanas de mi tiempo”, cuenta.

Tuvo que empezar desde cero. La diferencia hoy es que no lo hizo sola: la acompañan cuatro alfareras con quienes logró recaudar fondos gracias a los talleres de modelado en barro que imparten semanalmente.

Van a paso lento, con sus recursos. Al cabo de tres meses, pueden rehacer las piezas que perdieron en el temblor y volver a surtir los pedidos que tenían. “Hacer cada una de nuestras piezas es como decorar un vestido; se necesita la misma paciencia, o más”, asegura.

Actualmente, la cooperativa presenta sus piezas en ferias artesanales o expoventas de temporada, como la que tuvo lugar hace unas semanas en el Museo Nacional de Culturas Populares, de Coyoacán.

NUMERALIA

22,482 mujeres han sido asesinadas durante la última década en nuestro país, según el Inegi.

270 rostros ha hecho a lo largo de varios años Rita Reséndiz representando los feminicidios.

27% de las mujeres alguna vez ha sentido sus derechos vulnerados, según Conapred.

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