De aquí y de allá

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Poch@ House busca acompañar a mexicanos deportados de EUA, lo mismo con un espacio físico de reunión que con asesoría y mediante una comunidad virtual y, pronto, clases de inglés con justicia social.

Por Diana Delgado

En un departamento en el tercer piso de un edificio del Centro Histórico, en la calle de José María Marroquí, dos mujeres de mediana edad abren la puerta. El piso es de madera y las paredes blancas. Las cortinas son de tela y tienen mapamundis impresos. Al fondo, unas letras de unicel azul: “De aquí y de allá”.

Es Poch@ House, un espacio físico en el que se reúnen mexicanos deportados o retornados de Estados Unidos. Todos comparten, más o menos, la misma historia: pasaron su infancia y juventud en el país del norte y hoy son parte de un México que no los reconoce por completo.

Rossy es la coordinadora de Educación de Otros Dreams en Acción, asociación que trabaja con quienes regresaron a México en diferentes circunstancias. Surgió en 2014 tras la investigación posdoctoral de Jill Anderson sobre un grupo de jóvenes que hablaba inglés perfecto y se reunían en el Monumento a la Revolución.

“Ella estaba estudiando en la UNAM y se encuentra con estos chicos que tenían la fisonomía de un mexicano y que además hablaban perfectamente inglés. Se les acercó y se enteró de que habían vivido en EUA. Como parte de su investigación se publicó un libro llamado Los otros dreamers, con las historias de vida de 21 jóvenes”, explica.

El proyecto no se quedó en lo académico, y Jill se unió a Maggie, una de las jóvenes retornadas, para fundar la asociación que se constituyó en 2017. Un año después, consiguieron este espacio: la Poch@ House.

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Poch@ House: reconocer la comunidad

El desarraigo es lo que más lastima a quienes vivieron su infancia y juventud en Estados Unidos. No solo se traduce en las dificultades de identificarse con la vida en México, los paisajes y la gente. El idioma juega un papel fundamental.

Hablar spanglish atrae la discriminación. No falta quien te insulte por utilizar el inglés, como sucedió el 9 de mayo, cuando Rossy y Ximena caminaban en el centro de la CDMX y un hombre de edad adulta se les acercó y les murmuró algo en inglés. Pensaron que quería conversar pero, al responderle, el señor comenzó a insultarlas y cuestionarlas por hablar ese idioma.

“En México está muy presente la pigmentocracia; si no eres güero, alto y no fuiste educado en escuelas particulares, pareciera que no puedes hablar un idioma extranjero. Peor aún si, como en nuestra comunidad, se trata de chicos tatuados o con una fisonomía indígena”, dice Rossy Antúnez, oaxaqueña, retornada y hablante de mixe.

Así como ella, la comunidad de Poch@ House es diversa. Hay un joven que fue coyote durante varios años, fue deportado, vivió en México en condición de calle y ahora realiza acompañamientos a quienes enfrenten situaciones similares. Otros formaron parte de pandillas y al regresar pudieron estudiar programación. Otro de los miembros retornados vive en Chiapas y coordina movimientos migratorios indígenas. Otra chica, quien estuvo en centros de detención desde los 16 años, está por terminar la preparatoria.

Por eso mismo no se consideran dreamers —término que hace referencia a quienes llegaron ilegalmente a Estados Unidos aún menores de edad, que han hecho su educación en ese país y buscan oportunidades de empleo—. Ellos se reconocen como personas con experiencia de juventud en EUA, que representan la diversidad de quienes salieron del país en busca de oportunidades y enfrentaron un sistema que los violentó.

Además de dar acompañamientos para conseguir actas de nacimiento, revalidación de estudios, identificaciones oficiales, acceso a programas sociales y a derechos educativos, al trabajo y a la salud, Rossy y Lalo asisten cada jueves al aeropuerto a recibir a los deportados. Intentan acercarse a ellos y apoyan a quienes se dirigen a la central del norte para regresar a sus comunidades de origen.

También han creado una comunidad virtual donde conectan a deportados y retornados de todo el país para apoyarse en cuanto a trámites, empleo y apoyo emocional.

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Buscan autosustentabilidad

Hoy, Poch@ House se sostiene de financiamientos internacionales. Sin embargo, Ximena Ortiz, coordinadora de la casa, es consciente de que necesitan proyectos propios para generar recursos.

En la casa que empezó a funcionar en febrero de este año se dan cursos de conversación en inglés dos veces por semana y los sábados enseñan el idioma a niños; además de las clases de yoga y de danza africana.

En su programa de actividades sumarán clases de bachata, movie nights y el proyecto que los tiene más emocionados es el de la escuela de inglés con justicia social.

“Se trata de enseñar el idioma más allá de los esquemas y la visión cuadrada, sino partir de lo más práctico, de experiencias de la gente, las dinámicas de vida. Es adherir la enseñanza a la forma en la que la gente vive su mundo y fomentar la sensibilización, porque las clases las dará un chico que fue deportado”, explica Ximena.

Lo que más les interesa es mantener el espacio, seguir llenando las paredes blancas de fotografías y experiencias. Hacer que en ese lugar las personas deportadas y retornadas se sientan seguras, integradas a una comunidad que añoran. Ser parte de un espacio que les dé la fuerza de salir a exigir sus derechos.