El suicidio es la tercera causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 19 años. Arte, Michel Laris.

Vivir rápido, morir joven

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El suicidio es la tercera causa de muerte en jóvenes de entre 15 y 19 años; en la Ciudad de México la tasa de suicidios es de 8.5 jóvenes por cada 100 mil habitantes.

ARTE: MICHEL LARIS

Antes de dispararse con la pistola de su padre, una adolescente de 12 años escribe una nota para su madre: “Mamá. Perdón por haber sido tan injusta contigo, pero ahora, quién sabe qué pase”.

La carta forma parte del libro El don y la palabra. Un estudio socioantropológico de los mensajes póstumos del suicida, coordinado por el doctor Víctor Payá, sociólogo de la Facultad de Estudios Superiores de Acatlán, quien, a través de un permiso del Tribunal Superior de Justicia, tuvo acceso a 700 expedientes de suicidio y cartas póstumas que databan de 2010 a 2012.

Cuando platica, Payá menciona la nota que esta muchacha escribió en su cuaderno. “El acto suicida no es casual —dice—. Tampoco lo son los mensajes, los objetos y el espacio donde se comete”.

El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes cuyas edades abarcan de los 15 a los 19 años. En la Ciudad de México, la tasa de suicidio entre esta población alcanza hasta 8.5 por cada cien mil habitantes, de acuerdo con las estadísticas más recientes del Inegi, que datan de 2014.

Las razones que llevan a un joven a tomar esta decisión son variables. De acuerdo con Alejandro Águila, director del Instituto Hispanoamericano de Suicidología, los detonantes se concentran principalmente en cuatro puntos: depresión, adicciones, bullying y decepciones amorosas.

El instituto, creado en 2012, atiende un promedio semanal de 25 y 40 pacientes, entre los que destacan jóvenes que han intentado quitarse la vida, y familiares y amigos que pasan por el duelo de la pérdida de un ser querido que cometió suicidio.

En 2014, el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) de la Ciudad de México puso en marcha la campaña “Lo mejor de la vida eres tú”, dedicada a prevenir el suicidio mediante campañas de información y una línea telefónica de ayuda.

El programa se puso en marcha principalmente en las delegaciones Milpa Alta, Iztapalapa y Xochimilco, después de que se identificó que estas eran las zonas con población más propensa a cometer suicidio.

El mensaje en una muerte

En los mensajes póstumos, Víctor Payá ha encontrado una constante en los suicidios de jóvenes capitalinos: un escenario de reproche y venganza, y la certeza emocional de que “no existe una salida”.

Como muestra, dos casos incluidos en el estudio: un chico de 12 años le confiesa a sus padres que reprobó una materia y no podrá cumplir su sueño de pertenecer a la Banda de Guerra. Poco después se ahorca en su recámara.

Un joven de 14 años se ahorca en la bodega del mercado donde su familia tenía un negocio en el que él mismo trabajaba. En su carta de despedida recrimina a la abuela y a los tíos, y remata con una advertencia: “Espero que ya no me chinguen la madre y no quiero a ningún hijo de su puta madre, porque todos me odiaron”.

“Como si no existiera una salida a través de la comunicación y el acuerdo familiar, el joven utiliza su cuerpo como un proyectil —explica Payá—. El acto suicida es un arrebato, un proyectil dirigido hacia el otro: yo me lastimo para lastimar a otros. Pero también, porque no hay salida”.

Payá defiende que nada en el acto suicida es causal. Los objetos con los que un ser humano decide quitarse la vida están cargados de simbolismo: la pistola del padre, con quien se tiene un conflicto no hablado. El cable de la lavadora de la madre.

“Podríamos decir que los sujetos que no tienen lugar en la vida lo buscan a través de la muerte”, conjetura Payá, quien explica que el suicidio es también una manera de afirmar el Yo. “Es una manera de trascender. El mensaje es: ‘me van a recordar por esto que (me) hice’. Y en la ausencia, se hacen más presentes”.

Sin lazos

Con base en los casos que ha tratado, el doctor Alejandro Águila descubrió que los jóvenes que se quitan la vida en la capital tienen dos motivos: la sensación de no pertenencia y la creencia de que el futuro no es promisorio para ellos.

En esto coindice el doctor Payá, quien advierte que “los sujetos parecen sentir que están atrapados. No enganchan con el estudio, algún deporte o el trabajo”.

Pero otro factor importante es la falta de lazos afectivos: “Al momento en el que el joven no encuentra que es importante para otro, o bien que nadie es importante para él a nivel familiar, grupal o social, provoca que se desvincule del mundo”, explica.

Payá ha encontrado que “muchos de los suicidios cuestionan el sentido de la vida en términos de pertenencia, no sólo en la función del joven dentro del hogar, sino el lugar emocional que se le otorga”.

“Habría que preguntarse cuál es la consecuencia en la dinámica de la familia cuando un miembro se suicida”, asegura Payá. El doctor menciona la carta de un joven que agradece a su familia por hacerlo “su ausente”.  En su análisis, su transformación en una ausencia cambia la dinámica familiar, o bien cohesiona a los deudos.

“De manera simple: ¿qué es lo que da estructura a una dona? El agujero. Así también con la familia donde hay una ausencia”.

En cifras: 

  • 40% de los suicidios en el país son de jóvenes de 15 a 29 años, según estadísticas del Inegi.
  • 8.5 suicidios juveniles por cada 100 mil habitantes ocurren en la CDMX.
  • 20% de las llamadas de ayuda emocional que recibe Locatel se relaciona con suicidios.