¿A quién le habla el Presidente?

El mensaje de Año Nuevo de Enrique Peña Nieto pasó sin pena ni gloria y no merecería más atención de no ser porque evidencia la abismal distancia que hay entre el discurso oficial y la percepción ciudadana. 

Porque hablar, como ha hecho el Presidente, de un país con más confianza en sus instituciones de seguridad por haber recapturado a Joaquín, El Chapo, Guzmán es un sinsentido. Primero, porque las encuestas dicen otra cosa. De acuerdo a un estudio de BGC publicado en Excélsior esta misma semana, para  61% de los mexicanos es “bastante o totalmente probable” que el Chapo vuelva a escapar. 

¿Es esa la señal de confianza en nuestro gobierno? Pues extraña forma de demostrarlo. 

Y no es para menos, si en esta misma semana la prensa ha dado cuenta del secuestro de 22 personas en Guerrero: 17 asistentes a una boda y cinco maestros. Ante esa realidad, ¿tiene sentido el discurso que afirma que está claro que nadie está por encima de la fuerza del Estado? De ser así, sería bueno que le avisaran a los responsables de haber matado a 319 personas tan sólo en los últimos 76 días en esa entidad o a los culpables de los muertos en los últimos días en Nuevo León. 

La gente sabe que la captura del Chapo era importante, pero no cambia la realidad cotidiana de millones que no se sienten seguros. El gobierno pudo haber logrado un golpe mediático, pero no necesariamente un aumento en su credibilidad. 

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Y si eso pasa en seguridad, en lo económico la situación no es distinta. O cómo entender la frase que habla de una economía mexicana fuerte, cuando en el entorno hay tantas noticias negativas sobre el pobre crecimiento económico, la histórica depreciación del peso ante el dólar o el golpe a las finanzas por la caída del petróleo. Sí, el Presidente tiene razón cuando se refiere a los empleos creados, pero por qué no habla también de su calidad y del tema de los salarios. 

El Presidente no conecta porque no habla de lo que la gente habla. Los problemas del día a día no se ven reflejados en los mensajes oficiales y el triunfalismo que asegura que todo va bien, o el conformismo, que dice que deberíamos estar eufóricos por no pagar ya largas distancias, no alcanza para nada. Al menos no, y eso está claro, para relanzar la relación entre ciudadanos y gobernantes. 

No cabe duda, por su intensa presencia en medios, que al Presidente le gusta hablar. Lo que cada vez queda menos claro es con quién está hablando.